Cierta noche, a finales de los años 60, Rubén “Benny” Mardones estaba tomando unos tragos con su novia en un exclusivo local de Washington DC. Repentinamente, ella comenzó a prestarle atención al diálogo de dos hombres en una mesa contigua. Habían mencionado el nombre “Rubén Mardones”. Ella se acercó a su mesa y les preguntó de quién hablaban, porque ese era el nombre tanto de su novio como el de su padre. Sin saberlo, los dos hombres tenían la clave para resolver un viejo misterio familiar. “Benny” tenía 22 años cuando finalmente conoció a su padre biológico. Su madre, Betty Smith, le repitió por años que estaba muerto. Ella se había vuelto a casar con un tipo violento, que insultaba y golpeaba a “Benny” y a su hermana mayor, Louise. Juntos se trasladaron a Savage, Maryland, en la costa este de Estados Unidos. En una ocasión, cuando tenía 14 años, su abuela le contó la verdad: su papá estaba vivo. Se había ido cuando él tenía seis meses, pero nadie sabía dónde encontrarlo. “Era un buen hombre”, dijo la abuela, a modo de consuelo. A partir de entonces, “Benny” empezó a buscarlo. Cuando comenzó a salir de gira por Estados Unidos, se impuso la rutina de consultar la guía telefónica de cada ciudad para buscar el apellido Mardones. Nunca encontró una pista de su padre, al menos, hasta aquella noche en Washington DC, cuando descubrió que ambos estaban viviendo en la misma ciudad. Los dos hombres del club hacían negocios con el padre de “Benny”, que tenía una importadora de cuero. Ellos hicieron el contacto para que se encontraran una mañana en Nueva York. Al verse, se reconocieron de inmediato y se dieron un abrazo. “Benny” asegura que no le reprochó nada y sólo le dijo que lo quería. “Desde esa primera vez que nos vimos, tuvimos un lazo. Durante esa época cenábamos cada semana y él iba a mis conciertos. Aunque no crecí a su lado, fue un padre maravilloso. Todavía lo extraño mucho”, cuenta “Benny” Mardones, hoy de 69 años, desde su casa en Playa del Rey, California, un lugar lleno de fotografías con dedicatorias de los más grandes artistas del siglo pasado, como Elvis Presley, Frank Sinatra o Los Rolling Stones. Algunos años después de ese encuentro, la carrera musical de “Benny” despegó gracias a una canción que se volvió legendaria. Esa fama se evaporó tan rápido como llegó.
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El nombre de “Benny” Mardones está atado a Into The Night. Esta balada rockera se convirtió a la larga en su único gran éxito, lanzado en 1980, como parte del disco Never run, never hide. Hasta la fecha, es una de las 25 canciones más tocadas en la historia de la radio estadounidense, con más de cinco millones de reproducciones. En su época, también ostentó un récord del ranking Billboard como el tema que se mantuvo por más tiempo en semanas no consecutivas, con 20 en 1980 y luego 17 más en 1989. Pese a que su catálogo posee una decena de álbumes de estudio, toda referencia a la trayectoria artística de “Benny” conduce a Into The Night, por lo que para la industria es recordado como uno más en la larga lista de One-Hit-Wonders. Alrededor de esa canción, en Chile se fue instalando una suerte de mito urbano respecto del supuesto origen chileno de “Benny”. En foros de internet se difundieron diversas historias: algunos usuarios aseguraban que conocían familiares suyos en San Bernardo, mientras que otro decía que había un taxista en El Quisco que lo había trasladado. La respuesta más creíble era la de Wikipedia, que aseguraba que el artista era norteamericano de nacimiento, pero de padre chileno. Pamela Mardones (56) da esta misma explicación habitualmente, pero pocos se la creen. Tiempo atrás iba en un taxi cuando Into the Night comenzó a sonar en la radio. No pudo contenerse. “Ese es mi hermano”, le dijo al chofer, a quien no pudo convencer de que estaba diciendo la verdad. Ella es la menor de las tres hijas que Rubén Mardones tuvo con Raquel Celis durante los años 50. Aunque se mantiene en contacto con “Benny” a través de Facebook, sólo han estado juntos dos veces. La primera fue a fines de los años 60, cuando Mardones padre llevó a Nueva York a sus tres hijos menores, Rubén, Patricio y Pamela, poco tiempo después de reencontrarse con “Benny”. Ella tenía nueve años. Recuerda que estaba fascinada con tener un hermano extranjero que, además, fuera músico. Lo acompañó a un sello discográfico y conoció a otros artistas. Por entonces, lo único que él sabía decir en español era “yo te amo”. Pasaron más de 20 años y en su segundo encuentro, “Benny” todavía no sabía decir nada más. En esa oportunidad ella lo visitó en Los Angeles. Su hermano la recibió con flores en el aeropuerto y la llevó a jugar bolos. Ya en su casa, le dedicó Into The Night sentado en su piano de cola blanco. Pamela se quedó una semana en su casa antes de continuar su viaje. “A “Benny” se le nota la sangre latina. Tiene ese carisma, esa chispa. Es todo un personaje”, dice su media hermana, que ve mucho de su padre en él.
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En honor al apellido francés de su madre, la escritora Victoria Vignes, Rubén Mardones dejó Santiago en 1941 para pelear en la Segunda Guerra Mundial. Fue uno de los 80 chilenos que aceptaron el llamado del general Charles de Gaulle para salvar a su país. Sus otros tres hermanos, Sergio, Jaime y Máximo, no sintieron la misma necesidad. Rubén tenía casi 20 años cuando se anotó en la embajada para ir a luchar. “Mi abuela había quedado viuda con cuatro hijos en 1928 y había pasado por períodos de pobreza. Escribía en un par de revistas y trabajaba en un colegio. Mi papá era muy cercano a ella, pero quería ser parte de la historia. Quería que su vida fuera como una película”, comenta Pamela Mardones. Su familia no sabe muchos detalles de aquellos años en el frente, salvo que Rubén fue parte de la infantería que luchó en Africa, que durante un combate fue herido de dos disparos en el estómago y que después fue dado de baja. No le gustaba hablar del tema. Apenas Francia fue liberada de la ocupación nazi, Rubén decidió establecerse en Nueva York, donde entró con un permiso inicial de 30 días y con la idea de matricularse en la Universidad de Columbia, algo que nunca hizo por falta de recursos. Su interés por el arte lo llevó a inscribirse en una academia de baile, donde dice haber conocido a una de las grandes figuras de Broadway y Hollywood, el actor y bailarín Fred Astaire. Entonces comenzó una relación con una de sus compañeras de escuela, Betty Smith. Al poco tiempo, se trasladaron a su ciudad natal, Cleveland, Ohio, y se casaron. Allí nacieron Louise y Rubén Armand, sus dos hijos. Medio año después del nacimiento de este último, en 1947, Rubén y Betty acordaron terminar su matrimonio. El dejó la ciudad poco después. “Nunca le pregunté por qué se separó de mi madre, pero asumo que la relación con ella llegó a un punto en que ya no se soportaban”, dice “Benny”. Antes de regresar a Chile, Rubén se quedó algunos años viajando por Estados Unidos. De acuerdo al diario The Tennessean, fue arrestado en Nashville el 16 de mayo de 1950, cuando se trataba de inscribir en el Peabody College. En un principio, la fiscalía pidió su detención bajo el cargo de “vagancia”, pero su objetivo real era investigar un supuesto vínculo con el robo de una joyería en Chicago. La policía de Nashville sospechaba de Rubén por sus extensas llamadas a Chicago desde un teléfono público, pero descubrió que estas se debían a que tenía una novia en esa ciudad. En distintos artículos, las autoridades lo describieron como un “mujeriego” que había estado “vagando un poco por todos lados” y que “no tenía cómo acreditar medios de subsistencia”. El propio Rubén contestó al periódico que vivía en una pensión, que se ganaba la vida trabajando a medio tiempo en el Hospital Vanderbilt y escribiendo para revistas bajo el alias de “Armand Duval”, el personaje de La Dama de las Camelias, de Alexandre Dumas. Comentó que había sido enviado por el consulado de Chile, que su padre había sido embajador de Francia en Chile y que había perdido sus documentos. “Esto ha sido muy vergonzoso para mí. No me han dejado llamar a mi embajada, la escuela o a mi esposa en Gary, Indiana. Sólo extravié mis papeles”, declaró al periódico. Sin documentación para acreditar su estatus, Rubén fue enviado a Atlanta para ser sometido a un juicio que podía terminar con su deportación. “Estudiante de Peabody enfrenta expulsión de los Estados Unidos”, escribió The Tennessean el 21 de mayo de 1950. No hubo cobertura del veredicto, pero después Rubén regresó a Santiago.
De vuelta en Chile, se involucró una vez más en el mundo de las artes y letras, emparejándose con María Díaz, hija de la actriz Corita Díaz. Con ella tuvo a su tercera hija, Patricia Mardones. Sin embargo, la relación no duró mucho tiempo y poco después Rubén se casó con Raquel Celis, con quien tuvo tres hijos más. En esa época, a fines de los años 50, comenzó a buscar negocios que le permitieran volver a Estados Unidos. Volvía de sus viajes cargado con baúles repletos de regalos para toda la familia. Gracias a esto, la familia Mardones fue la primera del barrio en tener televisor.
Luego de su separación de Raquel Celis, Rubén volvió a radicarse en Estados Unidos, esta vez con los papeles al día y como hombre de negocios. Pasaba una temporada en Santiago y otra en Nueva York. Fue en este período cuando conoció a “Benny”, uno de los dos hijos de su primer matrimonio, a fines de los 60. Ambos se mantuvieron en contacto durante los años 70, cuando “Benny” finalmente logró impulsar su carrera musical. Cuando se lanzó Into The Night, Rubén estaba en Chile, donde se quedaría definitivamente a partir de fines de los 80. Según su hija Pamela, las primeras veces que escuchó la canción en la radio se le escaparon unas lágrimas: “Se emocionaba mucho, porque estaba súper orgulloso y lo quería mucho”. A su otra hija norteamericana, Louise, sólo la vio una vez. No mantuvieron contacto.
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Tal como su padre biológico, “Benny” Mardones se fue de casa para ir a la guerra. Estaba enfrentado con su padrastro y sólo quería escapar. Aunque sabía que quería ser músico desde mucho antes, cuando vio a Elvis Presley en el Show de Ed Sullivan, por entonces no tenía demasiadas expectativas sobre su futuro. “Yo crecí en una pequeña ciudad de Estados Unidos. Cuando te graduabas de secundaria, lo normal era cumplir con tu tiempo de servicio. Lo bueno es que me di cuenta que había un mundo que me estaba esperando”, dice “Benny”, quien a los 18 años estaba luchando en Vietnam con la Marina de su país. A él tampoco le gusta hablar de aquellos años. “Nunca me ha contado ninguna historia sobre esa etapa, sólo le he escuchado mencionar que estuvo un largo tiempo hospitalizado”, afirma Michael Mardones (30), su hijo único.
Ese último período, correspondiente a 1967, es lo único que “Benny” acepta recordar sobre Vietnam. Una explosión lo dejó prácticamente ciego, por lo que fue enviado de regreso a un hospital en Boston. Estuvo ahí por casi nueve meses, hasta recuperar buena parte de su visión. Debía someterse a terapia física todos los días. Tras esa experiencia decidió convertirse en artista y viajó a Nueva York. Su primer intento como vocalista de The Upsetters, la banda donde comenzaron Little Richard y Otis Redding, duró apenas 10 meses, en 1968. “Era el único blanco de la banda y ellos eran músicos muy experimentados. Era demasiado para mí”, explicaría después.
Después de estar casado apenas unos meses y de golpear las puertas de algunos sellos discográficos, “Benny” conoció a Joel Diamond, un productor de CBS Publishing que comenzó a darle trabajo como compositor de música y letras para otros artistas. Durante los 70 colaboró con músicos como Alan Miles y DL Byron para escribir demos para diferentes artistas. Después de años de oírlo cantar, Diamond y su mano derecha, Tommy Mottola (ex marido de Mariah Carey y actual esposo de Thalia) resolvieron que estaba listo para ser una estrella. En 1978, el dueño de Private Stock Records, Larry Uttal, se fijó en él y lanzó su primer disco Thank God for girls (Gracias a Dios por las chicas) con la producción de Andrew Loog Oldham, histórico mánager y productor de The Rolling Stones. “Comencé a frecuentar círculos muy importantes”, apunta “Benny”.
Uttal también lo inscribió en un entrenamiento vocal intensivo. Ahí conoció a Robert Tepper, su socio durante buena parte de los 80. “‘Benny’ es un petardo a punto de estallar. Es como Elvis en esteroides. Se enamoró del rock & roll y sintió más pasión por la música que la que muchas personas sienten en toda una vida”, dice Tepper, quien a fines de la década alcanzó el éxito con el tema No Easy Way Out, de la banda sonora de Rocky 4.
En 1980, ambos escribieron Into The Night en el departamento que “Benny” tenía en Spanish Harlem. Una niña puertorriqueña de 16 años que vivía en el edificio, llamada Heidi, se ganaba unos dólares paseando a Zanky, el Basset Hound de “Benny”, quien le daba este trabajo porque sabía que su padre había abandonado a la familia. Cuando Tepper la vio en la puerta, le hizo saber a su compañero que la había encontrado atractiva. “Tiene sólo 16 años, déjala tranquila”, le respondió “Benny”. Aquella frase se convirtió en el primer verso de la canción, que les valió una nominación a los Grammy. Into The Night los hizo famosos. Como muchos pensaban que el tema se trataba de una relación con una menor de edad, “Benny” decidió contar en la radio la historia de Heidi, quien se volvió instantáneamente popular.
“Los años de Into The Night fueron como una montaña rusa. Dicen que ‘tener un hit puede curar el cáncer’, para explicar que todo en tu vida mejora. Pero es una espada de doble filo: por un lado, me sentía un campeón y, por otro, había unos demonios que no podía enfrentar”, reconoce “Benny”.
La primera mitad de los 80 estuvieron repletas de excesos en cuanto a drogas y alcohol. “Benny” podía tomar una botella de whisky cada noche y se volvió adicto a la cocaína. Tepper se acuerda de una visita a Amsterdam con Roy Orbison en la que salieron del hotel en busca de coca, olvidando que las medidas no eran en onzas o libras, sino en gramos y kilos. La confusión terminó con el traficante entregándoles una gran bolsa de la droga a casi dos mil dólares. “Queríamos una bolsita, pero nos trajo la fábrica completa”, cuenta Tepper, entre risas. “Drogarse era un trabajo de tiempo completo en esa época. Nos autodestruimos. Eramos los gemelos tóxicos. ¿Has visto la serie Vinyl? Así era nuestra vida”.
La carrera de “Benny” se comenzó a desmoronar rápidamente. El nombre de su siguiente disco, Too much to lose (“Mucho que perder”), de 1981, anticipaba lo que vendría. El álbum no vendió y “Benny” dejó de componer. Luego comenzó a ausentarse de los conciertos y su sello, Polydor, lo despidió. Pasó una temporada en Miami, donde sus hábitos empeoraron. De hecho, a su segunda esposa, Sondra, la conoció aspirando cocaína. Sólo cuando nació su hijo Michael, “Benny” tomó conciencia.
“Dejó las drogas el día en que nací, lo que me da mucho orgullo. A mi mamá le costó un poco más de tiempo volver a estar sobria, pero así era la vida de las estrellas de rock en esa época. Así eran sus fiestas, y no me molesta que haya sido así”, comenta Michael.
“Benny” pasó unos años entre Syracuse y Woodstock, dos ciudades en el estado de Nueva York, recuperándose de su adicción. Por varios años compartió la custodia de su hijo Michael, quien pasaba un tiempo con su padre y luego se iba a California con su madre y abuelos. En 1989, la carrera de “Benny” se reactivó inesperadamente. Una estación en Arizona lo incluyó en la sección “¿Dónde están ahora?” y volvió a poner en rotación Into The Night. Poco después lo hizo una emisora de Los Angeles y finalmente la canción volvió a entrar en las listas de todo el país. Esto le abrió a “Benny” nuevas posibilidades discográficas, pero eligió firmar por Curb Records, un sello de música country en vez de regresar a Polydor. Allí lanzó su disco homónimo, Benny Mardones, que incluyó una nueva versión de Into the Night. Sin embargo, el segundo aire no duró mucho tiempo.
“Benny” se fue a vivir a Los Angeles en 1993 para estar más cerca de su hijo y de la industria discográfica, pero nunca pudo igualar el éxito de Into The Night.
“Me interesaba la música, pero vi lo cruel que era la industria con mi padre y me desanimó mucho. Me cansaba mucho ver a mi papá entusiasmado y luego decepcionado”, señala Michael, quien hoy trabaja como audiovisualista para luchadores de la Ultimate Fighting Championship (UFC). En 2002, “Benny” fue diagnosticado con el mal de Parkinson. Desde entonces, sus trabajos de estudio y sus conciertos en vivo se hicieron aún más esporádicos.
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La ex Miss Dinamarca Jane Braemer reconoció la canción, pero no sabía quién era el tipo que estaba interpretándola. Estaba en Los Angeles, en la fiesta de una amiga, cuyo marido justamente era médico del hombre que se sentó en el piano para tocar y cantar. Más tarde sabría que se trataba de “Benny” Mardones, quien se transformaría en su esposo. Ambos iniciaron su relación en 2010. Poco después, Jane dejaría su restorán y su galería de arte para acompañarlo a medida que su enfermedad avanza. Ella lo ha incentivado a mantenerse activo, jugando golf y componiendo canciones. En julio de 2011, Rubén Mardones sufrió un problema renal. Vivía en Providencia, donde le gustaba frecuentar los cafés del barrio. Fue hospitalizado en el Hospital del Salvador, donde pasó dos semanas. Sus cuatro hijos chilenos lo acompañaron en el proceso. “Benny” mantenía un contacto intermitente con su familia en Santiago a través de cartas y correos electrónicos. Unos días antes de que falleciera, lo llamó por teléfono. “Creo que su estilo de vida lo alcanzó finalmente, como pasó conmigo. Ambos éramos bohemios, nos gustaba fumar y tomar. El siempre fue el alma de la fiesta, todo el mundo lo quería, y creo que yo también soy parecido. Cuando murió, me rompió el corazón”, dice “Benny”.
Rubén murió el 19 de julio, a los 89 años. En el funeral, sus hijos pusieron el tango Una lágrima furtiva. Patricio y Patricia, los dos hermanos con mejor dominio del inglés, hablaron con “Benny” durante esos días. El no pudo viajar a tiempo para la ceremonia y desde entonces quedó con la sensación de tener pendiente una visita a la tierra de su padre. Su idea es venir para dar un recital.
-Ha estado hablando de eso hace tiempo. Tenemos que encontrar una manera de hacerlo -asegura Jane, su esposa.
-Sí, lo hemos hablado. Debo volver al hogar de mi padre. Sé que Chile es un lindo país y que la gente es maravillosa. Siempre estoy atento a las noticias de Santiago y el resto del país. Sé que cuando aterrice en Santiago me sentiré como en casa -responde el artista.
La asistente personal de “Benny”, Marlene Lancaster, comenta que han buscado alternativas en el pasado, pero que ha sido difícil. En octubre del año pasado, “Benny” sacó su último disco, Timeless, y dio un concierto de lanzamiento en Syracuse, donde vivió en los 80 y aún mantiene una buena cantidad de fanáticos. “Ha tenido algo de suerte, porque cuando le diagnosticaron Parkinson le dijeron que sólo podría seguir actuando unos cinco años más y ya lleva 14”, opina Lancaster.
Con casi 70 años, Benny sigue componiendo música e incluso piensa sacar al menos un álbum más, pese al desdén de la industria que alguna vez lo alzó como el “próximo Bruce Springsteen”. En distintos lugares, la gente le sigue recordando Into The Night. Incluso, lo hace la niña que inspiró la canción. Heidi, la joven que paseaba a su perro en Nueva York, quien terminó casada con un magnate hotelero puertorriqueño. Lo conoció en una de las fiestas a las que era invitada en la época de la canción. Cada Navidad, “Benny” recibe una tarjeta de Heidi. El contenido cambia todos los años, pero una frase permanece: “Cambiaste mi vida”.