Lo que ocurrió el 15 de abril de 1985 entre Marvin Hagler y Tommy Hearns fue una verdadera guerra, como fue promocionado el combate, todo un "referendo del boxeo".

Fueron ocho minutos de un intercambio de golpes interminable que deleitaron a los amantes de un deporte calificado entre sus detractores como un espectáculo primitivo, feroz y brutal.

Sobre el cuadrilátero del Ceasers Palace en Las Vegas, Estados Unidos, se encontraron los dos mejores pugilistas de la época, cada uno con su estilo, cada uno con su personalidad.

Y su choque sólo necesitó de 481 segundos para entrar en la historia como una de las mejores peleas de todos los tiempos.

"Incluso hoy cuando veo la película me alegro que haya terminado", dijo Hagler a BBC Sports

Puños como granadas y bombas

La pelea fue bautizada como "La Guerra", la batalla final de una rivalidad verbal que se fue intensificando durante la gira promocional que los dos boxeadores tuvieron que hacer durante 13 días por 21 ciudades.

"Veía la cara de Tommy todo el tiempo, escuchando lo que decía", recordó Hagler, quien llegó al combate tras defender con éxito 10 veces su corona en el peso mediano. Hearns también sumaba títulos en su palmarés al haber conquistado cinturones en las divisiones welter y mediano ligero.

"Era un sin sentido, sólo mucho ruido. Pero era algo que te iba cansando, que te irrita. Al final lo único que quería era reventarle la cabeza", recuerda Hagler.

Hearns llegaba a la pelea con el cartel de favorito luego de acabar y dejar inconsciente al panameño Roberto "Mano de piedra" Durán con un sólo golpe.

Su mano derecha era considerada una bomba de tiempo, una granada que explotaba cuando conectaba con la cara del rival.

Hagler, en cambio, considerablemente más pequeño en estatura, sólo pudo superar a Durán en 15 asaltos.

Suena la campana

Los tres minutos del primer asalto fueron una exhibición que dejó sin parpadear a los miles de espectadores en el estadio y a millones frente al televisor.

El remolino de golpes se cruzaba en el aire. Directos que silbaban antes de conectar con las quijadas, ganchos que estremecían las costillas, mandíbulas que aguantaban el impacto, orejas retorcidas, hombros que se sacudían, huesos que se rompían.

Fue el boxeo en su expresión más sangrienta, justo lo que anhelaba el público.

"Tommy creía que me podía castigar y quería demostrar que no tenía miedo. Pero yo estaba preparado para la guerra y sabía que iba a ser muy feo. Él nunca se había enfrentado a alguien como yo, 'El Maravilloso' Hagler", dijo haciendo referencia al nombre que adoptó oficialmente, "Marvelous".

La expectativa antes de la pelea era saber qué pasaría cuando Hearns lograra conectar su famoso golpe de derecha. Cuando lo hizo hubo estupor. Nadie podía creer que Hagler aguantara semejante impacto.

"Respetaba la derecha de Tommy pero queríamos que la lanzara. Sabíamos que después que lanzara varios golpes y que yo me los comiera, él comenzaría a pensar 'hombre, este ni siquiera retrocede'. Y yo pensaba, 'ahora me perteneces'", dijo Hagler.

El campeón aseguró que no escuchó la voz de nadie, excepto la de su madre.

"En una pelea como esa, no estás pendiente de nadie, ni siquiera del árbitro. Pero podía escuchar a mi mamá decir '¡Pégale bebé! ¡Pégale!' Tú sabes cómo son las madres".

Hagler sangraba copiosamente al final del primer asalto, pero poco a poco fue asumiendo la iniciativa de la pelea y desgastando a un incrédulo Hearns, que no sabía cómo su rival había sido capaz de aguantar tal castigo.

Al minuto del tercer round el árbitro Richard Steele decidió detener el combate para que fuera tratada la herida en la frente de Hagler, que no paraba se sangrar. El doctor detuvo a momentáneamente el derrame y le preguntó a Hagler si veía bien. "¿No estoy fallando golpes, no?", fue la respuesta.

En la reanudación Hagler impactó un golpe de derecha que desconectó a Hearns, quien retrocedió trastabillando con piernas de gelatina contra las cuerdas. Hearns tenía la mirada perdida y su rostro mostraba una grotesca sonrisa. En ese momento Steele paró el combate.

"Los dos entregamos nuestros corazones y nuestra sangre. Dimos todo", concluyó Hagler, el ganador del épico combate.