Haití pasó su segunda noche en el infierno tras el terremoto del martes que podría haber matado a decenas de miles de personas. Los llantos y los rezos dominaron la escena en la capital, Puerto Príncipe.
Corresponsales de la BBC en la ciudad aseguran que miles de habitantes pasaron a la intemperie y a oscuras, enfrentando bajas temperaturas y la desolación de tener que dormir junto a sus seres queridos muertos.
El miedo, por las continuas réplicas, y la soledad se hace presente entre los haitianos. Y se ha informado de niños durmiendo entre cadáveres en un hospital.
Las calles, en tanto, permanecen cubiertas de sábanas blancas que ocultan los cuerpos de los fallecidos.
Mientras la ayuda internacional comenzó a llegar en cuentagotas, todavía no se conoce la cifra exacta de muertos. Desde el gobierno se ha hablado de decenas de miles, mientras que la Cruz Roja aseguró que tres millones de personas se podrían haber visto afectadas.
Los intentos de rescate hasta ahora han consistido mayormente en la población local intentando desesperadamente cavar entre los escombros para encontrar sobrevivientes.
Los esfuerzos, explica Matthew Price -enviado especial de la BBC a Haití-, se chocan con el hecho de que este es un país que "apenas puede funcionar, incluso sin un desastre".
"SURREALISTA"
Nick Davis, otro de los enviados, informa que se escucha a la "gente llorando, elevando oraciones o cantándole al Señor; lo que hace que la situación sea todavía más surrealista".
"Si uno camina por los alrededores es como si hubiera entrado en la filmación de una película de catástrofes. Pero el desastre que afecta a la gente de esta pobre nación es real", describe.
Como si fuera poco, durante la noche corrió el rumor de la llegada de un tsunami, que no hizo más que sumar angustia a una situación ya "desgarradora", como describe Davis.
Otro de los enviados, Andy Gallacher, no tiene "la sensación de que haya comenzado la búsqueda y el rescate coordinados. La ayuda llega gota a gota al aeropuerto, pero la población se siente sola y angustiada".
"Las calles están salpicadas de cadáveres y los hospitales se enfrentan a la escasez de medios", agrega.
Price explica que, contrariamente a lo que se piensa, toda la capital haitiana no está en ruinas, sino que todavía hay varios edificios en pie.
Pero, como en todo desastre natural, se vive en una carrera contra el tiempo.