En abril de 2018 se cumplirán cinco años de la destitución de Harald Beyer como ministro de Educación del gobierno de Sebastián Piñera. El hito marca también el fin de la inhabilidad para ejercer cargos públicos derivada de la acusación constitucional que aprobó el Congreso. Beyer, sin embargo, descarta de plano volver a la arena política. De hecho, para marzo tiene contemplado asumir como nuevo rector de la Universidad Adolfo Ibáñez. Mientras tanto, ejerce sus últimos meses como director del Centro de Estudios Públicos, desde donde analiza la última encuesta realizada por la entidad y el panorama político que se abre a sólo dos semanas de las elecciones presidenciales y parlamentarias.
"La elección en primera vuelta se va a parecer mucho al resultado del 2013, pero inverso, con Piñera sacando una votación parecida a la que sacó la Presidenta Bachelet, en torno al 47%, Alejandro Guillier sacando un número parecido al de Evelyn Matthei, con cerca del 25%, y Beatriz Sánchez en un tercer lugar, con cerca del 11%. Muy en línea con lo que dice nuestra encuesta. No está pasando nada excepcional que modifique mucho esos resultados en este último mes. A menos que surja alguna revelación u ocurra algo de aquí a la elección, yo creo que los resultados se van a mover muy poco", señala desde su oficina en la casona de Monseñor Sótero Sanz.
¿Cuánto pesa la abstención?
Deberían votar entre 6,2 y 7,2 millones de personas, y en ese rango no debería introducir demasiado ruido. Con la base de datos de la encuesta uno puede construir distintos escenarios de participación, y si bien hay diferencias, estas no son tan grandes. Incluso, suponiendo que votara un 80 o 90% del padrón, vemos que Piñera cae de 47% a 44%. Entonces, no es tan significativo.
Según este escenario que usted describe, la elección ya estaría definida en ambas vueltas.
Tengo la impresión de que la elección está bastante decidida. Un escenario en el que hay 14 puntos de distancia entre el primero y el segundo es muy difícil de revertir, y todo indica que la diferencia será de 18, 20 puntos. No veo por dónde podría cambiar, a menos que ocurra un evento inesperado.
¿Cómo vislumbra entonces que será un gobierno de Piñera?
Tiene una ventaja respecto de su primer gobierno, donde la Nueva Mayoría tenía una candidata que era muy potente y, por lo tanto, tenía pocos incentivos a desordenarse. Hoy hay un vacío de liderazgo importante ahí y tampoco hay un proyecto político evidente. Y el Frente Amplio, que tiene un proyecto claramente distinto, que internamente es consistente, no va a sumar muchos votos. Además, va a haber más fraccionamiento en el Congreso, y no va a haber un bloque monolítico, lo que permite mayores posibilidades de negociación política con sectores específicos de la Nueva Mayoría para agendas de interés mutuo.
¿Qué le pareció el programa de gobierno que presentó Piñera?
Lo veo aún inmaduro. Hay planteamientos interesantes que no están suficientemente desarrollados y es poco audaz en otras dimensiones. Uno tiene que pensar que él ha hecho de la falta de crecimiento y de la baja productividad un elemento importante de su campaña y las propuestas que está haciendo en esa materia no cuadran bien con ese planteamiento. Uno puede pensar que podría luego salir con propuestas distintas, pero si uno no las somete a la evaluación de los electores, es muy difícil después tener la fuerza política para poder desarrollarlas.
¿A qué medidas se refiere?
Más que medidas, es la falta de medidas. Él es un candidato que ha hecho del crecimiento y la falta de productividad un elemento importante, uno esperaría que la agenda en esa materia fuera ambiciosa.
¿A qué atribuye esa falta de ambición?
Creo que busca evitar riesgos. Es una candidatura muy conservadora, más allá de lo valórico, faltan propuestas audaces. Una agenda audaz en materia de crecimiento y de productividad caería bien en la derecha. Pero está cuidándose mucho de no generar riesgos en el centro, no ahuyentar votos de otros sectores que se han sumado a la campaña.
Esa disyuntiva ha marcado su campaña. Si bien busca el electorado de centro, también tiene que cuidar su flanco derecho por la irrupción de José Antonio Kast. ¿La encuesta CEP despeja este último temor?
Creo que sí. Ocurre en Chile que la elite se mira mucho el ombligo. Hay fenómenos que ocurren en un número muy pequeño de personas que son interpretados como representativos de la población y la verdad es que la población tiene otras miradas, mucho más transversales. Las opiniones de la gente que se identifica con Piñera no son tan distintas de la que se identifica con Guillier. Incluso, en temas que han sido motivos de crispación en la elite, como por ejemplo el aborto o la gratuidad universitaria. La elite política, en cambio, se abandera muy fuertemente con alguna de estas dimensiones y no introduce los matices que la población está dispuesta a conceder. Creo que la crisis de representatividad tiene mucho que ver con eso, más que con otros factores de descontento.
¿Pero Kast es sólo un fenómeno de elite o su discurso de derecha dura tiene espacio para crecer?
Tal como creo que para las posturas tipo Frente Amplio no hay demasiado espacio, creo que para las posturas de él no hay mucho espacio.
Dada la opción patente de volver a La Moneda, y la necesidad de mantener unido a su sector, ¿Piñera tenía espacio para arriesgar más?
Sí. Y en distintos temas. Él podría haber fijado posiciones más audaces. Si su diagnóstico es que la falta de crecimiento e impulso a la productividad tienen al país estancado, uno hubiese esperado una agenda más puntuda.
¿Qué otras cosas le llamaron la atención del programa?
Me parece que es interesante en materia de salud. Ahí se ve la intención de reestructurar la provisión estatal, de pensar bien el sistema de seguros que tenemos. Hay un diagnóstico y se insinúa una estrategia interesante. Y después, creo que falta un plan que apunte a fortalecer los derechos individuales, la autonomía de las personas para desarrollar sus proyectos de vida personales.
Usted ha alertado que al evitar la agenda valórica, Piñera compra pan para hoy y hambre para mañana. ¿A qué se refiere?
Él se tiene que preguntar cuál es el proyecto político que puede impulsar y que refleje a sus votantes. Y sus votantes son mucho más diversos y matizados en sus opiniones que sus representantes. Eso le permitiría consolidar, además, un crecimiento hacia el centro en estas materias. Y creo que el programa tiene debilidades para poder proyectarse a un proyecto político de largo plazo.
Ante su alta expectativa de triunfo, la centroderecha habla de proyectar al sector en el poder por ocho, 12 años. ¿El programa fija las bases para esa aspiración?
Hay aspectos que apuntan en esa dirección, pero que están insuficientemente desarrollados. Por ejemplo, esta idea de abordar las fragilidades de la clase media creo que va en una buena dirección, pero no ha sedimentado bien en el programa. Y en otros temas, como una mayor apertura a las formas en que la población quiere vivir sus vidas, creo que es indispensable. Todos apuntamos a la modernización económica, pero nos olvidamos que eso va acompañado de una modernización cultural y social importante.
En la agenda valórica, ¿Piñera responde a un tema electoral?
Nunca he hablado con él de estos temas. No sé exactamente cuál es su postura. Yo esperaría que una persona que intenta representar al país más que a un sector, y que entiende que la autonomía es un valor creciente en las sociedades modernas, se la jugara un poquito más por esas ideas, más allá del costo que tuviese que pagar con un sector de su base de apoyo. Porque en el tema del matrimonio igualitario, lo interesante es que los votantes UDI, por ejemplo, tienen mucho más matices que los representantes UDI.
¿Cree que esto es una postura definitiva de Piñera?
Nada es definitivo en política. Todos estos planteamientos se pueden revisar. Una vez que estén en el gobierno van a decir 'qué teclas vamos a apretar' y ahí va a haber una reflexión más profunda, sobre todo si se quiere proyectar el gobierno más allá de los cuatro años, y no cometer los errores que se cometieron la vez anterior, donde hubo una insuficiente reflexión política. Si uno mira hacia atrás, el gobierno insistía mucho en sus logros económicos, de crecimiento, de creación de empleo, que son importantes, pero la gente pide más, una mirada más diversa.
Pero las encuestas demuestran que ese discurso de cifras es efectivo.
Pero eso es en contraste a lo que ocurre hoy. Pero cuando uno se proyecta no es suficiente. Es muy coyuntural esa mirada. Los proyectos políticos, para que se asienten, tienen que estar pensados más allá de la coyuntura. Ese es el complemento indispensable para proyectar al gobierno más allá de cuatro años. Y lo otro que falta atender, es que en las sociedades modernas, cuando hay mucho desarrollo, hay un grupo que se queda al margen.
¿El discurso de la clase media de Piñera deja afuera a ese grupo?
Exacto. O sea, él también matiza su discurso con la idea de reducir la pobreza. Pero de nuevo hay un grupo que no está necesariamente en la pobreza, pero que tampoco se ha subido al carro del desarrollo y ese grupo requiere atención y políticas de otra naturaleza. Qué pasa con todos esos jóvenes que entran al Sename, que quedan marginados y después entran a la delincuencia. Eso requiere una política más sofisticada, más compleja que la de solo dar estos seguros a la clase media y atacar la pobreza.
¿En educación, lo que plantea Piñera va en la línea correcta?
Es una agenda que quiere volver a la sala de clases. Hoy tenemos un debate demasiado institucionalista y yo creo que los docentes, los sostenedores, los directores se sienten un poco ajenos a esa discusión. En eso, creo que la propuesta de Piñera tiene méritos. Pero la pregunta es si no pudo haber sido un poco más audaz en temas como el lucro. Aún no sabemos qué va a pasar con los arriendos, hay toda una incertidumbre, y uno se pregunta si ahí no debió tener una posición más doctrinaria. Ahí yo siento de nuevo que falta audacia.
Piñera ha apostado en casi todos los ámbitos por promover rectificaciones a las reformas planteadas por Bachelet. ¿Es correcto ese enfoque?
No lo sé. La crítica por ejemplo que aparece en su franja -porque no está en el programa- al sistema de admisión centralizada es totalmente equivocada. Creo también que ha cometido un error el gobierno, que no ha defendido bien ese sistema de admisión. Pero ese es el tipo de cosas equívocas, erróneas, que no refleja exactamente lo que es la modernización de ese sistema de admisión y, por lo tanto, es una chambonada lo que se hizo en la franja. Por otra parte, hay temas donde no se ha pronunciado, que es esto de que los colegios tienen que ser sin fines de lucro. Podría decir algo muy distinto, que es que mientras los colegios tengan buenos desempeños no importa cómo estén organizados. Eso es mucho más afín a las ideas del sector que él quiere interpretar y que tampoco es tan grave para la población, que en esto tiene matices, y cree que en la medida en que tengan buenos desempeños no le parece mal que los colegios puedan retirar utilidades.
Usted ha dicho que la clase media es la que ha definido las últimas elecciones y lo ha caracterizado como un segmento "infiel". ¿Esa amenaza también la percibe para un eventual gobierno de Piñera?
Obviamente. Por eso la pregunta es cuál es el proyecto político. Yo soy un convencido de que las reformas impulsadas por este gobierno generaron mucha incertidumbre en las clases medias, que abandonaron rápidamente al gobierno. Ahora, como no son grupos ideologizados, y son más bien escépticos de la política, nadie asegura que después de un año eso mismo no le pueda pasar a Piñera si no logra conectar con estas demandas de la ciudadanía.
"Buscamos una mayor profesionalización del Estado"
Este jueves, el CEP va a presentar una propuesta para modernizar el Estado. ¿Por qué cree que este tema no ha estado en la agenda electoral?
Hay un ánimo en todas las campañas de abordar este tema, pero en ninguno de ellos hay una visión general respecto de una transformación que tiene que ser profunda. Tenemos una sociedad que se modernizó y un Estado que no se ha modernizado a la par. Sólo reaccionamos frente a un problema, como fue el del financiamiento de la política, donde surgió una agenda de probidad que se llevó bastante bien, y que no se ha completado, pero que ha mostrado avances. Pero no tenemos una agenda continua de modernización del Estado.
¿Cuál es la propuesta?
Hay grandes ámbitos de acción. Primero, mejorar el proceso de deliberación de políticas públicas. Por ejemplo, que los informes financieros de los proyectos no sean una página de pdf, sino una planilla excel, que se pueda replicar, donde estén todos los supuestos, para mejorar ese proceso. Segundo, mejorar la gestión. Por eso, proponemos que los subsecretarios sean profesionales, elegidos por la Alta Dirección Pública. Y para cubrir la función política proponemos que haya viceministros. Además, proponemos que sea un proceso continuo, con una institucionalidad política. Por eso, estamos sugiriendo que el gobierno al asumir nombre un ministro coordinador de la reforma del Estado, que podría ser el de Hacienda o el de la Segpres.
Los candidatos siempre apuntan a "sacar la grasa". ¿Es ese el problema?
Nosotros buscamos una mayor profesionalización del Estado, el foco es que tiene que servir a la ciudadanía. Claro que hay que ver cómo se corta la grasa, pero esta no es una discusión respecto del tamaño del Estado, es una discusión distinta.