El martes, Harald Beyer tensionó su ya áspera relación con el Consejo de Rectores de las universidades tradicionales, al subrayar falencias en tres áreas: admisión, duración de las carreras y uso efectivo de los recursos que otorga el Estado. "El sistema protege a las instituciones y no a los estudiantes", disparó el ministro de Educación.

La reacción demoró 48 horas. En una dura declaración de tres párrafos, el Cruch acusó el jueves al secretario de Estado de "traspasar las barreras del respeto cívico y disposición al trabajo conjunto" y de proferir declaraciones "injuriosas e infundadas". "Será muy difícil trabajar en conjunto con el actual ministro", sentencia el comunicado.

Beyer dice que la declaración del Cruch no lo atemoriza. Si se declara sorprendido por una reacción que, según él, no se condice con lo que son los debates universitarios que los rectores bien conocen. Por lo mismo, aquí insiste en sus críticas a la entidad, que a su juicio no estaría cumpliendo su rol como órgano asesor del Ministerio de Educación.

Da la sensación de que su principal batalla el 2013 no va a estar en la calle, sino que en el Consejo de Rectores.

Sí, pero más allá de eso, la declaración fue sorprendente. Los rectores son personas que están acostumbradas a la vida académica, y en la universidad el debate es con franqueza, con claridad y no a medias tintas. Quien haya visto lo que dije no podría decir que dije cosas ofensivas. Me sorprende esto de calificar mis declaraciones de injuriosas, no corresponde a la realidad y refleja un cierto desconocimiento del Cruch de los problemas del sistema universitario chileno que hay que enfrentar. Me parece inaceptable que se condicione la forma en que un ministro tiene que hacer sus planteamientos.

¿Por qué apuntó al Cruch?

El sistema de educación chileno necesita mayor transparencia, mayor fiscalización del Estado y mayor aseguramiento de la calidad. Y para eso hemos enviado proyectos en distintos ámbitos. También hemos allegado más recursos a las instituciones. Ahí queremos tener un debate sobre cómo deben asignarse los recursos para asegurarnos de que sean usados de la forma más efectiva posible. En este debate, los rectores se han sentido incómodos, porque en general prefieren aportes de libre disposición. También, hemos planteado que las carreras son largas y costosas en Chile. Y es muy fácil verlo. Cuando uno se compara con la Ocde, en promedio, duran 4,3 años y en Chile duran 6,3 años. Esto lo planteamos por escrito al Cruch y ellos nos dieron una explicación que no fue satisfactoria.

¿Cuál fue la explicación?

Que tenía que ver con la mala preparación de los estudiantes y con la necesidad de formarlos profesionalmente para el mundo del trabajo. Por escrito, nosotros les hicimos ver que no parecían razonables esas explicaciones. También son relativamente altos los aranceles y si eso se une al largo de la carrera se puede concluir que hay un costo elevado para las familias o para el Estado, eventualmente, y eso lo queremos discutir y revisar. Los países europeos se fueron hace unos años a un modelo de tres o cuatro años de duración, con especialización para quienes quieran, y ese es el tipo de cosas que queremos discutir y son todos temas pertinentes para la realidad chilena.

También criticó el sistema de admisión.

Es donde quizás las diferencias han sido más claras. Yo les hice una propuesta concreta de 10 o 12 páginas, y también cuestionamos la forma en que se implementó el ranking de notas. Y ese cuestionamiento no fue arbitrario: ellos habían publicado el criterio a través del cual se iba a hacer el sistema de admisión en la prensa, ya habían informado los instrumentos que se iban a aplicar, y una vez hecho eso introdujeron el ranking. Nosotros planteamos que se hizo sin el tiempo suficiente y sin los estudios que avalaran que esta era la mejor forma de implementarlo. Este tipo de procedimientos no existe en otras partes del mundo. Sobre todo, cuando ya se han publicado los criterios que les van a exigir a los estudiantes. No les pueden cambiar las reglas del juego a medio camino. Y eso revela una especie de despreocupación por los estudiantes.

Las falencias, sin embargo, no son nuevas. ¿Falló la legislación, la fiscalización o hay intereses comprometidos de los rectores?

La razón original tiene que ver con la historia de Chile. Es un sistema que hace 50 años tenía ocho instituciones y era extraordinariamente selectivo, con muy pocos estudiantes. Cuando surge la PAA, en 1967, la avalan razones técnicas, pero también las conveniencias de las universidades de ese entonces. Pero el sistema se ha masificado, y ahora tenemos muchas más instituciones y el sistema sigue siendo el mismo. Y eso es muy extraño. Esto ocurre porque es muy cómodo para las instituciones, pero creo que un ministro tiene que desafiar este orden de cosas.

Respecto de la extensión de las carreras, los rectores acusan que el propio Estado exige para sus empleos personas tituladas en carreras de cinco años.

Sí, pero el cinco por ciento de la fuerza de trabajo está en el Estado. Lo interesante es que siempre la responsabilidad es de otro, nunca de las propias instituciones. Lo que he tratado de hacer es que las instituciones reflexionen sobre esta situación. Creo que como autoridad tengo derecho a decirlo y a decirlo con franqueza. Y eso es lo que me sorprende de la declaración, porque quieren condicionar mi forma de expresarme.

¿A qué atribuye esa reacción?

Los rectores están muy desbordados por la coyuntura, en el sentido de que hay muchas instituciones y hay muchos estudiantes, y ellos educan al 27% de los estudiantes de educación superior. Y la ley dice que el Cruch tiene que ser un órgano asesor del ministerio, por lo tanto, esa instancia debería estar pensando en el largo plazo, porque la coyuntura siempre nos supera a todos, pero justamente las reuniones, para que sean valiosas, deberían tener esta orientación de largo plazo y habitualmente no es eso lo que uno observa en estos diálogos.

Sin embargo, a usted se le critica por sus ausencias de las citas del Cruch, del cual usted es su presidente. ¿No es parte de sus obligaciones asistir a esas citas?

Yo he ido a varias reuniones, no llevo la cuenta, pero indudablemente que la tarea del ministro es amplia. Nosotros estamos a cargo de la educación de 0 a 27 años, y no siempre coinciden las agendas. Pero más allá de eso, yo siempre he planteado mis ideas con documentos escritos las que les he hecho llegar en todas las oportunidades. He asistido más que otros ministros a estas reuniones, porque me interesa que construyamos un sistema de educación superior que esté a la altura de lo que el país desea. Yo no le tengo miedo al debate ni a la discusión, sé que podemos tener diferencias, pero es importante que esa discusión se dé de cara al país.

¿Ellos rehúyen ese debate?

Ellos quisieran que el debate se concentrara al interior del Cruch y que no trascendiera a la opinión pública. En una sociedad democrática no están los tiempos para eso: una autoridad tiene que ser capaz de plantear con claridad cuáles son sus opiniones sobre las materias que se discuten en el país.

¿Qué evaluación hace del Cruch?

Hay que distinguir. Yo tengo una alta valoración de las universidades que componen el Cruch, he dicho que ahí están las mejores universidades del país. Pero también tengo una mirada con reparos de cómo actúa el Cruch, en el sentido de que se le hace muy difícil, a pesar de que la ley establece que es un organismo asesor, desdoblarse de la coyuntura y estar pensando en cómo queremos el sistema de educación superior para el futuro.

¿Hay una preeminencia de lo político sobre lo técnico?

Claro, uno tiene esa impresión cuando ve las opiniones de los rectores. Pero eso es legítimo. Yo no quiero condicionar la forma en que debe expresarse el Cruch.

Usted acusa una rendición de cuentas insuficiente. ¿Cree que es mera negligencia en la entrega de antecedentes o hay un mal uso de los fondos públicos que se entregan?

No, yo a lo que apunto es a que tenemos que buscar mecanismos de asignación de los recursos que aseguren el mejor uso posible de ellos.

Uno de los últimos choques con el Cruch fue por el nuevo mecanismo de aportes basales. Los rectores acusan que no se les consultó previamente, que es un modelo arbitrario.

Ese es el tipo de cosas que a uno le sorprenden. El 11 de octubre llegó una propuesta al Consejo de Rectores respecto de cómo debieran ser los aportes basales, eso significa que se presentó en el Consejo de Rectores, se les pidió sugerencias. La propuesta que llegó no fue satisfactoria, porque no se hizo cargo del aporte por desempeño. Por eso les hicimos ver cuáles eran nuestras preferencias. No lo planteamos en términos tan específicos, pero sí en generales, no recibimos respuestas y luego se aplicó el criterio que habíamos determinado. Claro, uno siempre puede decir el diálogo debe ser mucho más fluido, más amplio, pero nosotros hicimos un planteamiento, recibimos una propuesta y luego cuando se aplican los recursos vienen los reclamos. Esa no es la forma de proceder.

Rectores y estudiantes le han hecho las mismas críticas: que no dialoga, que no va a las reuniones, que no socializa los proyectos que se envían al Congreso. ¿Usted hace algún mea culpa respecto de esas críticas?

Yo estoy convencido de que cuando uno está en este cargo y tiene que abordar tantas materias comete muchos errores. En este sentido, no creo que mi gestión haya sido impecable. Soy el primero en reconocer que pude haber cometido errores. Pero al final, lo importante es que hemos levantado temas relevantes en torno a los cuales hay que generar un debate abierto y, más allá de las diferencias que puedan separarnos en aspectos específicos, con mirada de Estado. No hay nada ideológico respecto de tener un buen sistema de educación en la universidad, no hay nada ideológico respecto de tener carreras más cortas y más baratas, no hay nada ideológico con tener un mejor sistema regulatorio. Más allá de la forma en que esto se plantea, yo creo que son temas relevantes para el país. Lo importante es discutirlo y yo siento que se está intentando eludir la discusión de estos temas.

¿Cómo proyecta la relación con el Cruch de ahora en adelante? Da la sensación que tras lo ocurrido esta semana, los rectores limaron sus diferencias internas y se alinearon.

Yo soy por naturaleza una persona optimista y creo que si realmente nos sentamos a conversar sobre esas materias vamos a tener... pero con franqueza... vamos a tener una relación productiva, fluida. Yo no retrocedo ante estos episodios y creo que más allá de la sorpresa que me provoca la declaración del Consejo de Rectores, me parece que hay espacios para seguir liderando y producir cambios relevantes. Además, luego se va a conocer un informe realizado por un organismo internacional sobre la PSU, que seguramente nos va a arrojar luces de esto de los cambios adicionales que hay que introducir en este instrumento. No tengo duda de que vamos a poder tener un diálogo provechoso más allá de este tira y afloja, muy propio en un país donde la gente tiene distintas opiniones y donde las instituciones muchas veces son celosas de la opinión que pueda dar una autoridad.

Le pregunto por la relación futura, porque el propio Cruch ha dicho que tolerará la repetición de sus críticas y ha advertido que será muy difícil trabajar con usted.

Yo nunca he tenido problemas para trabajar con nadie y esta frase de que es casi intolerable la relación conmigo, me parece que no es propia de un conjunto de rectores que están acostumbrados a un debate franco en sus propias universidades. Esa es tal vez la parte de la declaración que más me sorprende.