Puede que su melodía resulte empalagosa, que las miles de réplicas de su estilo de baile ya no carguen con la sorpresa del video original y que en un par de años se trate de otro himno efímero remitido a un programa de recuerdos. Pero Harlem shake, esa cancioncilla graduada como el gran fenómeno de la web en lo que va de 2013, casi tomando la posta de ese otro suceso global llamado Gangnam style, ostentará a futuro un mérito asestado por pocos: haber cambiado para siempre los principios de la industria de la música.
En febrero pasado y atendiendo al explosivo impacto del tema, el ranking Billboard decidió quebrar su tradición e incluyó en sus mediciones las visitas en YouTube registradas por los últimos lanzamientos, lo que se suma a una metodología que, hasta ese entonces, sólo consideraba las ventas físicas y digitales, las pasadas en radio y las emisiones en los servicios de streaming. Gracias a los nuevos tiempos impulsados por su propia irrupción, Harlem shake ya cuenta tres semanas como número uno del Hot 100 de Billboard, pese a reportar ventas que sólo alcanzan las 262 mil copias.
De algún modo, el listado de canciones más reputado de EE.UU. se hacía cargo de otro impacto profundo nacido desde la web y que tiene varios progenitores, casi como una paternidad múltiple donde cada involucrado fue aportando al crecimiento de la cría. El primero de ellos fue el DJ y productor estadounidense Baauer, quien el 22 de mayo del año pasado lanzó la canción del mismo nombre, alcanzando apenas una repercusión acotada en los rankings de música dance.
Varios meses después, el pasado 30 de enero, el bloguero cómico Filthy Frank colgó un video con el tema asociado a una coreografía sin grandes patrones, incitando a sus seguidores para que se aventuraran en su propia versión del experimento. Los primeros en aceptar el desafío y que casi de manera casual establecieron las reglas tras el nuevo estilo de baile, fueron un grupo de cinco universitarios australianos denominados The Sunny Coast Skate y que, tras subir su registro, generaron una reacción viral que hasta hoy no tiene fecha de vencimiento.
La fórmula
Fue una tan zonza como efectiva: con una duración de 30 segundos, el video -y todos los que lo han emulado en el último mes- sitúa su primera mitad en un ambiente cualquiera desde donde emerge un bailarín solitario que porta un casco o una máscara y que se mueve sin mucha sincronía, al ritmo de la pegajosa composición, la que repite el grito de guerra "con los terroristas", extraído de un tema del reggaetonero Héctor el Father. A su alrededor, nadie se inmuta. Luego, cerca de los 15 segundos, los presentes se suman al desmadre del protagonista principal y empiezan a bailar bajo un trance espasmódico, a menudo sin ropa o portando disfraces que harían enrojecer a Lady Gaga.
Harlem shake ya cuenta con 40 mil videos que replican la misma performance, los que totalizan más de 200 millones de visitas. Además -y como la más predecible consecuencia de un hit reproducido desde YouTube- diversas celebridades han hecho su propia lectura del éxito, listado que encabezan Los Simpson, las estrellas de la NBA, el ejército noruego, los reputados equipos de rugby de Nueva Zelandia, los jugadores del Manchester City y la marca Pepsi, firma que usó el tema y el baile para una publicidad reciente.
Como un guiño más cercano, Jonas Brothers tomaron la canción para iniciar su show en Viña 2103, mientras que desde ayer circula un registro donde un bailarín desata la fiesta en plena conferencia de la Juventus, con el chileno Arturo Vidal como uno de los presentes (y moviéndose con una corona en la cabeza).
Eso sí, el arribo del éxito de Baauer también llevó a la prensa estadounidense a realizar una advertencia casi como pie de página: el concepto Harlem shake no era totalmente nuevo. En 1981, un bailarín de Harlem, bautizado como Al B., impuso un estilo coreográfico que luego se popularizó por otras zonas de Manhattan bajo ese mismo nombre. Tras dos décadas en circuitos callejeros, el rapero G. Dep lo adaptó para utilizarlo en el video de Let's get it, su hit de 2001 y la creación que instaló a Harlem... en el léxico más masivo.
Eso sí, el tema actual y la frenética coreografía no tienen vínculo alguno con el baile ochentero y sólo apuntan a una simple coincidencia de nombre.