La alta costura respira. Conforme al vientecillo que alivia a quienes visitan este exclusivo espectáculo de la moda en los cálidos días de julio parisinos, los desfiles de "haute couture" para Otoño-Invierno 2010-2011 fueron frescos y con aires de ligereza, pero llenos de fuerza.

Es cierto que la mayoría de desfiles tuvieron lugar sobre pasarelas más bien abarcables, y que faltó el revuelo habitual. Pero las ventas de "couture" parece que vuelven a estar en alza. Y precisamente más en este pequeño y distinguido sector, destinado a mujeres que pagan cifras millonarias por vestidos realizados a mano y cortados a medida.

"El porcentaje de clientas que viene a ver los desfiles varía entre un 30 y un 40 por ciento", dijo el diseñador Elie Saab recientemente en el diario especializado "Women's Wear Daily". A muchas no les resulta cómodo dejarse ver en un desfile.

El libanés, que presenta mañana sus diseños, está considerado una de las estrellas locales del sector. Pero también otras casas como Dior, Chanel o Armani señalaron que sus cifras de ventas de alta costura siguen una línea ascendente.

En este sentido, es agradable ver a una considerable representación de actrices, prensa y clientas superricas en el desfile de Armani. Sin embargo Charlene Wittstock, una de sus habituales, faltó. Las modelos lucieron modelos desenfadados pero elegantes: pantalones de pierna ancha, chaquetas de diseños suaves con hombros marcados, faldas hasta la rodilla con vaporosos ribetes y envolventes vestidos que se adaptaban de forma muy favorecedora a los cuerpos de las modelos.

Éstas, con sus largos cabellos rubios perfectamente peinados, recordaban a las bellezas de los 70 como Faye Dunaway, Veruschka o Jerry Hall. La paleta de colores fue suave: marrón tabaco, beige, camel, chocolate y rosa palo.

PRIMER DIA

En la jornada anterior, Dior desplegó un desfile grandioso convirtiendo la pasarela en un jardín donde los vestidos emulaban detalles florales. El espectáculo tuvo lugar en una carpa del parque del Museo Rodin y constituyó todo uno homenaje a la famosa colección que lanzó a Dior allá en 1953.

John Galliano la reinterpretó con aires futuristas y a la vez románticos: las faldas parecían cálices, a veces más redondeados como en los claveles y otras más picudos como en los tulipanes, o bien se juntaban como pétalos en capas de género decoradas con motivos de orquídeas pintados a mano.

Modernos abrigos que emulaban a las rosas del azafrán, en mohair color lila, contrastaban con las ajustadas prendas superiores de espalda en pico, en el estilo de los 50. Pero para que el resultado final no luciera demasiado acicalado, envolvió las cabezas de las modelos en celofán -como si fueran ramos de flores para regalar- y les hizo peinados con los que parecían cactus.

La paleta de colores cortaba el aliento: naranja fuego, amarillo, turquesa, lila o verde suave. Y Galliano logró reunir en su desfile a un buen puñado de guapas y jóvenes actrices: las estadounidenses Jessica Alba y Blake Lively y las francesas Roxane Mesquida y Nora Arnezeder.

Mucho más íntimo fue el desfile de Adeline André. La "couturière" presentó con su colección una galería del arte del vestir. Las modelos lucieron vestidos camiseros y tipo tubo con tirantes de organza o georgette de seda. Sencillos, con bellos degradados de color y artísticos cortes favorecedores. Fue una presentación ligera, elegante y también fresca, en línea con el espíritu de estos desfiles.