Juan Andrés Fontaine: "Hay un desconocimiento real de nuestras autoridades de cómo funcionan la economía y el sistema financiero"
"En el caso de la reforma tributaria, no me gustan ni el tono ni la sustancia". Así de directo es el economista y ex ministro del gobierno pasado Juan Andrés Fontaine, quien, pese a sus críticas, califica como útil y razonable el debate que se ha dado. Es más, no comparte la opinión de quienes lamentan que esta discusión haya tomado un carácter dogmático o ideologizado: "Estoy satisfecho con lo que se ha estado observando".
Usted es de los pocos que no creen que el debate se ha ideologizado.
Todas estas materias pueden tener una raíz ideológica, pero no veo nada criticable en ello, así es como opera el debate político en el mundo. Lo que sí aprecio de pronto es una actitud extremadamente cerrada por parte del gobierno y de sectores oficialistas.
¿Por ejemplo?
Vi al economista Eduardo Engel lamentando que los críticos del proyecto tributario no aceptaran que esta reforma ya obtuvo el voto popular en la elección pasada, aludiendo, aparentemente, a que él cree que en Chile existe una democracia plebiscitaria. En Chile existe una democracia parlamentaria, y los proyectos que provengan de una presidenta que haya sido elegida mayoritariamente tienen que ser pasados por el cedazo del Parlamento y la opinión pública.
Pero esta postura no es más que un reflejo de la posición del Ejecutivo, que ha dicho que no se moverá de lo planteado en el programa de gobierno.
Creo que esa fue la intención inicial, pero ya hay señales de movimiento, como las indicaciones que recién se hicieron. Pero no contribuyen al clima constructivo, que tiene que imperar en un debate de este tipo, las actitudes descalificatorias que se observan en algunos partidarios de la reforma.
¿De quiénes?
Vi al ministro de Hacienda, Alberto Arenas, descalificando como mera defensa de intereses o como repetición de una monserga las críticas que ha recibido de muchos sectores el proyecto. Me parece que ese tipo de actitud no ayuda.
Actitud que encuentra respaldo en el Congreso, por la mayoría que tiene el oficialismo...
Pero esa mayoría no está formada por autómatas, que yo sepa; son parlamentarios con capacidad de evaluar los argumentos seriamente. Yo conozco a muchos, me tocó trabajar con ellos como ministro, y tengo muy buena idea de su capacidad para abrirse a un debate serio respecto de un tema tremendamente importante como es el de la política tributaria.
Usted ha afirmado que la reforma tributaria tendrá un impacto en el empleo y el crecimiento económico. ¿De qué forma?
El martes pasado, la Presidenta Michelle Bachelet dijo que hay mucha fantasía en esta discusión, y creo que lo que es realmente fantasioso es decir que una reforma de esta magnitud no va a ocasionar algún efecto negativo en el empleo y en la pequeña y mediana empresa. De hecho, creo que la Presidenta está mal informada, porque ella sostiene, lo mismo le escuché decir al ministro Arenas, que la pyme no sufre ningún efecto con la reforma. Sin embargo, sí lo tiene.
¿Con cuál cambio?
La reforma contiene la derogación de los regímenes llamados 14 bis y 14 quater de la ley de la renta, los que son utilizados por más de 100 mil pymes, porque les significa pagar, en algunos casos, cero impuesto por aquella parte de la utilidad que reinvierten. Ellos pierden ese mecanismo, por tanto, mal puede decirse que no sufren efectos por la reforma si el mismo proyecto de ley contiene esta derogación.
¿En qué otro punto no está de acuerdo?
Por perseguir el objetivo de reducir la desigualdad, hay un intento por elevar fuertemente la tributación a la renta del capital. Vale decir, a las utilidades que se obtienen de las inversiones y, específicamente, a las reinvertidas, porque la parte no reinvertida, la que se distribuye a los socios, de verdad baja un poco su tributación de 40% a 35% en el margen. Pero aquella parte de la utilidad que se reinvierte y que queda en las empresas generando empleo y crecimiento es la que sube en su tributación, de 20% hasta 35%.
El Ministerio de Hacienda ha negado tajantemente que se suba el impuesto a las empresas de 20% a 35%.
No puede negarlo tajantemente, porque el objetivo del proyecto es que la utilidad retenida por la empresa, que hoy día paga 20%, pase a pagar hasta 35%. El impuesto a las utilidades retenidas de las empresas es lo que, en las tablas de la Ocde, se considera el impuesto que pagan las empresas; lo otro es el impuesto que paga el socio y eso, en el caso chileno, hoy llega hasta 40% y con esta reforma se rebajaría a 35%. Eso lo encuentro positivo, ya que quedamos más o menos en el sector medio entre los países Ocde en lo que se refiere a utilidades retiradas, pero frente a las utilidades reinvertidas el movimiento es inverso: subimos de 20% a 35% y quedamos en el tope, sobre Alemania, Francia y España, etc.
EFECTO EN LA ECONOMIA
¿Cuál es el impacto que tendría esta alza en las empresas?
El fondo de la reforma, el corazón de la reforma, para mí, es un incremento significativo con fines redistributivos del impuesto a las utilidades reinvertidas de las empresas, y eso, obviamente, dañará su capacidad económica para crear empleo, invertir y crecer. Eso no puede sino afectar la utilidad neta esperada de las inversiones.
Los partidarios de la reforma han insistido en que no impactará el crecimiento ni la inversión.
Se ha argumentado que para el 95% de las empresas, que son las micro y pequeñas, esto no es relevante, porque sus socios, en general, tienen una tributación personal más baja. Entonces, al transferir finalmente la utilidad de la empresa hacia el socio, el SII le devolverá parte del impuesto pagado a nivel de la empresa o todo el impuesto, dependiendo del caso. Me parece que eso es válido, excepto que muchas de estas empresas tienen hoy mecanismos aún más favorables porque pagan cero sobre las utilidades reinvertidas a través del artículo 14 bis y 14 quater. Pero estos beneficios se pierden con la reforma. Ahora, la implicancia siguiente cuando se dice que sólo el 5% de las empresas se verán afectadas es como si eso fuera muy poco.
¿Y no lo es?
Ese 5% corresponde a 40 mil empresas aproximadamente, responsables de dos tercios de los empleos y del 90% de las ventas. O sea, ahí es donde está en buena medida el PIB de Chile. Además, la autoridad argumenta que este grupo tendría, en principio, libre acceso al mercado de capitales. En consecuencia, podría financiar la estrechez económica que les producirá el mayor pago de impuestos acudiendo al mercado de capitales interno o externo.
Eso implica sí o sí endeudarse.
Efectivamente, eso supone que las empresas tienen acceso ilimitado al endeudamiento, pero todos sabemos que la deuda no es gratuita, exige garantías siempre escasas y las debilita financieramente. Por tanto, este argumento abarca sólo a las mil grandes corporaciones chilenas que tienen acceso a emitir bonos o a créditos sindicados a tasas de interés más moderadas. Incluso, respecto de estas firmas, el argumento de la autoridad es falaz, porque si fuera así, no estaría Codelco hoy pidiéndole al gobierno un aumento de capital para financiar sus proyectos. Si Codelco necesita capital propio para financiar su proyecto, qué queda para la gran empresa chilena, la mediana y la pequeña. De manera que ese argumento no sólo me preocupa por el impacto en las empresas, sino por lo que implica de desconocimiento real de nuestras autoridades económicas de cómo funcionan nuestra economía y nuestro sistema financiero. Lo digo esto con seriedad.
¿Usted realmente cree que el ministro Arenas y su equipo no conocen cómo funcionan?
Creo que aquí hay una manifestación de desconocimiento por parte de la autoridad de la realidad empresarial chilena, que es muy preocupante. Al equipo económico lo aprecio como personas y economistas, y les creo cuando plantean esta reforma como su manera de pensar, por tanto, creo que es un problema más bien de información. Ahora, no niego que hay una percepción ideológica y de hacer crecer el tamaño del Estado para dotarlo de más facultades. Aquí también hay un punto que rescato, que es pretender fortalecer el Estado con más impuestos y no con más deuda, pero, claro, es más fácil subir el impuesto a las empresas que el IVA.
Dados sus argumentos, ¿siente que ha faltado un discurso más fuerte de los empresarios para defender su actividad?
Creo que los empresarios, al final, se van a adaptar a cualquiera sea la reforma. No me preocupa la defensa de los empresarios en esto, lo que sí me preocupa es que este es un cambio que, al alterar los mecanismos que tenemos y que se han probado muy eficaces para regular la inversión, el ahorro y la creación de empleo, se daña la marcha de la economía y a los sectores más vulnerables, precisamente, por un bajón del empleo.
¿Cuál es el impacto en el crecimiento?
He visto cálculos que hablan desde 0,5% a 1% menos de crecimiento potencial. Yo no lo he hecho, porque todos esos cálculos, que están basados en ejercicios de elasticidades, si bien son ilustrativos y ayudan a poner en cierta dimensión el problema, no creo que capturen el impacto en las expectativas.
¿Se refiere a las expectativas de mejorar la distribución del ingreso?
Lo que se ha hecho es crear expectativas de que crecientes impuestos sobre la renta de capital permitirán mejorar la distribución del ingreso. Como yo creo que al subir los impuestos sobre el capital se afecta el crecimiento del empleo y eso deteriora la distribución de ingreso, el temor que va a surgir es que se decida repetir la dosis. Que se piense que no haya sido suficiente y entremos en una espiral de impuestos o regulaciones crecientes, como lo que vivió Chile en los años 60 y comienzo de los 70. Entonces se hizo un esfuerzo, mediante instrumentos económicos, por alterar la distribución del ingreso vía impuestos, regulaciones y expropiaciones. Cada vez que se veían malos resultados, la reacción era insistir en la dosis, hasta que la economía finalmente se trancó. Creo que es una pendiente por la cual muy fácilmente podemos deslizarnos y es inconveniente.
La propuesta del gobierno establece que se duplicará el pago de impuesto a la renta por parte del decil de mayores ingresos. ¿No ayuda eso a mejorar la distribución del ingreso?
Ese es un cálculo estático que supone que la economía no se adapta a este mayor impuesto. La economía es un cuerpo vivo: si se interviene con un aumento de impuesto, se producen ciertas reacciones, y éstas son las que van en la dirección de menor crecimiento económico, menor inversión, menor creación de empleo, y eso daña, precisamente, a los sectores más vulnerables.
El gobierno también dice que la recaudación final será de 3% del PIB. ¿Tampoco ayuda?
Claro, puede que la reforma recaude un 3% adicional del PIB o 2,5%, porque el otro medio punto es el supuesto de menor evasión, pero la pregunta siguiente es sobre qué PIB. Entonces, si efectivamente por efecto de todo este mal ambiente que genera la reforma, la economía baja su tasa de crecimiento potencial desde el 5% al 3%, la recaudación en los años iniciales después de la reforma puede ser superior, pero a medida que se va quedando atrás el crecimiento, la recaudación empieza a perder fuerza.
Las autoridades señalan que, con esta reforma, Chile queda al nivel de los países Ocde, que en su mayoría hoy muestran buenos resultados económicos.
Eso es válido respecto del promedio, pero prefiero mirar las economías de mayor desempeño, las que crecieron más rápido cuando tenían un ingreso parecido al nuestro. En ese momento tenían impuestos más bajos, y ahí están Corea, Japón y España. Pero es cierto el argumento de que, en promedio, lo que se está planteando nos asemeja a lo que era el comportamiento de la Ocde cuando tenía un nivel de desarrollo parecido al nuestro, pero con un detalle: eso es válido respecto de la carga tributaria total, pero lo que se está proponiendo acá es una carga tributaria mucho más alta sobre las empresas, y la diferencia es que esas economías tenían una carga tributaria más alta sobre las personas. Y eso, por lo demás, es una enseñanza que repite la Ocde en su documentación habitualmente: los impuestos a las empresas son peligrosos, porque éstas reaccionan invirtiendo menos y creando menos empleo.
Así como está el proyecto, ¿no cree entonces que tenga una incidencia en la distribución del ingreso?
La trayectoria de desarrollo de los países europeos es que a medida que han ido teniendo un ingreso más alto, con una clase media más pudiente, han ido haciéndole pagar a esta clase media un porcentaje mayor de impuesto a la renta que, a su vez, financia servicios como educación, salud, etc. Ese es el contrato social que está detrás de los llamados Estados de bienestar. Las personas pagan más impuesto, pero reciben del Estado más beneficios. No es eso lo que se está proponiendo acá; aquí se está proponiendo una fórmula que pague Moya, que pague la empresa esos mayores servicios.
En el largo plazo, ¿no se logrará mejorar el ingreso con una mejor educación, que es el objetivo final de financiamiento de la reforma?
Ese es un fin en sí mismo. Mejorar el acceso a educación de calidad en Chile es una prioridad, en consecuencia, lo que hay que hacer es buscar el financiamiento para eso al interior del presupuesto fiscal, reasignando partidas de gasto, y si no alcanza con esa reasignación, buscar financiamiento alternativo. No me niego, en presencia de un proyecto educacional convincente, a subir la carga tributaria, pero no es lo que estamos viendo en este momento.