El director de cine de animación japonés Hayao Miyazaki se jubila. Con 72 años y varias obras maestras en su currículo, decidió dejar a un lado el lápiz con el cual creó también el último largometraje The wind rises, en la competencia de la 70 Mostra de cine de Venecia. Koji Hoshino, su compañero en la dirección del estudio de producción Ghibli, anunció en la orilla de la Laguna que el creador "ha decidido que este fuera su último trabajo". No dio más detalles a los atónitos periodistas, y los ha emplazado a una próxima rueda de prensa del propio Miyazaki, en Tokio .
La noticia conmocionó al público que llegó al Lido para admirar la última historia animada del creador de Mi vecino Totoro, La princesa Mononoke y El viaje de Chihiro (ganadora en 2001 del Oso de Oro en Berlín y del Oscar al mejor filme de animación). El certamen cinéfilo más longevo del mundo brindó varios homenajes a Miyazaki en su larga vida: en 2004, seleccionó en la competencia oficial El castillo ambulante; en 2005, le otorgó el León de Oro de honor por su trayectoria; en 2008, se hospedó para presentar Ponyo en el acantilado. Este año, quizás más cansado y achacado, el director se quedó en Japón y mandó a su socio para acompañar su última, lírica, gran historia.
The wind rises cuenta la vida de Jiro Horikoshi, un muchacho nacido en un pueblo de campo que sueña con volar, pero sufre miopía y no puede ser piloto. Jiro lee revistas especializadas, vive con la nariz hacia el cielo, estudia y se empeña y finalmente es fichado por una importante industria aeronáutica. Se convierte en hábil diseñador de aviones, siguiendo las huellas del mítico ingeniero italiano Giovanni Caproni (1886-1957), que se le aparece en sueños.
La idea romántica de desafiar la gravedad y librarse en el aire choca con lo que pasa en el mundo: la II Guerra Mundial, con Japón al lado de Adolf Hitler, convierte los portentos tecnológicos de Jiro en instrumentos de muerte.
Se trata de la vida, novelada, del ingeniero Horiko que inventó para Mitsubishi los temibles cazas Zero. Gracias a la innovación técnica y en materiales, estas avionetas resultaron más maniobrables que la mayoría de los cazas aliados. Durante el ataque de Pearl Harbor en 1941, Japón consiguió causar importantes daños a los estadounidenses, antes de que los aliados superasen en técnica y en táctica a este aparato. A partir de 1941, cuando ya comenzó a perfilarse la derrota de Japón, estos aviones se emplearon para los ataques kamikaze.
Pero la película de Miyazaki es un canto de laude para la genialidad de la mente humana y la valentía de soñar y amar, en el medio del desastre. El viento es el gran protagonista. Una fuerza invisible y potente que robando el sombrero al protagonista le hace enamorar de la bella y enfermiza Naoko.
The wind rises, que es menos efectiva y lograda que otras obras del director, parece su película más personal, casi biográfica. Como Jiro, Miyazaki -cuyo padre era dueño de una industria de componentes para aviones- está fascinado con la idea de volar. El viento es una especie de amuleto en su vida: Ghibli -viento en japonés -es el nombre que en 1985 el artista y su colega Isao Takahata eligieron para su sociedad. Los dos se conocieron cuando trabajaron en las series de televisión Heidi, Marco y Ana de las tejas verdes. Juntos, ganaron el Oscar, el Oso de Oro, y, sobre todo, llevaron al mundo entero la poesía y la ternura de los dibujos animados nipones. Un patrimonio que no deja de hechizar y enseñar a niños y adultos.