Hegemonía de familia tradicional da paso a modelos más diversos y con menos hijos

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Cambios socioculturales se reflejan en leyes como la de divorcio, de filiación y la reciente de Acuerdo de Unión Civil.




Hablar hoy de familia en Chile es considerar muchos tipos y configuraciones. Reconocidas o no por el Estado, existen familias nucleares, extendidas, reconstituidas, homoparentales y monoparentales, por nombrar algunas.

El matrimonio y la convivencia dejaron de ser el único vínculo para conformar un hogar, según un estudio del Centro de Encuestas y Estudios Longitudinales de la U. Católica (Ceel UC), que caracterizó la evolución de la familia en el país en los últimos 60 años. A partir de la Encuesta de Ocupación y Desocupación de la U. de Chile -que considera datos para el Gran Santiago entre 1957 y 2016-, la investigación determinó que entre 1957 y 1989, en el grupo de 29 a 33 años, el 35% eran cónyuges o parejas, proporción que a partir de mediados de los 90 cayó a un poco más del 20%.

En el grupo entre 24 y 28 años, hasta mediados de los años 70 el porcentaje rondaba el 30%. Hoy es apenas un 10%.

"Hay una menor prevalencia de matrimonios y de relaciones de convivencia al interior de los hogares, con una caída más acentuada para las generaciones jóvenes", explica David Bravo, director del Ceel UC.

Chile ha cambiado. En 1957, el 17% de los hogares reconocía que era una mujer la jefa de hogar, situación que no implica que viva sin pareja, sino que ella asume ese rol. Para fines de los 90 ya llegaba al 20%, cifra que partir del año 2000 se incrementa y actualmente alcanza el 28%.

Aumenta, a su vez, la cantidad de hogares, dice José Olavarría, sociólogo y académico de la U. Academia de Humanismo Cristiano. "En 1990 había tres millones de familias, hoy hay casi cinco. Ese incremento de casi el 50% es mucho mayor que el crecimiento de la población".

Más hogares, pero con menos integrantes. Entre 1957 y 1974, dice el estudio Ceel UC, un hogar en Chile tenía en promedio 5,7 personas. Ese número baja a 4,5, entre 1992 y 2006. "Y en 2016 llega a cuatro personas por hogar ", dice Bravo.

La caída se aprecia en todos los quintiles de ingresos, aunque es mucho más fuerte en los inferiores, agrega. Así, en el más bajo, es de 3,3 personas y en el más alto, 4,5.

Disminución del tamaño de los hogares que se basa en una fuerte caída en el número de niños dentro del hogar. Un análisis de la Encuesta Casen, de José Olavarría, muestra que entre 1990 y 2011 se elevó el porcentaje de hogares con un solo hijo, pasando del 46,3% al 58,4%.

Además, el promedio de hijos por mujer ha disminuido. En 1961 esa cifra tuvo su nivel más alto, de 5,43, que bajó a 2,73 en 1978. Para 2012 esa cifra fue de 1,8.

Nuevas familias

Aquellas familias constituidas por un solo padre (papá o mamá) y sus hijos, conocidas como hogares monoparentales, aumentan paulatinamente en el tiempo, indica Olavarría.

En 1990, según datos de la Encuesta Casen, representaban al 22,2% de todas las familias. Para 2009 alcanzaron el 27,6%. Hoy llegan al 33,6%.

Actualmente se pueden establecer lazos de filiación sin tener una relación de pareja, dice Herminia Gonzálvez, académica e investigadora de la U. Central. "Es el caso de las adopciones de personas solteras (la ley de adopción permite adoptar a personas solteras, viudas y divorciadas en tercer lugar en el orden de prelación) y de las inseminaciones artificiales de mujeres solteras".

El orden tradicional en el proceso de formación de una familia se ha invertido. "El encadenamiento que considera primero el emparejamiento, luego el matrimonio, seguido por la corresidencia y después el nacimiento de los hijos/as, se transforma adquiriendo configuraciones que no tienen por qué dejar de lado la posibilidad del matrimonio, sino que este adquiere posiciones diferentes en esta cadena", señala Gonzálvez.

La juventud se torna más extensa y las decisiones que marcan la adultez, como el matrimonio y mantenerse económicamente de forma autónoma, se retrasan. "El alargamiento de la soltería tiene una menor carga negativa, que la soltería para siempre, como una opción que no descarta la maternidad o la paternidad (madres solteras por elección)", indica Gonzálvez.

Los chilenos se casan más tarde. En 1980, los hombres lo hacían a los 26,6 años en promedio y 23,8 para las mujeres. Una década después, esa cifra fue 27,5 y 25, respectivamente. Hoy es de 35,9 años para ellos y 32,6 años en las mujeres.

Bajan, a su vez, los matrimonios: en 1996 la cifra era 83.547 y en el año 2005 hubo un total de 53.842. Además, crece el número de personas que optan por convivir antes de establecer legalmente el vínculo (6,8% en 2000 a 10,6% en 2011).

Cambio legal

En la última década, Chile se abre a pensar qué es familia. "Las relaciones familiares se construyen, no vienen dadas, cosa que antes era imposible pensar. Un escenario distinto al que estábamos acostumbrados hace tan poco y la legislación lo muestra", dice Florencia Herrera, académica de la Escuela de Sociología de la U. Diego Portales.

Ejemplo de ello es la modificación a la Ley de Matrimonio Civil de 2004. Desde 1923 la nulidad era la opción para disolver el matrimonio bajo causal de incompetencia territorial del oficial del Registro Civil, porque el domicilio declarado por uno de los contrayentes no correspondía a la circunscripción del oficial que los casó.

Relevante también fue la Ley de Filiación de 1998, que terminó con la figura del hijo ilegítimo y que influyó de manera notoria: si en 1990 el 34,3% de los niños nacían fuera del matrimonio, hoy superan el 70%, según el Registro Civil. En 1960 eran apenas el 15,9%.

Y en octubre del año pasado otra modificación que ha implicado grandes cambios, dice Herrera, es el Acuerdo de Unión Civil (AUC), que permite a parejas del mismo sexo regularizar los aspectos jurídicos propios de una vida afectiva en común. "En 1990 era impensable el reconocimiento de diversidad sexual", dice Olavarría.

La familia conyugal perdió su monopolio, agrega Herrera, "dentro de ciertos marcos hay más libertad para hacer familia".

Tensiones

"La familia hoy está tensionada por el mundo del trabajo", indica Olavarría. En la constitución y permanencia de la familia no sólo son importantes las relaciones afectuosas y el amor, sino que también el acceso a trabajo, que permita mantener una calidad de vida.

"Lo que encontramos en Chile es que las familias, sobre todo en parejas biparentales, piensan que su estabilidad en el trabajo es siempre precaria, que de un día a otro pueden perder el trabajo". Eso explica que el deseo de tener más hijos exista, dice Olavarría, pero no los tienen, porque no tienen el ingreso ni las condiciones de trabajo para hacerse cargo de más.

"No le es fácil para una pareja vivir con $ 400 mil y el quiebre de la pareja muchas veces no se produce por los afectos, sino por las condiciones de ingresos que no pueden resolver como pareja".

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