El nuevo presidente de la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa), Hermann von Mühlenbrock, es un convencido de que "la calidad de la gente" es lo que diferencia a una empresa competitiva de una que no lo es. Y estima que "no hay ninguna duda que las empresas que tienen excelencia en sus relaciones laborales son empresas más exitosas que las que tienen más conflicto". En su estreno como nuevo timonel de la Sofofa, Von Mühlenbrock aborda su agenda y los temas que preocupan al empresariado.
Usted enfatizó en su primer discurso que los empresarios no solo pagan impuestos y generan empleo ¿Cuál es su diagnóstico tras esa afirmación?
La empresa es mucho más que eso. Uno se pregunta por qué la gente tiene una tan mala impresión del empresariado, por qué hay una aceptación tan baja, cercana al 20%. Debemos tener muchas carencias y seguramente hay muchas cosas que no hacemos bien, pero creo que nos falta comunicar mejor lo que hacemos. El objetivo de la empresa es sobrevivir en el tiempo y, para eso, tiene que atender equilibradamente a los stakeholders o públicos de interés: sus clientes, personas, accionistas, proveedores y a la comunidad donde está inserta. Todos ellos tienen que estar contentos.
¿El descontento social y las paralizaciones de las últimas semanas reflejan que eso ha fallado?
Creo que en los años de elección hay una cierta tendencia a que los temas laborales se pongan un poco más álgidos. Las movilizaciones que hemos visto no son negociaciones legales, es un poco una lucha de poder. Se están pasando señales, quizás, con objetivos más políticos que lo que efectivamente está pasando en la empresa, porque el sector privado sigue mostrando un bajo nivel de huelga y de conflictividad.
¿Están preocupados por el clima de efervescencia social?
Ya pasarán las elecciones y esperamos que esta efervescencia laboral se tranquilice y se maneje bien por los actores. Nos preocupa que este año la discusión política se haga con respeto. Pese a todo, creo que el país seguirá con la tendencia de bajo desempleo, de mejores remuneraciones y más acceso a bienes. Este país cambió y eso hace que se visibilicen ciertos problemas; que las comunidades ya no acepten cosas que antes admitían, que estén empoderadas y que no quieran un montón de cosas. Hay que entender eso.
¿Cómo deben enfrentar las empresas este escenario más exigente?
La empresa tiene que relacionarse con su entorno. Hoy no basta con cumplir la ley. El que crea que porque cumplió la ley se ganó el cielo, no es así. Hay que conversar con la comunidad, preguntar cuáles son los problemas, por qué lo que hacemos les molesta, cómo lo podemos mitigar. No sólo hay que invertir en la gente que trabaja en la empresa, sino que también en la comunidad. Hay un desafío por delante en esa materia.
¿Debería establecerse por ley un mecanismo que regule la relación con las comunidades?
Así como pienso que la negociación dentro de la empresa es el mecanismo de los grandes acuerdos, en el tema de las comunidades es lo mismo. Puede que las cosas sean un poco más lentas, pero resultan de una vez y con la aceptación de la comunidad. Tenemos que ser un país mucho más de acuerdos, mucho más de diálogo.
¿Qué se juega en las elecciones presidenciales de este año?
Decir nada sería políticamente correcto, pero creo que lo más importante -y que cambió hace un montón de años-, es que en las elecciones ya no se juega la vida del país. Afortunadamente hoy todo el mundo tiene claro, incluso existe consenso entre los políticos, en que la empresa privada es el motor del crecimiento, que debe haber apertura económica. La línea gruesa no va a cambiar.
¿Una nueva reforma tributaria tampoco alteraría el panorama?
Con los impuestos hay que poner atención, porque un cambio tributario se paga en alguna parte. Si fuera tan fácil resolver problemas como la pobreza subiendo los impuestos, se habría hecho hace 50 años. Hay que crear riqueza y repartirla justamente.
¿Está en riesgo la inversión?
Depende, no digo que haya riesgos porque en el caso de la reforma tributaria no se sabe qué se está proproponiendo; si van a subir los impuestos, cuánto o para qué. No obstante, son discusiones en que todos los actores tendremos que opinar.
En el tema laboral, ¿ve posible avanzar en más flexibilidad, pero acompañado de un fortalecimiento de los sindicatos?
Si en la empresa hay un sindicato, bienvenido sea y mientras se ciña a las relaciones de negociación colectiva dentro de la empresa, espectacular. El sindicalismo le hace bien al país, encauza inquietudes, es una relación mucho más ordenada. Es gente que toma responsabilidades, por lo tanto no empiezas a tener francotiradores dentro de la empresa. El sindicalismo ordena la relación y aporta a las buenas relaciones en la empresa.
¿Se podría avanzar hacia la sindicalización automática?
Ningún mecanismo que le quite a la gente la libertad me parece correcto. No podemos entrar en una sociedad donde haya unos iluminados que digan lo que es bueno para la gente. Estamos dispuestos a conversar sobre sindicalización porque va en beneficio de la empresa, pero en el tema de la jornada de trabajo creo que hay un espacio muy grande para avanzar. Hay que adecuarse a los tiempos modernos.
¿Cómo evalúa el contexto energético?
Es una preocupación muy fuerte. Es un tema que va muy lento y podemos pagar cara la cuenta en 2016. Tenemos que ponernos de acuerdo en lo que queremos para este país; no puede ser que un día se encuentre bien HidroAysén y al otro día haya un cambio de opinión. El país ha logrado grandes acuerdos y creo que también debería alcanzar uno en esta materia, aunque tenga costos políticos para algunos.
¿Quién debiera liderar ese acuerdo?
Sin duda el gobierno. La situación es súper grave, porque cada año que pasa es un precio mayor. El hecho de no hacer nada, que también es una decisión, tiene un tremendo costo porque la gente está tomando decisiones sin información.