Al irse a dormir, pasada la una y media de la madrugada de ayer, Mario Silva todavía no creía ser campeón mundial de polo. Y tampoco asimilaba que su gol fue el de la victoria ante Estados Unidos. La noche de asado, risas, bailoteo y celebración, que comenzó cuando Ignacio Vial levantó la copa, no parecía ser verdad para el joven jugador de hándicap 2.

En la fiesta de cierre del torneo, Felipe Viana, figura de los norteramericanos en el torneo, se acordó de Mario. Hace diez años, vino a jugar a Chile, y se conocieron. Con ese recuerdo, se acercó al padre del héroe de la Roja en la final, Mario Pablo Silva, lo abrazó y le dijo: "Me acuerdo de él cuando tenía seis años, y ahora es un campeón mundial... ¡Qué orgullo!". El empresario no pudo evitar las lágrimas en ese día, uno de los màs felices de su vida.

Horas antes, cuando el patriarca del clan Silva encontró a su hijo en la multitud celebrando, lo abrazó y se limitó a decirle "te quiero". Su hermano, Maximiliano, también abrazó al adolescente, acompañándolo con un efusivo "¡Felicitaciones! ¡Ganaste un Mundial a los 16 años!"

En esos momentos, no habían lágrimas en sus ojos. Sólo había sudor en su frente e incredulidad en su mente. Mario repetía la jugada a la prensa, pero su cabeza no creía en lo que su boca decía.

En el primer encuentro con el campeón, Max fue más elocuente que su progenitor. Pero la sola mirada del padre exterioriza mucha emoción. Cuando pasa la grabación del gol de oro en su teléfono móvil, los ojos de Mario Pablo brillan. "Todo es fruto del trabajo de la selección y de la familia. En casa, somos fanáticos del deporte, y detrás de padres entusiastas hay mucha dedicación en los niños", asegura el padre.

Al mismo tiempo, su hijo, el seleccionado, ve la jugada sin sobrecogerse. El atacante observa el marcador de la cancha con el 12-11 ante Estados Unidos y confiesa: "Recién ahora me lo estoy creyendo".

Mientras digiere su logro, a Marito, como le dicen todos, no se le suben los humos por el triunfo. Por el momento, lo único que busca es festejar el logro con una reunión con sus parientes en el campo de San Fernando, y disputar este fin de semana la Copa Itaú-Casa Silva, del Polo Tour Chile. Allí hará lo que más le gusta: jugar en las canchas de su familia, representando al equipo de la viña que lleva su apellido, junto a su padre y su hermano Maximiliano.

En su cabeza, el polo no para. "Puedo criar caballos y cabalgarlos en competencia junto a mi familia. Para mí, el polo no da descanso. Este deporte es mi vida", explica.

Y no da respiro porque es, justamente, su gran diversión. Marito no se ve compitiendo como profesional, sino terminando el colegio y estudiando una carrera relacionada al campo. "Puede ser agronomía, pero todavía no pienso tanto en eso", confiesa.

El joven, de 16 años, va en segundo medio, y volverá a clases el lunes, luego de faltar un mes. "Me dejaron concentrarme con el equipo, y tanto el colegio como mis compañeros me saludaron por el logro", cuenta.

Al borde de la cancha del Club San Cristóbal, Mario domina una bocha con el taco que usó en la final. Esos tal vez sean los últimos golpes que dará, porque ahora será enmarcado, junto a su camiseta de la final, para lucirse en uno de los livings de su casa. Así, el tesoro quedará fijo en la pared, y la hazaña cada vez más incrustada en la memoria del joven héroe.