Historia oral de La Generación Dorada

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Hace exactos diez años, Marcelo Bielsa dio el puntapié inicial a la revolución del balompié criollo. Una idea que cimentó el camino de la selección hacia una nueva Copa del Mundo. Un proyecto que instaló a La Roja en la élite del fútbol. Un plantel que se grabó para siempre en el inconsciente colectivo de los chilenos. Acá, repasamos algunas historias que narran la relación que tuvo la denominada Generación Dorada con el adiestrador rosarino.




El capitán

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Retrocedemos unas cuantas millas hacia Macul, y unos cuantos años en el almanaque. Estadio Monumental, abril del 2003. Jaime Pizarro decide viajar a Colombia con un plantel que incluye a varios suplentes. Le informa a Claudio Bravo que será el titular. A tres días de cumplir 20, el cuidatubos debuta en Copa Libertadores de América, de visita, frente a Independiente de Medellín. Pese a la derrota, muestra condiciones. Cuatro días después, en su estreno en suelo chileno, vuelve a ser el dueño del pórtico albo frente a Puerto Montt. Sigue sumando minutos en Colo Colo. Llama la atención de Juvenal. Y, llega su oportunidad.

Muchos se quedan con su debut por Eliminatorias, rumbo a Alemania 2006, ese encuentro ante Colombia en el que Nelson Acosta, molesto por las declaraciones previas de Johnny Herrera, decide darle la responsabilidad. Pero Bravo ya había debutado en La Roja. Fue el 11 de julio de 2004, a sus 21 años, frente a Paraguay por Copa América. Ante la lesión de Alex Varas, quien había sido el titular ante Brasil, Olmos le entregó el arco de la selección. 1 a 1 diría el marcador. El oriundo de Viluco cumplió.

Fue el primero de los 115 partidos que hoy, trece años después, lo convierten en el jugador con más presencias en la historia de La Roja. Los primeros pasos de una exitosa carrera que luego lo verían volar en San Sebastián, Cataluña y Manchester; madurar y hacerse cargo de la capitanía en la etapa del "Loco"; coleccionar tapadas imposibles frente a los más saben con la redonda en los pies; hacerse más grande en las situaciones límite y hacer más grande a la selección.

El huaso cósmico

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Tres años más tarde, el 15 de julio del 2007, en un compromiso válido por los cuartos de final de la Copa del Mundo Sub 20 de Canadá, chocaban las dos mejores defensas del torneo: Chile versus Nigeria. Como se preveía, fue un encuentro cerrado, sin muchas aproximaciones a los pórticos. La prueba más clara fue el 0 a 0 con el que culminó el tiempo reglamentario.

La Rojita, que llegó al encuentro sin Arturo Vidal, su figura, además se quedó sin su delantera titular: Alexis Sánchez y Nicolás Medina fueron reemplazados en el descanso por Jaime Grondona y Carlos Carmona. El panorama se asumía complejo de cara a una prórroga a la que llegaban físicamente mejor los africanos.

Pero apareció el número 3. Por entonces cumpliendo labores de volante central, el "Huaso" Isla fue el jugador excluyente de la jornada. Ya había tenido una clara opción a los 54', pero Ikechukwu Ezenwa se encargó de ahogar el grito de gol. Tendría su revancha: tras el tanto que consiguió Grondona, Isla se encargó de ponerle broche a la victoria que instaló al cuadro de Sulantay en semifinales. Primero, a los 114' cambió un penal por gol con una soberbia definición y, cuatro minutos más tarde, en posición de 9, batió por segunda oportunidad la valla del meta nigeriano.

Nacía el Huaso Cósmico. Uno que un par de años después, ahora como lateral bajo la dirección de Bielsa, se convertiría en amo y señor de la banda diestra, formando junto a Alexis una de las sociedades más eficaces que recuerde el balompié nacional.

De Lineker a Medel

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Gary Alexis Medel Soto nació el 3 de agosto de 1987. ¿Pero por qué Gary, si es un nombre inglés? Porque un año antes, en el Mundial disputado en México, que vio abrazar la Copa a Diego Maradona, su padre quedó asombrado con la habilidad del artillero británico Gary Lineker. Desde entonces su destino no podía ser otro: sería futbolista.

No fue delantero como Lineker, pero Medel, Gary, como lateral, stopper, líbero o volante central, igualmente supo hacerse un nombre en el olimpo del balompié nacional. De un carácter muy fuerte que forjó desde niño, padre de gemelos a los 17 años, y con una prehistoria futbolística marcada por unas cuantas indisciplinas, alcanzó la madurez bajo la conducción de Marcelo Bielsa.

Parte de La Rojita que consiguió el tercer lugar en el Mundial de Canadá, un año después ya era pieza fundamental en el esquema del "Loco". Pese a dominar preferentemente la fase defensiva, que le valió el apodo de "Pitbull", al igual que en su querida Universidad Católica y posteriormente en Boca Juniors, este homenaje de Lineker supo convertirse en héroe anotando goles decisivos.

En junio de 2008, por ejemplo, con tan sólo 20 años, un doblete suyo –uno de chilena– permitió la victoria de la selección ante Bolivia a más de 3.600 metros sobre el nivel del mar.

Quebrar con la horizontalidad

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Dos años antes, en 2006, haría su debut en la selección adulta Gonzalo Jara. El socio de Medel en la zaga se estrenó con La Roja en un amistoso ante Nueva Zelanda (triunfo 4 a 1). Nacido en Hualpén, capitán y esencial en los combinados nacionales menores que disputaron el Sudamericano de Colombia y el Mundial de Holanda durante 2005, tras un par de temporadas en Huachipato llamó la atención de Acosta y de Colo Colo. Pronto, Inglaterra y Alemania serían sus destinos.

Sin embargo, algo pasaba con Jara. No convencía a los simpatizantes. Resistido, no eran pocos los que se preguntaban por qué era considerado un inamovible en las formaciones de Acosta, Bielsa y, posteriormente, Sampaoli. El rosarino precisamente, en una charla que concedió en octubre de 2016, ensayó una respuesta que daba cuenta de su importancia en el equipo.

"Dos jugadores que están a la misma altura y en vez de pasarse la pelota eliminan al rival con una desmarcación. A este ejercicio, nosotros le llamamos 'Jara', porque había un chico en Chile que hacía muy bien esta acción cuando para romper la lateralidad usaba el pase profundo", explicó el "Loco", destacando las virtudes del zaguero.

La resurrección de Bose

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Cuando hace exactamente una década Marcelo Bielsa decidió volver a vestirse de buzo para conducir a La Roja, buena parte de su decisión pasó por el potencial que observó en los jugadores que componían las selecciones menores más inmediatas. Sus horas de estudio de la realidad del balompié criollo lo llevaron también a considerar a varios de los futbolistas que destacaron en el Preolímpico del 2004. Claudio Bravo, Waldo Ponce, Mark González, Humberto Suazo, entre otros. También a Jean Beausejour.

Los primeros días de enero del 2007, Cobreloa anunció como flamante incorporación al moreno atacante. En ese momento, toda una incógnita. Si bien entre 2003 y 2004, destacó en Universidad de Concepción y la UC, logrando incluso un acuerdo con el Servette suizo, no se supo mucho más de él. La dura estadía en Europa lo obligó a pegar la vuelta. Le siguieron cortos pasos sin el éxito esperado por Gremio de Brasil y el KAA Gent en Bélgica.

Pero en el cuadro naranja y, posteriormente, en el O'Higgins de Sampaoli, por fin alcanzó la madurez, coincidiendo además con la llegada de Bielsa. El rosarino se fijó en las cualidades de Beausejour y le dio la chance de vestirse nuevamente de rojo en la gira asiática de 2008. Cuatro años después de su último compromiso en la selección, ante Ecuador en Quito, concretaba su regreso. Su resurrección. No salió más.

Beausejour considera clave a Bielsa en el que significó el repunte de su carrera. En una entrevista que concedió al sitio web de Colo Colo en 2014, señaló que el argentino "nos abrió la mente. Es como la Mátrix. A lo mejor lo juego igual de mal que antes, pero si lo juego mal ahora lo hago sabiendo las cosas que hago mal. Antes no. Jugaba como un pajarito. Y te abre otra dimensión, otra mirada del fútbol".

Hincha del "Loco"

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Hasta 2010 se conoció a un Marcelo Díaz. Uno que, pese a jugar en el cuadro de sus amores y haber dado una vuelta olímpica, estaba desencantado. Incómodo en el lateral derecho. Relegado por los entrenadores que pasaban por la "U", debió buscar una salida que en el momento fue dolorosa, pero necesaria. El regreso fue diametralmente opuesto. Conocimos al otro Marcelo Díaz. Habiendo demostrado sus cualidades en la posición correcta, Víctor Hugo Castañeda mediante, Sampaoli, el alumno más aventajado de Bielsa, aprovechó su talento. No sólo eso: lo convirtió en el motor de uno de los mejores planteles en la historia del fútbol chileno.

En consecuencia, no tardó el llamado a La Roja en 2011. Pero su condición de imprescindible llegó de la mano del casildense dos años más tarde. Nuevamente el calvo estratega lo transformó en el eje de su equipo: en el jugador del que más se habla cuando no está. En un equilibrio que hubiese sido ideal para la que fue la era del "Loco".

Díaz vivió la época de Bielsa, pero como hincha: no fue considerado. Aun así se asume como un bielsista más. En la previa de su desafortunada final de Copa Confederaciones, el volante del Celta aseguró que el rosarino "cambió el fútbol chileno de una manera innegable. Su forma y su estilo de juego llamó la atención, pero, sobre todo, cambió la mentalidad del futbolista chileno".

De Bielsa a Sampaoli

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La irrupción de Jorge Sampaoli en la escena fue clave. Profundo admirador y fundamentalista de la metodología bielsista, luego de un primer paso dirigiendo a O'Higgins, volvió al país en 2011 para conducir al mejor plantel en la historia de la Universidad de Chile. Allí, en plena conformación del histórico grupo, sugirió a la directiva la contratación del por entonces volante de Quilmes de Argentina, Charles Aránguiz.

El "Príncipe", que arribaba precedido por un irregular paso en Colo Colo, sin embargo, respondió de inmediato: en el primer campeonato del casildense, en el esquema acaso más bielsista de su mandato, desempeñó la labor de volante por derecha, pasando al centro circunstancialmente, cuando el equipo defendía con línea de cuatro. No le costó la transición: conocía el modelo. Y se transformó en pilar del brillante período.

Un año antes, pese a no haber respondido a las expectativas de los albos, Aránguiz estaba en la mira de Marcelo Bielsa. El adiestrador lo reconocía como uno de los jugadores del futuro. De hecho, lo incluyó en la prenómina de 30 jugadores en la antesala del Mundial de Sudáfrica. Entrenó bajo la tutela del "Loco" hasta el 17 de mayo de 2010, cuando el rosarino anunció los primeros desafectados.

No asistió a la cita mundialista, pero el destino de Charles estaba sellado. En el segundo semestre del 2011, encontró su lugar: al lado de Marcelo Díaz, su socio ideal, en el centro del campo. Sus cualidades y eficacia tanto en la fase defensiva como en el ataque lo convirtieron rápidamente en opción para La Roja. Desde entonces forma parte de un triángulo histórico, junto a Carepato y Arturo Vidal.

Donde Bielsa quiera

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En la actualidad Arturo Vidal es el protagonista de la selección chilena. Artífice de las dos Copas América que consiguió la generación dorada. Sus aportes tanto en defensa como en labores ofensivas resultan incalculables. Logró, a punta de enormes actuaciones, la presencia y el liderazgo que soñaba. Pero que no siempre tuvo.

Basta con retroceder unos años. En la etapa de Marcelo Bielsa al mando de La Roja, ya se hablaba de las cualidades de Arturo Vidal en el viejo continente. Como volante mixto, el "Rey" comenzaba a despertar el interés de los más grandes clubes del mundo, pero el rosarino estaba convencido de que su mayor contribución al equipo se encontraba en la defensa. Lo ubicó de stopper. También como volante abierto por las bandas. Pero no con la libertad que Vidal deseaba. La situación frustraba al jugador del Bayer Leverkusen: sentía que merecía un mayor protagonismo.

La suerte estaba echada: se produjo el primer quiebre. El Torneo Esperanzas de Toulon del 2008 se presentaba como una oportunidad perfecta para ensayar de cara a las eliminatorias y Bielsa contaba con Vidal. Pero el "Rey" tenía otros planes: entendía que el campeonato, que no se disputaba en fechas FIFA, era menor, por lo que prefirió marginarse para tomar un descanso. El argentino no se lo perdonó y lo excluyó de la siguiente doble fecha eliminatoria.

Meses más tarde, y tras pedir perdón, Vidal volvió a vestirse de rojo. Pero nunca con la importancia que pretendía. Disputó el Mundial de Sudáfrica, pero sólo donde Bielsa lo necesitaba.

La difícil relación se reflejó, más que nunca, en las recientes declaraciones de Vidal, cuando aseguró que "Bielsa no tuvo nada que ver. Eso es algo que alguien inventó, lo de que nos cambió. A mí nunca me cambió nada. Para mí no fue el cambio de Chile. El cambio de Chile fueron los entrenadores que nos hicieron campeones".

Mago y trabajador

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Un diez clásico. Muy clásico. De ésos en peligro de extinción. Con la pelota en los pies, un mago, como lo apodan, capaz de ubicarla donde él quiera, siempre al servicio de sus delanteros. Sin la pelota, sin embargo, se pierde: carente de espíritu defensivo. En la balanza de Bielsa, esta falta de solidaridad significó prescindir muchas veces de sus genialidades.

Jorge Valdivia es con total seguridad uno de los jugadores técnicamente más dotados en la historia del balompié criollo, pero eso no bastaba para el "Loco". Para volver a jugar en La Roja, el "Mago" debió desarrollar otra faceta, ésa que siempre desestimó: presionar, ayudar a sus compañeros, perseguir el balón, no esperarlo. Mostrar la misma intención con o sin la pelota.

Bajo esta premisa, por expresa petición del rosarino, la ANFP decidió disminuir su sanción de 20 partidos a la mitad. El enganche fue uno de los jugadores que protagonizó destrozos y desorden en el hotel de concentración durante la Copa América 2007, el denominado "Puerto Ordazo". Pero Bielsa lo perdonó: quería contar con su magia (y con su esfuerzo).

En la cita mundialista, disputada en terreno africano, Valdivia dio las gracias. Ante Honduras, como falso 9, fue uno de los más comprometidos en la faceta defensiva del juego, mientras que, frente a Suiza, con un pase de ensueño dejó solo a Paredes, quien posteriormente centró para que Mark González le diese los tres puntos a La Roja.

Esperanza de Toulon

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El 15 de mayo de 2008, La Rojita sub 23 viajó hasta Francia para disputar por primera vez en la historia del fútbol chileno el tradicional torneo juvenil "Esperanzas de Toulon". Para la cita, Marcelo Bielsa dispuso de lo mejor que ofrecía la liga doméstica, entendiendo que era una oportunidad única para probar a los nuevos talentos.

Carlos Villanueva, cerebro de Audax Italiano; Gary Medel, consolidado en la Universidad Católica; Boris Sagredo, de prometedoras actuaciones en Colo Colo y Pedro Morales, conductor de la "U", comandaban una lista que también contaba con ilustres como Cristopher Toselli, Gonzalo Jara, Carlos Carmona y Fabián Orellana. También estaba Eduardo Vargas.

El novel delantero de Cobreloa fue una de las grandes apuestas del "Loco": no tenía experiencia previa en selecciones menores. Bielsa lo llevó de a poco. Habitualmente ordenaba su ingreso promediando el complemento, en desmedro de Meneses o Fuenzalida. Participó también de la recordada final en la que, en una de sus locuras, el rosarino encaró a Pierluigi Casiraghi, DT italiano: "Pelotazos al nueve, por arriba. Eso no es jugar".

Un año más tarde, Edu volvió a jugar el torneo. Ya tenía experiencia. Ahora era titular indiscutido, aunque el cuadro esta vez era dirigido por Ivo Basay. Aportó con tres goles en la obtención del campeonato.

Si bien no tuvo muchas chances de volver a jugar con Bielsa, al igual que en el caso de Díaz o Aránguiz, su momento llegó tras su gran cometido en el plantel conducido por el discípulo del "Loco", Jorge Sampaoli. Hoy se ubica en el podio de goleadores históricos de La Roja.

Goleador histórico

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"Con él cambié. Yo antes tomaba el balón, la cabeza baja y pa'elante. Con Bielsa aprendí a entender el fútbol. En el Mundial del 2010 me liberé y maduré un 80 por ciento", confesó en una entrevista a El País en 2013 Alexis Sánchez, el jugador que más evolucionó durante la estancia del argentino al frente de la selección.

Abusaba de su habilidad. Era demasiado amigo del balón. Le costaba soltarlo. En el inicio de la era Bielsa, el "Loco" recibió a un Sánchez inmaduro. Claro, tenía sólo 18 años, pero ya era una mina de oro. Pese a su corta edad, había regalado destellos de su talento en Cobreloa, Colo Colo y River Plate. Udinese se frotaba las manos. Más aún con lo que aprendía del rosarino.

Es que, a toda esa capacidad ofensiva, que le permitía jugar por todo el frente del ataque y desbordar con facilidad, paulatinamente le sumó el gol. Y, más importante para Bielsa, tenacidad y compromiso en la marca. En un conjunto tan disciplinado como era Chile, el "Niño Maravilla" fue un obrero más: respetó la consigna de su entrenador y se adecuó a lo que demandaba. Cualidad que, años después, despertó el interés de Guardiola y el Barcelona.

Volvamos al gol: con Bielsa, Alexis sumó gol. El 7 de septiembre de 2007, un mes después de que asumiera el argentino, Sánchez recibió un pase de Vidal desde la izquierda y batió al golero suizo Pascal Zuberbuhler. Fue derrota (1-2), pero también la primera vez del oriundo de Tocopilla. Hoy, a casi una década de aquel compromiso, superó a Marcelo Salas como el goleador histórico de La Roja con 38 dianas.

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