Santos Juliá (Ferrol, 1940) ha ganado fama como unos de los historiadores más reconocidos que ha abordado el convulso siglo XX de España, y entre sus obras destaca una biografía del Presidente de la II República, Manuel Azaña, y libros sobre la guerra civil, el franquismo y la transición. En esta entrevista destaca que el rey Juan Carlos será recordado por su papel en la construcción de la democracia y que la abdicación podría convertirse en una norma entre las monarquías europeas.
¿Cuáles son los mayores desafíos del futuro rey Felipe VI?
Restablecer la confianza en la institución monárquica, gravemente quebrantada durante los últimos años, por el procesamiento de miembros de la Casa Real y por la irresponsable conducta del rey en momentos de profunda crisis económica y social. Y aunque la Constitución no atribuye a la corona ningún poder ejecutivo ni capacidad alguna para tomar iniciativas políticas, sí puede ejercer una función mediadora y aliviar tensiones entre partidos e instituciones del Estado. No creo, por lo demás, que la función representativa del Estado que la Constitución atribuye a la corona se vea mermada, tanto en el interior como en el exterior, por el relevo; más bien, lo contrario.
¿Cómo puede combatir la comparación con su padre, pese a que no tiene el carisma de Juan Carlos?
En estos momentos, la comparación con su padre es claramente favorable al hijo, que en el ejercicio de unas funciones mal definidas -las de príncipe heredero- ha dado siempre muestras de prudencia y cordura, sin salir nunca de su papel por exceso o por defecto, y cumpliendo muy satisfactoriamente las tareas que le han sido encomendadas. El carisma de que un día gozó su padre -hoy muy deteriorado- tendrá que ser sustituido por una mayor transparencia en todo lo que afecte a la Casa del Rey.
¿El rol de la reina consorte en España es más bien secundario, o Letizia podría apostar a un protagonismo para apoyar a su esposo?
Si no es titular de la corona, la reina no tiene ningún papel ni nadie espera de ella ningún protagonismo, más allá del normalmente atribuido en las democracias a la figura de la "primera dama", ya sea consorte del rey o esposa del presidente de la República. Mi impresión es que por su biografía profesional, por sus 10 años como esposa del príncipe heredero y por sus aficiones, la futura reina contribuirá al proceso de "secularización" de la monarquía, acercándola si es posible en mayor medida a las extensas capas de la clase media de la que ella misma procede. Afortunadamente, la princesa Letizia nunca ha pretendido adoptar aires aristocráticos y se ha comportado siempre como lo que no es: una buena profesional de clase media.
¿Cómo pasará a la historia el rey Juan Carlos I?
Como el primer rey que ha reconciliado en España a la institución monárquica con la democracia, que la ha defendido ante un grave intento de golpe de Estado y que ha ejercido de manera impecable su función como jefe de Estado de una monarquía parlamentaria. También como el que, ante el imparable deterioro de la confianza en la institución, tuvo el acierto de abdicar la corona para facilitar un impulso de renovación en la persona de su hijo.
¿Actuará como asesor de su hijo, al menos en un primer período?
No lo creo, si por asesor se entiende algo así como un cerebro gris a la sombra. Sin duda, padre e hijo tendrán mucho de qué hablar, ahora y en el futuro inmediato. Pero eso no tiene nada que ver con una asesoría, formal o informal.
¿Considera que la abdicación se está transformando en una norma más que una excepción en las casas reales europeas, quizá con la enorme salvedad de la reina Isabel de Inglaterra?
Pues eso parece, aunque los británicos no dan la impresión de tener ninguna prisa en sumarse a la corriente. En mi opinión, la desacralización de la figura del rey -o reina- tendría que culminar con una limitación de su mandato. Más allá de cierta edad -75 años, por ejemplo-, los titulares de la corona tendrían que abdicar por mandato constitucional. La esperanza de vida se ha alargado y sería penoso que las monarquías todavía existentes se convirtieran en achacosas gerontocracias.