"La historia de esta noche son las mujeres", dijo una ovacionada Oprah Winfrey en el salón principal del hotel Beverly Hilton de Los Angeles, la noche del domingo pasado. En unos Globos de Oro de los que no se habían visto, iniciativas como Time's up y #MeToo dictaron la pauta de una noche reivindicativa. Esa dirección siguieron (casi) todas las mujeres que subieron de negro al estrado.
Ahí estuvieron Saoirse Ronan (23) y Frances McDormand (60): la primera, la joven de mirada luminosa dos veces nominada al Oscar (por Expiación y Brooklyn); la segunda, dueña de la "triple corona" de la actuación (recibió el Oscar por Fargo, un Tony por la obra de Broadway Gente Buena y el Emmy por Olive Kitteridge). Y a ambas les tocó salir a agradecer sus premios como mejor actriz de película -drama y comedia o musical- en Lady Bird y Tres anuncios por un crimen, respectivamente.
En lo que siguió de la noche, ambas películas se alzaron también como las mejores. Y acaso porque ganó más premios que ninguna y porque Drama era la categoría en que todos los ojos estaban puestos, la de Martin McDonagh se coronó como la cinta de la noche. Pero hubo, hechas las sumas y las restas, dos películas en lo alto de la temporada de premios, ambas de modo más bien sorpresivo.
Estas historias de mujeres asoman pronto en la cartelera local: Tres anuncios por un crimen se estrena el próximo jueves, mientras la ópera prima de la actriz Greta Gerwig lo hará el 1 de marzo. En un caso, se trata de una comedia negra en clave de policial, en el otro es una dramedia sobre el fin del colegio, que es también un nuevo y destacable jalón en la historia de los abordajes fílmicos de las relaciones madre-hija.
Justicia y venganza
Si hubiera que contrastar estas propuestas, un parteaguas se da en la vinculación de cada una con la historia, entendido el término en el sentido de "lo que efectivamente ha ocurrido". Si bien ninguna puso en los créditos "Basada en los hechos reales", hay más imaginación o más memoria personal, según el caso.
Tercer largometraje de McDonagh tras Escondidos (2008) y Siete sicópatas (2012), Tres anuncios por un crimen rescata el humor torcido y los giros inopinados del realizador y guionista irlandés en una historia que centra su intriga en la pequeña y ficticia localidad de Ebbing, Missouri.
Allí vive Mildred, una madre cuya hija adolescente murió tras ser violada y quemada. Pasados siete meses del crimen, sin que la policía haya detenido siquiera a un sopechoso, paga para que tres vallas publicitarias sin uso, en un camino secundario del condado, se conviertan en tres vitrinas de su frustración y de su rabia con la policía.
Lo que sigue son distintas manifestaciones de la persistencia de una divorciada de armas tomar, que no parece distinguir mayormente entre justicia y venganza, y que no se compadece de la enfermedad terminal del jefe local de policía (Woody Harrelson), lo que a su vez le gana la antipatía de la comunidad. Como si le importara.
Dueña de tonos y climas variables, que tienden a dar pistas de incierta confiabilidad, su construcción de personajes no teme desafiar los tradicionales mecanismos de la proyección y la empatía. Mildred va más lejos de lo que iría el resto y su discurso de justicia a todo evento hace que hasta el jefe policial deba explicarle que existen los derechos civiles. Y no es que a Mildred le importe mucho lo que le diga un policía (o, para el caso, el resto del mundo).
"Tal vez hay algo en el panorama político de EEUU que nos dice que no podemos tener sólo comedias ligeras o idiotizantes", comentó esta semana McDonagh en el podcast de la revista Variety, con la confianza de los cuatro Globos obtenidos. "Tal vez la gente está hoy más sintonizada -y enojada- con lo que ocurre, así como más sintonizada con la sátira y los cuestionamientos". Porque la película se le ocurrió a él y a nadie más, es cierto, pero aclara que él está conectado con su tiempo y Tres anuncios por un crimen también.
Un núcleo de verdad
En el caso de Lady Bird hay algo más parecido a "hechos reales" en los cuales basarse, así como una ciudad verdadera en la cual ubicar la acción (Sacramento, California), que es la misma en que nació y se crió la guionista y directora.
La historia es la de Catherine McPherson, una colegiala próxima a rendir su último año escolar y cuyos padres, con problemas financieros, la han cambiado a un colegio de monjas. Eso sí, en sus documentos dirá Catherine, pero ella insiste en que la llamen "Lady Bird": fue el nombre que escogió para sí misma -nombre, no sobrenombre- y considera que todos deberían llamarla así.
He ahí uno de los varios aspectos de su relación fantasiosa con la realidad. Fantasiosa y problemática, pues en lo de escoger amigas, conocer chicos y entenderse con la madre, la cosa no está fácil, menos cuando por momentos este último ítem le da a una película independiente de US$ 10 millones los bríos de una ópera.
Otro ítem que importa es la ciudad donde todo pasa entre 2002 y 2003. "Quien hable del hedonismo californiano no ha pasado nunca una Navidad en Sacramento", reza una cita de Joan Didion que Lady Bird ofrece en el arranque. La protagonista parece odiar esta urbe con el alma, enamorada como está de la idea de irse a Nueva York u otra ciudad "donde esté la cultura". Ahí podría desplegar sus inquietudes creativas, libre de lastres como la religión y la familia.
Musa de cierto cine indie contemporáneo, la también cineasta Gerwig ha debido salir a aclarar que esta no es una cinta autobiográfica, aunque admite que algo hay. "Nada de la película me ocurrió a mí", declaró a Indiewire, "pero hay un núcleo de verdad que se corresponde con lo que he conocido".
Tal vez el filme de McDonagh, con sus cortocircuitos y su brutalidad, asome más contemporáneo que su contraparte, tributario de una larga tradición narrativa del cine. Falta ya muy poco para que el espectador local dé una mirada y se forme un juicio.