ALGUNAS escenas se repiten silenciosamente en Andrés, un hombre autoritario, un patriarca que a sus ochenta y tantos años ha comenzado a cojear y perder ritmo. Algo comienza a ir espantosamente mal para él, como si una fuerza oscura jugara con sus sentidos, tendiéndole continuas trampas y zancadillas con golpe de cabeza y todo. Los rostros, espacios y nombres lo obligan a esforzarse cada vez más. A veces logra hallarlos en sí mismo o retenerlos, otras no. A veces le duele, frustran o hacen enfadar, pero en otras el canto de las aves o lo que sea que capte su atención le embolinan la perdiz. A su alrededor, en la que parece otra y lejana dimensión, la palabra alzheimer comienza a esparcirse como una turbia espuma entre los suyos. Algo que nunca nadie, desde luego, se atreverá a decir.
En 2012, el novelista y dramaturgo Florian Zeller (1979), "uno de los talentos literarios más populares en Francia", según el periódico The Independent, sacudió la escena teatral de su país con El padre, un texto que, según su propio autor, transita sobre el árido terreno de la farsa trágica. Allí retrata a Andrés, un octogenario padre de familia que ha comenzado a perder la noción de la realidad debido a la vejez. Del otro lado, su hija Ana y su esposo han comenzado a notarlo sin que él lo sepa. O al menos eso creen.
Pero las situaciones ambiguas, muchas veces contradictorias, las mordaces réplicas, los personajes duplicados, cambiantes, y por encima de todo la eterna duda de si lo que sucede es lo que dice o hace la familia, o lo que Andrés ve o siente, sitúan al espectador en el brumoso laberinto de un hombre que ha dejado de ser quien era.
En París, la obra ganadora de tres premios Molière, la protagonizó el actor Robert Hirsch; en Londres, Kenneth Cranham; en Broadway, Frank Langelia; en Barcelona, Héctor Alterio, y el año pasado, dirigido por Daniel Veronese en Buenos Aires, Pepe Soriano. Grandes y robustos nombres de la actuación en el mismo rol. Chile no será la excepción: una versión del mismo texto abrirá en abril próximo la temporada 2017 del Teatro UC bajo la dirección de Marcelo Alonso, donde Héctor Noguera subirá al escenario a enfrentar, dice, "uno de los papeles más gruesos de mi carrera".
El texto llegó el año pasado a manos del productor Marcos Alvo, de The Cow Company, la responsable de éxitos de cartelera como Sunset Limited, Pulmones y Closer. En sus oficinas ubicadas en Vitacura, hasta donde el actor llegó a una de las tantas reuniones por Jardín, el montaje inspirado en la novela homónima de Pablo Simonetti que acaba de cerrar su temporada en la misma sala, bajo su dirección, Noguera hojeó por primera vez la obra de Zeller. "Me pareció de una sensibilidad única respecto de un tema que rara vez se aborda en el teatro, mucho menos de esta forma", dice el director de 79 años. Alvo pronto lo reclutó para el proyecto y le consultó además quién podría hacerse cargo de dirigirlo: "Le sugerí a Marcelo Alonso por su gusto por los autores y obras de este tipo", recuerda Noguera.
La última vez que el actor -y yerno suyo además- estuvo sobre el pedestal del director fue en 2012, cuando estrenó En la soledad de los campos de algodón de Bernard-Marie Koltès, otro dramaturgo francés, también protagonizada por el Premio Nacional de Teatro 2015. "Fue una casualidad nada más, cada obra es un universo en sí mismo aunque provengan de la misma tierra", dice Alonso. "Esta obra me impactó no solo por meterse en la mente de un hombre con alzheimer, en una primera lectura, sino además por cómo la misma enfermedad va destruyendo de a poco a su familia. Irremediablemente, sus componentes se separan y los roles familiares desaparecen. El autor se hace cargo de elaborar un drama familiar contemporáneo en paralelo al deterioro del personaje", opina el director.
Con Alonso y Noguera ya embarcados, al poco tiempo hubo que convocar al resto del elenco, donde estarán también Rodrigo Soto, Ricardo Fernández, Paloma Moreno, Carolina Arredondo y la actriz Amparo Noguera. Padre e hija no pisaban juntos el escenario desde el 2005, cuando Raúl Ruiz los dirigió en Infamante Electra, de Benjamín Galemiri. "El año pasado vi la versión de Veronese en Buenos Aires y me conmovió la genialidad de la estructura de la obra, que está lejos de ser aristotélica", dice la actriz, quien en la obra será Ana, hija de Andrés, el protagonista interpretado por su padre. "Aunque el personaje que hace el gran viaje aquí es el suyo, esta mujer debe hacerse cargo de algo que no estaba en sus planes, como es darse cuenta de algo tan común como es el paso de los padres a hijos en cuestión de tiempo. Ella ve postergada su vida por la enfermedad del padre, que aunque es su figura más cercana, sigue siendo una vida ajena a la suya", agrega.
Envuelto en su pijama, buscando su reloj que se le ha perdido, Andrés no luce vencido. Al contrario: en un momento se le para de manos a su yerno (Rodrigo Soto), es ácido con su hija y hasta coquetea con Laura (Carolina Arredondo), la joven que lo cuida. A ratos, sin embargo, todo se le nubla en frente, y entonces aparecen El y Ella (Ricardo Fernández y Paloma Moreno), dos seres que no son ni fueron parte de su vida pero que sí habitan su nuevo mundo. "La clave del montaje está en la estructura", dice Héctor Noguera, "juega con el espectador y lo obliga a perderse entre lo que sucede dentro y fuera de la cabeza de este señor". Andrés pedirá que le canten una canción de cuna, ver a su madre muerta, volver a ser él mismo, ese que deambula en su memoria.