Un hospital para vivir y respirar
El centro Josefina Martínez atiende a 43 niños con patologías respiratorias crónicas. Se trata de un recinto único en el país, donde todos los pacientes y sus familias conviven.
Constanza Muñoz (23) es madre de Julieta, una bebé de dos años que sufre daño neurológico severo y pulmonar crónico, condición que la tiene internada en el hospital Josefina Martínez de Puente Alto. Se trata de un centro asistencial único en el país, que hace poco cumplió 77 años de vida y que hospeda a 43 niños vulnerables, con patologías respiratorias crónicas.
En el Josefina Martínez trabajan cerca de 140 personas y se financia a través de un convenio con el Ministerio de Salud (Minsal) vía Fonasa. La cobertura es resuelta bajo esta modalidad, más un porcentaje de la fundación del mismo nombre del centro, ligada a la Pontificia Universidad Católica.
"Un valor importante de este hospital de niños crónicos es que es único en su tipo, ayuda a liberar camas de hospitales públicos y es un especial aporte en las campañas de invierno del Servicio de Salud", señala el director ejecutivo de la fundación Josefina Martínez, Jaime Bellolio. Esto, porque el centro apoya a la red pública con 24 camas para pacientes agudos.
La edad de atención es entre los tres meses y los 15 años. Cuando se supera este rango, el menor debe ser trasladado a un recinto de adultos si requiere hospitalización. "No nos hemos visto enfrentados a esta situación desde 2004, cuando uno de nuestros pacientes superó los 15 años y por encontrarse en estado terminal, se autorizó su permanencia", dice la directora, Mireya Méndez.
Inclusión
"El objetivo es el desarrollo integral del niño y su familia", aseguran en el Josefina Martínez. Es por eso que en 2006 se creó un programa de inclusión escolar, que ha permitido que niños de hospitalización prolongada puedan cumplir su escolaridad fuera del recinto. Esto se amplió y desde 2012 la municipalidad de Puente Alto permitió que escuelas diferenciales y jardines infantiles cercanos abrieran sus puertas a estos menores.
"Elegimos cuidadosamente a los centros donde vamos a integrarlos. Capacitamos al personal en traqueotomía, gastrostomía y reanimación cardiopulmonar", agrega la directora Méndez.
En el hospital explican que la mayoría de los niños están conectados a un ventilador mecánico. Los más graves tienen que estarlo las 24 horas, mientras que el resto pueden tener lapsos sin estar conectados a la máquina. Son estos niños los que van al colegio o al jardín, pero necesitan tener en sus cuellos un dispositivo llamado "cánula", que les permite respirar.
Después de las clases, los menores regresan al hospital y son asistidos por el personal. Ellos los cambian de ropa y los guían para realizar los controles diarios de enfermería y kinesiología.
En tanto, los pacientes más comprometidos realizan actividades de estimulación a cargo de funcionarios especializados en educación diferencial. Constanza relata que Julieta tiene ejercicios de kinesiología respiratoria, de hidroterapia y de fonoaudiología para aprender a tragar.
Natalia Cancino, terapeuta ocupacional del hospital, confiesa que pese a la progresiva evolución de parte de los niños, no ha sido fácil su trabajo. "La primera vez que me vi ante una situación de emergencia de un niño, en plena actividad con su familia, quedé en shock", recuerda.
Familia presente
Los horarios de visitas son de 9.30 a 21.30 horas. Constanza aprovecha las mañanas para estudiar Educación Parvularia, ahora que Julieta está mejorando favorablemente en su estado de salud. Luego, a las 14 horas, llega al hospital para estar con su hija y colaborar en las terapias. Se despide justo después de bañarla, antes del cierre.
Para potenciar este vínculo, en el recinto existe una instancia conocida como la Escuela para la Familia, cuyo objetivo es capacitar a los padres durante el proceso de hospitalización de los niños y otorgarles espacios de distracción, como talleres de cocina, yoga y lana. "El apoyo emocional de los padres está dado por un seguimiento y contención, tanto en momentos de crisis como en lo cotidiano", explica Silvana Cattaneo, psicóloga del centro.
"En el Josefina nosotros encontramos la paz. Gracias al Josefina mi hija está viva y contenta", concluye Constanza, cuyo sueño es convertirse en parvularia y trabajar en los colegios que colaboran con el hospital.
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