Dos "estadísticas" ejemplifican el balance de su gestión: siete cambios de gabinete en cinco años y ningún parlamentario de sus filas en el futuro Congreso. Ollanta Humala llegó al Palacio Pizarro en julio de 2011 como un ex teniente coronel con convicciones chavistas, llevó adelante un gobierno más cercano a la centroderecha y mañana culmina su período con muchas más sombras que luces. "Creo que hemos cumplido las grandes metas, creo que se ha cumplido con el país", dijo la semana pasada, con más entusiasmo que realidad.

Lo dicen las encuestas: Humala llega al final de su gestión como el Presidente peor evaluado en los últimos 15 años de la era post-Fujimori. Una encuesta Ipsos situó su aprobación en apenas un 25% y su desaprobación en un 68%. Ni siquiera Alejandro Toledo (2001-2006), que también tuvo una baja popularidad durante parte importante de su gobierno, dejó el poder con cifras tan bajas (33% de aprobación y 59% de rechazo). A su vez, Alan García (2006-2011) se fue del gobierno con un 42% de apoyo y 54% de desaprobación de acuerdo con esta misma encuesta.

Incluso un sondeo de GFK le otorgó al gobernante peruano una aceptación de sólo 23%. A su favor, Humala puede decir que mantuvo la economía peruana con cifras por encima de muchos países de la región, con un crecimiento de 3,3% en 2015. Sin embargo, en  años anteriores la expansión fue superior a 6% y la actual tasa de pobreza se sitúa en 22%.

¿Qué pasó con Humala? Eso es precisamente lo que muchos se preguntan ahora en Perú. Hay coincidencia de que un hecho ocurrido durante su primer año de gestión marcó su destino político: el conflicto social por el proyecto minero Conga, en Cajamarca.

Humala se había comprometido a defender el agua y el oro de esa zona, pero finalmente todo derivó en sendas protestas que a su vez generaron un cambio de gabinete tras otro y una permanente fuga de los congresistas nacionalistas. Humala asumió con una bancada mayoritaria de 47 congresistas y terminó con 31.

Lo de Conga generó, además, un "frenazo" en otros proyectos mineros como el de Tía María -en Arequipa- y más de 200 conflictos sociales y 50 civiles muertos en enfrentamientos con la policía. Ello, sin contar que su gran promesa de poner freno a la delincuencia quedó sólo en eso. Hoy, la inseguridad está en el tope de las preocupaciones de la mayoría de los peruanos.

"UNA TRAICIÓN"

Pero hay más: el rol de Nadine Heredia. De acuerdo a los analistas limeños, la primera dama tuvo una labor desmedida, con ambiciones presidenciales y deseo de una candidatura a pesar de que por ley estaba impedida.  "Nadine es directa responsable de la debilidad política de Humala y del enfrentamiento con otras fuerzas políticas, porque ambos compartieron el poder desde Palacio y lo proyectaron al Congreso", dice a La Tercera el comentarista político Pedro Tenorio. "Los ministros pasaron por el aro de Nadine y la frase 'pareja presidencial' era repetida por los propios ministros como si se tratara de una institución natural y legal", agrega.

No obstante, Nadine dejará el gobierno en un escenario aún peor, ya que lo hará en medio de un escándalo a raíz del proceso por supuesto lavado de dinero que le impide salir del país.

"Ha sido un gobierno muy mediocre, aunque Humala pudo ser un 'Chavecito' o un títere de Lula y no lo fue. Fue un gobierno de piloto automático y que, salvo educación (se aumentó la asignación del PIB para ese ítem de 2,4% a 3,6%), reformó muy poco. Los dos últimos años han sido de frenazo económico, de aislamiento político y de implosión de Nadine, la verdadera mandataria", plantea a La Tercera Aldo Mariátegui, columnista del diario Perú.21. Así, el rol de su esposa terminó perjudicándolo.

Ni siquiera el fallo de La Haya por el litigio con Chile en enero de 2014, que Humala intentó convertirlo en un triunfo político, lo ayudó a subir en las encuestas.

Hasta Isaac Humala, padre, formador y mentor del mandatario, realiza un análisis lapidario de la gestión humalista: "El gobierno de mi hijo fue un total fracaso. Una traición", dijo a La Tercera en junio pasado.