Buscar y encontrar. Hace tres años le preguntaron a Ignacio Agüero (64) en qué momento sentía, en calidad de espectador, estar frente a una película valiosa. Y así respondió: "Cuando, tras la pantalla, se ve a un director que está buscando y que está disfrutando lo que va encontrando. Cuando se siente que el director se está sorprendiendo con lo que está filmando y nos lo entrega de un modo único, distinto a todo lo que hemos visto". Es posible, incluso probable, que la mayor parte de quienes vieron hace dos semanas Como me da la gana II en el Festival de Valdivia hayan tenido una experiencia de este tipo (tal como debió tenerla el jurado del reputado certamen documental FID Marsella, que en julio le confirió al filme su Gran Premio).
Esta aparente continuación de Como me da la gana (1985), que mostraba al cineasta interrumpiendo los rodajes de sus colegas chilenos para preguntarles sobre el sentido y el destino de su oficio, lo tiene ahora interrogando a gente como Pablo Larraín (Neruda), Alicia Scherson y Cristián Jiménez (Vida de familia), Christopher Murray (El Cristo ciego) y José Luis Torres Leiva, cuyo nuevo filme (El viento sabe que vuelvo a casa) tiene al propio Agüero como protagonista. Pero también se sumerge en su experiencia de vida, en hitos de su filmografía (No olvidar, El otro día) y en los talleres de Alicia Vega, su profesora en la UC y figura central de Cien niños esperando un tren (1988).
A no dudarlo, con Agüero nunca está del todo claro para dónde va la micro. He ahí uno de los rasgos estimulantes de su propuesta, que no el único. El cineasta lo intuye y puede hablar respecto si es que alguien le pregunta. Con La Tercera, en el Festival de Valdivia, ése fue el caso. La película llega ahora a Santiago y se presenta en el marco del Festival de Documentales de Santiago (Fidocs) mañana a las 20.30 horas en el GAM y el domingo a las 19.30 en el Centro Cultural Alameda.
En Como me da la gana se les pregunta a los cineastas qué están haciendo, a quiénes se dirigen, etc. Ahora, la consulta es por "lo cinematográfico" de su trabajo. ¿Qué explica el tránsito de una interrogante a la otra?
Las preguntas vienen de algo que me interesa como cineasta, no de un afán de análisis o de querer saber algo del cine chileno. En la película de 1985 hacía esas preguntas porque acababa de terminar No olvidar, que me dejó sin saber qué hacer: me metí en el tema de los DDHH y después de eso no quise especializarme como cineasta de DDHH. ¿Qué hago?, me preguntaba. Entonces, se me ocurrió transformar esa pregunta en una película por la vía de ir a preguntarles a los demás qué estaban haciendo, para saber yo qué podía hacer. En Como me da la gana 2 también había algo que me interesaba, como cineasta, a partir de cosas que me empezaron a preocupar desde hace poco.
Como por ejemplo…
Lo cinematográfico. Darme cuenta de que ése es el impulso para hacer una película: estar descubriendo siempre qué es lo propiamente cinematográfico en algo que uno hace, más que tratar un tema. Definitivamente, el punto no es tratar un tema, sino explorar la imagen. Eso es lo que me interesa. Y, bueno, creo que me había acercado a eso con El otro día. Ahora, ésta me parecía una pregunta naïve, como si alguien escribiera un ensayo y les preguntara a los escritores qué es lo propio literario. Pero al final me he dado cuenta de que no (risas).
Está la pregunta y también el modo de formularla. En este caso, desde una cierta ingenuidad.
Yo lo veo por el lado de que hacer una película siempre es un juego. Y es por la vía del juego que uno puede entrar a pensar. Como me da la gana es un juego, también: entrar a interrumpir rodajes es un juego. Eso lo mantuve acá y despliego el juego hacia el resto de la película.
¿Hubo la idea de homenajear a Alicia Vega?
-Lo que dije fue, "si voy a hablar del cine, voy a hablar de Alicia Vega". No sólo porque fue mi profesora, sino porque hace talleres de cine para niños y creo que los talleres de cine deberían tomarlos todos los niños de Chile. Lo que hace Alicia Vega es una acción de primer orden, político y poético.
Ud. ha dicho que hace películas como quien se interna en un bosque. Pero a un bosque se puede entrar con mapa, con GPS o derechamente a tientas. ¿Cuál es su caso?
-Acá hay un afán deliberado de entrar sin instrumentos. Digamos, de ir construyendo artesanalmente el GPS mientras uno se va perdiendo. El juego es ése, también: perderse y buscar el camino.
¿Le parece que ha tomado una hebra "ruiciana" en lo de la mirada perpleja frente al mundo?
Sí. Creo que eso es lo que me hace cineasta, finalmente: plantarme frente al mundo con una perplejidad. Y eso tiene que ver también con hacer películas que no cuentan historias, sino que andan hurgueteando. En vez de andar afirmando cosas, andan mirando debajo de la alfombra. Y Raúl Ruiz me encanta. Me hace pensar, me estimula. No entiendo cómo no ser ruiciano, en ese sentido.
Ha dicho que presenta guiones sólo porque se lo exigen los fondos concursables.
No es que esté en contra del guión ni en contra de quienes trabajan con guión. Lo que pasa es que mi método de trabajo es sin guión, lo cual no significa no saber qué hacer, sino que es un método en el cual lo único que necesito es tener claro cuál es la forma del juego. Si tú tienes clara la forma del juego, sabes cómo entrar al camino.
Ahora, ¿cuál es la trampa del guión en el documental? La trampa es que se corre el riesgo de filmar para el guión. Y al filmar para el guión, estás inmediatamente despreciando la imagen o estás buscando imágenes para que calcen con tu guión. Y acá la operación es completamente inversa: buscar la imagen y desplegarla.
Pareciera que estamos en tiempos híbridos, donde cuesta establecer con nitidez las fronteras entre lo argumental y documental. ¿Le da esa impresión?
-La hibridez de la que se habla ahora está en el origen del cine, desde las primeras cosas que hicieron los Lumière: la puesta en escena, la preparación de un plano. Lo ficcional del cine está desde las primeras imágenes documentales. No hay nada nuevo en esto.
Se publicó ya un libro sobre su obra (El cine de Ignacio Agüero) y sus películas han sido objeto de premios y retrospectivas. ¿Cómo pondera este reconocimiento?
Por supuesto que percibo un reconocimiento, pero también me encanta saber que mis películas nunca han entrado en Cannes, ni en Venecia, ni en Berlín ni en ninguno de esos grandes festivales.
¿Las ha postulado?
Muchas veces. Y siempre ha habido un "no" categórico. Eso también me atrae.