Es una mañana sofocante en una desbordada clínica de Monrovia, donde acuden enfermos de ébola, y Kendell Kauffeldt frunce el ceño en señal de frustación cuando un todoterreno trae a un nuevo paciente.
"Es peligroso traer a la gente así, en vehículos particulares", señala Kauffeldt, mientras cinco personas salen del vehículo.
Este director en Liberia de la ONG estadounidense Samaritan's Purses se encuentra en primera línea en la lucha contra la peor epidemia de la fiebre del Ébola registrada en el mundo desde la aparición de este virus en 1976.
El ministerio de Salud puso en marcha "números telefónicos a donde llamar y ambulancias con gente protegida" frente al virus, explica furioso, al ver que no se respetan las normas básicas para evitar el contagio.
Desde comienzos de 2014, el ébola ha dejado unos 730 muertos en el país, así como en los vecinos Sierra Leona y Guinea. En Liberia, se registraron más de 300 casos, la mitad de ellos mortales.
Para Kauffeldt y para el personal sanitario, este balance continúa aumentando no tanto por el virus sino por la ignorancia.
En los remotos bosques de Liberia, la población asiste impotente a la muerte de sus allegados, víctimas en pocos días de dolores musculares, dolores de cabeza, vómitos, diarreas y finalmente hemorragias mortales.
Un complot de los blancos
Sin embargo, la enfermedad es relativamente difícil de contraer y el virus de por sí no es muy resistente, ya que puede combatirse con jabón y agua caliente. Para transmitirse, el virus necesita el contacto con fluidos corporales: sangre, vómitos, saliva, sudor o excrementos.
A pesar de la ausencia de una vacuna, las curas -hidratación, paracetamol contra la fiebre y antibióticos para las posibles infecciones- pueden ayudar a vencer al virus, cuya tasa de mortalidad varía entre un 25 y un 90%.
Las comunidades aisladas no obstante desconfían de la medicina occidental y prefieren a menudo la brujería o la magia.
En estos antiguos países colonizados, muchas personas creen incluso que la fiebre es un complot o un invento de los blancos. Acudir a un centro médico sería garantía de muerte.
"A causa de la falta de información y de educación, vemos llegar en taxi o en vehículos particulares a enfermos de ébola", lamenta Kauffeldt. La unidad del hospital ELWA de Monrovia acoge hasta diez nuevos casos por día.
"Esto preocupa, ya que todo el mundo ha estado en contacto con el paciente. Tenemos entonces que vigilarlos durante 21 días para saber si han sido infectados", añade.
La madre del pequeño William Benadict lo contaminó antes de morir.
"Estaba cerca de mamá cuando estaba enferma. Cuando murió, caí enfermo", explica este niño de 10 años, mientras se prepara a abandonar la clínica ya curado.
Responsables de los países afectados adoptaron el viernes un plan de 100 millones de dólares (unos 75 millones de euros) contra el ébola, que se destinará a desplegar personal médico y a mejorar la información en las zonas de contagio.
El presidente de la Comisión de Salud del senado liberiano, Peter Coleman, explica que la pobreza representa un obstáculo importante para la difusión de una información seria y aboga por una campaña informativa "localidad a localidad", "puerta a puerta".
Para Samaritan's Purse, la educación es tan importante como la medicina para salvar vidas.
"Tenemos que aceptar la realidad. La gente muere de ébola, cuando no deberían hacerlo", lamenta Kauffeldt, para quien, si los infectados tratan pronto su enfermedad, "se salvarán".