El Belfast Titanic está en el llamado Barrio del Titanic, el proyecto turístico más ambicioso jamás emprendido por las autoridades de Belfast y en el que destaca un impresionante edificio diseñado por la firma de arquitectos Civic Arts y Eric R Kuhne & Associates que, con el tiempo, se convertirá, sin duda, en un icono de la ciudad.

Es la respuesta de la capital del Ulster al museo Guggenheim de Bilbao o el Empire State de Nueva York, según comenta con orgullo Claire Keenan, de la Oficina de Turismo de Irlanda del Norte.

La fachada de este moderno centro de interpretación de seis plantas y 14.000 metros cuadrados tiene la forma de cuatro proas, todas de la misma altura que tenía el auténtico Titanic desde la quilla hasta la cubierta.

Ya en su interior, el visitante inicia un emocionante viaje por las nueve galerías de interpretación que explican la historia del mítico transatlántico, en su día el objeto móvil más grande del mundo.

Su inauguración corrió a cargo del ministro principal norirlandés, el unionista Peter Robinson, y su adjunto en el Gobierno de poder compartido, el nacionalista Martin McGuinness.

Ambos líderes destacaron la espectacularidad del edificio y, como el del propio Titanic, la magnitud de un proyecto con el que Irlanda del Norte quiere representar una nueva era de paz y prosperidad a través "del evento turístico más importante del mundo en 2012", en palabras de McGuinness.

A los dos políticos les observaba de cerca un invitado de honor, el norirlandés Cyril Quigley, quien, a sus 105 años de edad, recordó el día que presenció la botadura del barco en los astilleros de Hartland & Wolf.

Su historia es una más de las muchas que se cuentan, se ven, se escuchan y se viven en primera persona en el Belfast Titanic, que "no es un museo", como insisten los guías, sino una "experiencia multisensorial" que sobrecoge al visitante.

Conmueve, por ejemplo, usar las pantallas modernas táctiles de la Galería 7 para conocer las consecuencias de la tragedia y recorrer la lista de pasajeros.

Antes de llegar a esa sección el visitante ha pasado ya por otras seis galerías en las que podrá pasearse por la Belfast de principios de siglo, ya agitada por su división religiosa y política, o participar en la construcción del Titanic.

Son las entrañas del mismo astillero, donde se puede vivir en primera persona todo el proceso en un recorrido por los muelles, con imágenes en vídeo filmadas hace cien años, modelos de tamaño real, sonidos de la época y donde también se puede percibir hasta los olores de ese entorno industrial.

Tras disfrutar de la botadura del Titanic en la galería 3, la 4 hará las delicias de los mitómanos, pues se recrea con todo tipo de detalles la vida a bordo del barco, con réplicas de los camerinos de primera, segunda o tercera clase y de la misma escalera donde Leonardo di Caprio esperó a Kate Winslet en la película de James Cameron.

De ahí se pasa a la galería 5, al "viaje inaugural" y a la ruta seguida por el Titanic hasta que su travesía se vio interrumpida en la madrugada del 15 de abril de 1912 tras chocar con un iceberg frente a las costas de Terranova.

La galería 6 es, quizá, la más dramática de todas. Efectos visuales y sonoros de última generación reviven las últimas horas del buque, cuyo hundimiento causó 1.517 muertes.

El Belfast Titanic explora casi al final, en la galería 8, la leyenda creada en torno al barco a través de los reportajes de la época, de las películas que lo inmortalizaron o de la literatura que ha mantenido viva su magia.

Y la guinda es una inmersión a 4.000 metros de profundidad, al fondo del Atlántico Norte, donde se puede bucear junto a los restos del Titanic de la mano de unas imágenes que muestran el pecio tal y como lo descubrió Robert Ballard en 1985.