Primero fueron las protestas de la clase media y ahora las de las favelas. La muerte de un bailarín de TV Globo, aparentemente víctima de un balazo de la policía, según su madre, generó indignación entre los habitantes de las favelas Pavao-Pavaozinho, que la noche del martes realizaron una violenta manifestación cerca del famoso barrio carioca de Copacabana, durante la cual falleció otro joven, de un disparo en la cabeza. A 48 días del inicio del Mundial de Fútbol, esta nueva ola de violencia amenaza con sumir en una crisis de seguridad no sólo a Río de Janeiro -donde se jugará la final y Chile disputará su partido contra España-, sino también al resto de Brasil de cara al evento deportivo.

Aunque la Presidenta Dilma Rousseff hace semanas que viene prometiendo "una Copa con una seguridad dura", una serie de incidentes han puesto en duda la promesa de la mandataria. Ya el fin de semana pasado, manifestantes quemaron cuatro buses, un camión y dos automóviles en protesta por la muerte de dos jóvenes durante acciones policiales en la periferia de Niterói, una ciudad ubicada en el área metropolitana de Río.

Ante una seguidilla de ataques del crimen organizado contra efectivos de las Unidades de Policía Pacificadora (UPP), hace tres semanas, Rousseff se vio obligada a firmar un decreto autorizando el desplazamiento de cerca de 1.500 efectivos del Ejército al Complejo de Favelas de Maré, situado en el norte carioca, donde permanecerán hasta el 31 de julio, 18 días después de la final de la Copa, que se jugará en el estadio Maracaná. Desde 2008 han sido montadas 38 UPP en 174 favelas, con 9.500 oficiales. Pero desde enero, ocho policías fueron asesinados en ataques atribuidos al crimen organizado, incluidos cuatro miembros de las UPP.

Tras los violentos enfrentamientos del martes en Pavao-Pavaozinho, entre residentes de las favelas y los policías, se reforzó la seguridad en los barrios de Copacabana, Ipanema y Leblón. "Está claro que las UPP están en crisis, que los crímenes están creciendo y que los avances de los últimos años están en jaque en este momento", comentó al diario español El País el sociólogo Ignacio Cano, del Laboratorio de la Violencia de la Universidad Estatal de Río de Janeiro.

Pero la violencia no se limita a la "Ciudad Maravillosa". La semana pasada, Rousseff tuvo que responder con inédita celeridad a una huelga de 48 horas de la policía en el norteño estado de Bahía, una de las sedes del torneo, enviando tropas del Ejército y encarcelando al líder de la protesta. El paro de los efectivos de seguridad terminó con saqueos y 56 asesinatos.

"Con la aproximación del inicio de la Copa, la cantidad de huelgas con este mismo perfil (el de Bahía) tiende a aumentar", escribió el diario Folha de Sao Paulo. En ese sentido, existe el temor de que también las policías federal y militarizada lleven adelante protestas sindicales durante el Mundial, cuya seguridad y desarrollo es uno de los mayores desafíos que enfrenta Rousseff en un año en que intentará ganar la reelección. Para prevenir esa circunstancia, efectivos tanto del Ejército como de la Armada están siendo entrenados para reemplazar a los agentes que puedan entrar en huelga.