Quizá la principal sorpresa de las elecciones del pasado domingo fue la votación que logró el Frente Amplio (FA) tanto en la carrera presidencial (20,27% de los sufragios) como en las parlamentarias (16,5%). Ello le permitió alcanzar un escaño en el Senado y una bancada significativa de diputados, convirtiéndose como grupo -pese a su diversidad- en la tercera fuerza electoral del país. Tras este resultado en las urnas, una de las grandes interrogantes es cuán coordinadamente podrá actuar, debido a que la integran seis partidos, muy heterogéneos.
El bloque parece haber sintonizado con una parte de la población que siente un descontento con el modelo, y que recela que el programa de reformas de la Nueva Mayoría no haya avanzado a una velocidad mayor. Pero si bien es indiscutible que en torno a sí está estructurando un nuevo referente dentro de la izquierda, aún es temprano para señalar si el 20% corresponde a su real tamaño electoral, considerando que en votación de Cores -las más políticas de todas- obtuvo un porcentaje menor (11,8%). En la medida que sostenga su votación a través del tiempo y la bancada actúe coordinadamente, podrá consolidarse como una de las principales fuerzas políticas. Pero sin duda un buen catalizador será el programa de gobierno presentado por la ex candidata Beatriz Sánchez.
Dicho documento establece desde su "primera prioridad como gobierno y bancada" un proceso de cambio constitucional vía asamblea constituyente, pasando por políticas de bienestar animal hasta la entrega de escobillas dentales para pacientes de Fonasa. La amplitud de los temas tratados explica, en parte, el número y la diversidad de votantes que dicha coalición convocó a las urnas. Sin embargo, un análisis de las propuestas muestra un quiebre casi total con lo que ha sido el camino recorrido por el país en las últimas décadas y que ha permitido disminuir fuertemente los niveles de pobreza, crear una clase media empoderada y elevar significativamente la calidad de vida de los chilenos bajo cualquier parámetro.
Con tintes populistas -y algo ingenuos- el programa del FA pretende instalar un Estado más fuerte, empresario y que asegure derechos universales. Contempla masivas nacionalizaciones, expropiaciones (incluyendo los derechos de transmisión del torneo de fútbol local) y condonación de deudas. A pesar de su rechazo a las colusiones, propone un cartel tipo OPEP para "consensuar" la producción de cobre y "coordinar" los regímenes impositivos de los países productores del metal. Por otro lado, se replantea los tratados de libre comercio y realiza rebajas selectivas al IVA, al mismo tiempo que incrementa impuestos personales y desintegra totalmente el sistema impositivo. Termina con las AFP y las isapres, poniendo fin al lucro en el área de la salud.
Así las cosas, a Alejandro Guillier no le será fácil unir bajo una misma candidatura a los sectores tradicionales de la centroizquierda chilena con quienes estuvieron detrás de la elaboración y apoyaron con su voto un programa de esta naturaleza.