Trabaja en el área de informática de un banco. Álvaro Muñoz pasó de ser un lector voraz a cumplir su sueño: tener su propia librería. Se llama Subsuelo y abrió en febrero pasado en la Galería Edwards, en pleno centro de Santiago. Alvaro sigue trabajando en el banco. Su esposa, Silvana Maldonado, es quien atiende el local.
"No vendemos bestsellers y potenciamos a los autores de narrativa clásica. Ese es nuestro sello", dice Silvana, quien es fotógrafa y artista visual.
Nuncio Belardi trabajaba en una agencia de marketing, pero estudió literatura. Hace 12 días abrió su propia librería en la comuna de La Reina, en Aguas Claras 1700, local 6, a un costado de Príncipe de Gales. Se llama Qué Leo y es una franquicia de la original creada hace una década por el periodista Juan Carlos Fau.
"Yo creo que se cierran más librerías de las que se abren. El mercado muta y pareciera que fuera al réves", dice Fau, cuya librería Qué Leo hoy está ubicada en Pedro de Valdivia 40. Esta se caracteriza por sus actividades: firma de libros, lecturas, cuentacuentos para niños, y a fin de mes inauguran un café en el patio del local. Además, se graban programas, con entrevistas a autores, en un estudio de radio que está a la vista de los clientes.
Una apuesta similar es la del escritor y periodista Francisco Mouat, quien abrió librería Lolita, ubicada en República de Cuba con Pocuro, hace dos meses. Vende todo tipo de libros, incluyendo clásicos y bestsellers.
En estos últimos años se han sumado seis sucursales de Qué Leo repartidas por Santiago, desde Maipú a Ñuñoa, pasando por Barrio Italia. Y desde esta semana una nueva abrirá en el sector de Chicureo. También esta semana se producirá la apertura de la primera Qué Leo en regiones: en Villarrica. La próxima, en enero de 2015, está prevista que abra en Talca.
Pero el panorama cambia. La semana pasada se anunció el cierre de la emblemática Ulises, librería especializada en literatura y dirigida a lectores sofisticados, ubicada a un costado del Drugstore, en Providencia.
"Los canon de arriendo son salvajes y en los últimos dos años las ventas comenzaron a caer", dice Pablo Sierra, socio de Ulises, librería creada hace 15 años, y que en febrero bajará sus cortinas. "No es culpa del IVA a los libros ni de la llegada del libro electrónico. La gente simplemente compra menos literatura", agrega Sierra, quien dice que la caída se produjo tras los altos costos que tuvieron que asumir en sus locales ubicados en el mall Parque Arauco y en Los Trapenses 3015, en Lo Barnechea. Las pérdidas alcanzaron los 100 millones de pesos.
"Además, y no es menor, hay una concentración de mercado de las grandes cadenas", señala Sierra, refiriéndose a Antárica y Feria Chile del Libro. Entre ambas llegan a 40 sucursales en el país. Otra es la realidad a sólo algunos locales de distancia de Ulises.
"Tenemos la gran ventaja de ser editorial y distribuidores. Eso es un pilar fundamental", dice Cristian Ortega, de librería Catalonia, ubicada hace más de una década en Las Urbinas 17, a un costado del Drugstore.
"Tenemos fuerte presencia en redes sociales, hacemos ventas nocturnas, presentaciones de libros, instalamos afuera un bicicletero...", agrega Ortega, quien sabe que no es suficiente sólo con pararse en el local esperando que entre un posible comprador.
La librería Metales Pesados lleva 11 años instalada en José Miguel de la Barra 460, en pleno barrio Bellas Artes de Santiago.
"Tenemos un control muy exhaustivo de lo que podemos y no podemos hacer. Acá los flujos de caja están controlados", explica Paula Barría, economista, dueña y socia de Metales Pesados junto al poeta y librero Sergio Parra. La librería ya cuenta con dos sucursales: una en Alameda 1869 y otra en el Cerro Alegre, en Valparaíso.
"Lo más importante es una buena curatoría y una buena atención. Saber recomendar y crear lectores", dice Parra. A su vez, Barría agrega: "No nos hemos desperfilado en estos años. Nuestro sello es ofrecer fondos editoriales y novedades".
Pero Paula Barría cree que hay un problema mayor que afecta al mercado de las librerías en Chile. "En la cadena de producción, el Estado no está aportando con compras de libros. Sólo lo hace a través de grandes distribuidoras. Lo que nos afecta a todos". Y sobre la apertura de nuevos puntos de venta, añade: "Se abren nuevas librerías pero hay que ver cuánto tiempo duran".
Si es por tener un sello, el de librería Quimera está claro. Ofrece un 20% de descuento en todos sus libros. "Lo hacemos todo el año. Es como vender el libro sin el IVA", dice el administrador de Quimera, Nicolás Colihuinca. Quimera queda en calle Nueva de Lyon, en Providencia. "Estamos medio escondidos en un rincón, pero hay gente que se sorprende que acá exista este espacio. La clave es no llenar de libros, mostrar pocos, que el lector pueda encontrarse con el autor", finaliza.