Ya no es casualidad. Independiente del Valle es la grata sensación del fútbol sudamericano, al clasificar a las semifinales de la Copa Libertadores. Por penales, los ecuatorianos eliminaron a Pumas de México y avanzaron hacia la ronda de los cuatro mejores, que se disputará después de la Copa América Centenario.

Basado en un juego de oficio y apostando por la seguridad defensiva, que se cimenta en su arquero Librado Azcona (paraguayo nacionalizado ecuatoriano, quien no fue nominado por Gustavo Quinteros para la Copa en EE.UU.) y en su defensa Arturo Mina, el elenco del uruguayo Pablo Repetto ya dio la nota al eliminar a River Plate, último campeón de la Libertadores, en octavos de final. Ahora, en el horizonte se asoma otro coloso: Boca Juniors. Jugarán primero en Quito, y luego en La Bombonera.

Precisamente el tema de la localía es una de las ventajas que da Independiente del Valle con respecto a sus rivales. Deben jugar como anfitrión en el Olímpico Atahualpa de la capital ecuatoriana, y no en su estadio, el Municipal General Rumiñauhui, de Sangolquí, ya que sólo tiene capacidad para 7.500 espectadores.

El club fue fundado el 1 de marzo de 1958 y su máximo logro, hasta ahora, fue ser campeón de la segunda división en 2009. En Primera, su mejor actuación fue ser subcampeón en 2013. Evidentemente, ser semifinalista de la Copa Libertadores eleva el estatus de la institución y establece otra imagen para un club que de a poco se instala entre los animadores del fútbol subcontinental.