El debate por los derechos civiles parecía asunto cerrado, pero las recientes muertes de jóvenes afroestadounidenses han abierto el debate en el país más poderoso del mundo. Más aún con Barack Obama, en el 50º aniversario del cruce del puente en Selma, recordando que no se trata de una lucha completamente ganada.
Algo de eso acompañó ayer la reaparición de la californiana Serena Williams en el torneo de Indian Wells, en el que se había negado a participar desde que en 2001 fuera abucheada e insultada por el público luego de adjudicarse la corona ante la belga Kim Cljsters.
Muchos espectadores protestaron entonces al creer que la lesión de su hermana Venus, que le impidió jugar la semifinal, fue un arreglo del padre de las tenistas, Richard Williams.
El patriarca adujo que en los insultos hubo un componente racial, por lo que la familia decidió no volver a uno de los torneos más importantes del circuito después de los cuatro Grand Slam.
Después de 14 años de boicot, Serena Williams, de 33 años y campeona de 19 Grand Slams, anunció en febrero su regreso al desierto californiano y ayer fue recibida en la cancha central con una ovación que le hizo derramar algunas lágrimas y con pancartas como la que decía "Welcome, Serena" (Bienvenida, Serena). Lo cierto es que la predisposición del público era de absoluta entrega hacia ella. Como lo reflejaron las decenas de pancartas levantadas ayer en la zona de ingreso y en el court central del Tennis Garden de Indian Wells. También con testimonios como los recogidos por The New York Times, que contó la historia de Ryan Frampton, un chico de 12 años que viajó desde Montana (más de 800 kilómetros) para ver a la que considera su ídola. Tanto era sus entusiasmo, que tres horas y media antes de iniciarse el partido ya estaba sentado y con la entrada colgada al cuello a modo de credencial. "Lo que sucedió en 2001 fue horrible... Lo vi en Youtube", dijo el joven tenista. Por cierto, no había otro modo, pues nació dos años después del bochornoso incidente.
"Me afectó, fue una gran sensación, me sentí abrumada. Fue muy emotivo y no esperaba llorar. Fue muy bonito", dijo Williams sobre tales muestras de cariño. "Quizás sea el mayor triunfo de mi carrera estar en este torneo", admitió ya relajada.
La emoción fue la causa quizás de su mal partido ante la rumana Mónica Niculescu, en el que se vio siempre con gesto de agonía y al borde del llanto, celebrando cada punto, incluidos los errores de la oponente, como si fuera uno de sus 19 títulos de Grand Slam.
En el primer set cometió 30 errores no forzados. Luego de mucho sufrimiento y tras tener que remontar dos breaks, se apuntó la primera manga por 7-5 en una hora exacta de juego ante la mirada de los reyes del software Bill Gates y Larry Ellison, propietario del torneo.
El segundo set tampoco fue fácil, porque Niculescu, 68 del ranking mundial y sin presión, peleó hasta el final.
Con 5-4 a favor, Williams desperdició dos puntos de partido. Selló el triunfo en el cuarto tras dos horas y tres minutos de juego, y sólo entonces pareció calmada y con una sonrisa.
Varios miembros de la familia de Serena estaban entre los asistentes, incluida su madre Oracene, pero no su padre, Richard.
Su próxima rival será la kazaja Zarina Diyas.