Laguna Maipo. El espejo de agua artificial parece una piscina. No hay oleaje, el agua está tan quieta que las nubes se distinguen perfecto sobre ella. Una línea desdibuja ese manto cristalino: es Felipe Barraza, el mejor triatleta chileno en la actualidad, quien nada hacia mí. Se supone contento. Quizás se ríe porque sabe lo que viene. "¿Estabas perdido?", pregunta mientras se seca. "Toma. Ponte este traje". Me esfuerzo. "Es de tu talla, te quedará bien", dice. Después de varios intentos logró hacer que todo calce en su lugar. El neopreno se ajusta de inmediato al cuerpo, asfixia, de hecho.
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Pipo se mueve perfecto, entiende cada una de sus acciones. Un brazo primero, después otro, luego el primero y ahora toma aire. Cada tres respiraciones ocupa una para mirar hacia adelante, aunque pareciera que no necesita observar siquiera para desplazarse en línea recta. Yo pataleo y estoy ciego, porque nadamos en una turbiedad. Mi recorrido es en zigzag; el de Pipo un trazó limpio.
Aquí comienza todo mañana. Los 244 que nadarán, se golpearán, se jalarán y se hundirán, muy probablemente persigan al que ahora me guía con amablemente. Pipo se ríe porque me ahogo y trato de disimularlo... Ahora sonríe, mañana, quién sabe.
Respira tranquilo. Hemos recorrido 400 metros y Barraza apenas parece haber entrado al agua. Mañana serán 1.5 kilómetros y Pipo no quiere perderlos. Aquí no hay diferencia con un triatlón normal.
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Siempre he mirado con respeto a los triatletas. El otro día, en el gimnasio, le comenté a una compañera especialista en aguas abiertas la idea de probar el circuito del XTerra que se correrá mañana y su opinión me dejó helado. "El triatlón, para mí, no es nada. Uno lo hace sin sufrir, pensando en cualquier cosa menos en la carrera. Un XTerra es otra cosa. Ahí sí que se sufre".
Mientras persigo a Pipo en una mountain bike, me explica que a diferencia de un triatlón normal, la dificultad que tiene este tipo de carrera con un medio Ironman, por ejemplo, es que si pierdes atención por un segundo en la carrera arriesgas por lo menos un minuto de retraso. El mide todo así, cada error lo traduce en tiempo perdido. "¿No te da miedo caerte?", le pregunto. "Claro que sí, pero un porrazo no es tanto. Peor es romper la bicicleta, o caerse durante un ascenso. Eso es prácticamente perder la carrera", explica.
A diferencia de un triatlón normal, en esta modalidad el mountain bike te exige estar concentrado, pero además, y quizás más importante, es resistir con las piernas. Son 30 kilómetros de ascensos y descensos que, distinto a una prueba en calle, no permiten la abstracción de nada. Pipo cuenta que hace un par de días hizo el circuito, pero que se perdió y fue por otro camino, mucho más empinado. Que lo sufrió. Sí, el mejor triatleta de Chile, el que ha conseguido podio tres veces consecutivas en Pucón, también sufre. El circuito de la primera carrera de este tipo en Chile.
Pedaleo junto a él, que no quiso insertase en la montaña. Sólo las faldas del cerro Romeral están bien para entender de qué se tratará todo esto. Ahora sí, Pipo luce algo cansado. Pero aún queda mucho.
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Antes de mostrarme el trazado del XTerra Chile, Felipe Barraza entrenó toda la mañana. Recorrió dos mil metros de nado. Pedaleó 20 kilómetros. Pero no corrió. Es sincero, o quizás lo dice como despiste para sus rivales: "Aquí, sobre todo durante las subidas, voy a caminar. Son ocho kilómetros, pero igual hay que guardar piernas para terminar bien". El curso del trote (ocho kilómetros) tiene tramos lentos y otros rápidos. Y no son tan planos como los de un triatlón convencional. Para subirlos -y eso me consta, porque lo intenté- es mejor hacerlo a un ritmo tranquilo. Para las bajadas, en cambio, correr a fondo no estaría mal. Hay que llevar zapatillas realmente diseñadas para el trail, eso sí. De lo contrario, el desgaste de cuádriceps y gemelos te pueden dejar fuera, como menos.
No han sido muchas las oportunidades en que Pipo ha corrido un XTerra. Su especialidad es la distancia olímpica, mucho más breve. Para mañana, confía en terminar la carrera en no más de tres horas. Quiere llevarse un cupo al mundial de la especialidad. Ahora, por primera vez, en casa.