De las 10 universidades chilenas que más artículos científicos publicaron entre 2008 y 2012, tres están en la Región Metropolitana. Juntas sumaron el 48% de la producción nacional. La región, en el mismo período, concentró el 54,04% del total de la producción científica del país, casi cinco puntos menos que hace 10 años, pero aún lejos del resto de las regiones, según el informe 2014 de Indicadores Cienciométricos en Chile, preparado por SCImago para Conicyt. De acuerdo a la última Encuesta sobre Gasto y Personal en I+D (2013), Santiago recibe, además, el 47,1% del presupuesto del país para investigación y desarrollo.

En contraste, la región más cercana en producción científica es la del Biobío, con 12,19%, seguida por Valparaíso, la que más subió en la década, desde 7,76% (2003-2007) a 10,67% entre 2008 y 2012. La menor producción está en las regiones de O'Higgins (0,11%) y Aysén (0,35%), las que, además, son las únicas del país que no tienen universidades estatales regionales.

Aunque no es extraño que una capital concentre la mayor proporción de científicos, estudios y recursos -es el punto de mayor densidad poblacional, hay más universidades y más antiguas-, en ningún otro país se produce tal nivel de concentración. En Latinoamérica, por ejemplo, Bogotá concentra el 21%, mientras en Brasil, Sao Paulo tiene el 41%.

"No todas las regiones son iguales. Es ridículo pretender que tengan una producción similar, pero cuando las desigualdades son enormes se tiende a pensar que es desequilibrado. La concentración en la Región Metropolitana es muy fuerte comparada con otros países, es un hecho", dice Félix de Moya-Anegón, experto del Instituto de Políticas y Bienes Públicos de España y director del equipo de SCImago que analizó los datos chilenos.

CALIDAD Y CANTIDAD

"La Región Metropolitana ha demostrado mayor capacidad de atraer y retener capital humano avanzado en sus instituciones, concentrando así la mayor producción", dice Patricia Muñoz, directora del Programa de Información Científica de Conicyt. La región tiene el capital humano avanzado y la infraestructura necesaria (laboratorios, equipos) para generar nuevo conocimiento, explica.

"Hay más tradición de organismos, de buenos estudiantes y académicos, universidades que partieron con posgrados antes, que permiten que Santiago, para todo tipo de cosas, sea Chile", dice José Rodríguez, premio nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas 2014 y ex rector de la U. Técnica Federico Santa María (UTFSM).

Con todo, agrega que las condiciones para hacer ciencia en regiones han mejorado. "Antes era más difícil. Con la evolución que han tenido las telecomunicaciones, la movilidad para viajar, está siendo más fácil". El mismo, instalado en el cerro Placeres, destaca como uno de los investigadores más productivos del mundo.

El informe señala que las regiones han tomado diferentes estrategias de desarrollo científico, la mayoría focalizadas en generar cantidad para, al menos, mantener la cuota de recursos públicos. Destaca la estrategia de Coquimbo y Los Ríos, que bajaron su productividad, pero aumentaron la calidad de su investigación. La primera, con 3,6% de la producción, tiene el nivel más alto de colaboración internacional del país (hay tres observatorios astronómicos) y un alto porcentaje de los estudios que publican se hace en las revistas más importantes. Tiene una excelencia sobre la media, aunque el liderazgo (estudios donde el investigador principal es de la región) aún es bajo.

En Los Ríos, la producción bajó de 5,2% a 4,6%, pero aumentó la calidad, influenciada por la presencia del Centro de Estudios Científicos (CECS), que aporta el 12,8% de la producción, además de la U. Austral (85%).

Magallanes, considerada un laboratorio natural, aunque tiene producción pequeña (0,85%), ostenta una colaboración internacional sobre la media. Mientras Antofagasta, una de las regiones más productivas económicamente, sigue débil respecto del país. En el período analizado duplicó su producción científica, pero a nivel país subió sólo del 2,64% al 2,96%.

EFECTO UNIVERSIDADES

El 87,8% de la producción científica del país la realizan las universidades, la mayoría en la capital. A nivel regional, las estatales concentran la investigación y, en menor medida, los 11 centros regionales que Conicyt financia desde 2002.

"El tener capacidades de investigación en regiones contribuye a eliminar la sensación de periferia en sus habitantes, lo que produce un país más equitativo. En ese contexto, el rol de las universidades regionales es fundamental para el desarrollo del país. El que en ella se realice ciencia asegura su calidad", dice Muñoz.

En regiones sin universidades, como O'Higgins y Aysén, se genera una sensación de aislamiento, sobre todo porque hay menos masa crítica con la que discutir y cooperar.

Entre 2008 y 2012, por ejemplo, los investigadores de la Región de O'Higgins publicaron 46 estudios -lo más bajo del país-. El Centro de Estudios Avanzados en Fruticultura (Ceaf), en Requínoa, es uno de los pocos que realizan investigación (además del INIA y un centro de investigación agroindustrial de la UTFSM). Su director adjunto, Boris Sagredo -con experiencia en Los Lagos-, reconoce que hacer ciencia en regiones es más difícil que en Santiago, pero que se puede. "La falta de una universidad regional con vocación de investigación dificulta que la gente joven o con experiencia se quede en la región. La competitividad del investigador se mide en la cantidad de publicaciones, y para ello necesita no sólo laboratorios, sino colaboradores. Es un problema que tenemos que resolver para aumentar la masa crítica en regiones", dice.