No había pasado. Al menos en esta categoría. Y fue todo un bochorno. Cuando Warren Beatty, acompañado de Faye Dunaway, abrió el sobre que anunciaba la Mejor Película de la 89a ceremonia de los Oscar, se anunciaba al mundo lo que todos preveían: que se había impuesto La La Land, que en la misma noche llevaba recogidas seis estatuillas, incluyendo Mejor Director.
Sin embargo, cuando Damien Chazelle y los demás responsables del musical que corría como favorito ya se abrazaban y festejaban, ocurrió lo insólito: se había cometido un error y la verdadera ganadora había sido Luz de Luna, dirigida y coescrita por Barry Jenkins. Fue el final de una noche para recordar.
La gala de los más mediáticos y esperados premios del planeta cine esperaba coronar a una cinta que había igualado el récord de nominaciones de Titanic y La malvada, pero las cosas fueron distintas.
Para todos los efectos, el azar -y la entretención- estuvieron también presentes, para beneficio de los más de 3.300 invitados a la ceremonia y de millones de telespectadores en casi todo el orbe, en un año donde no pocos han celebrado el nivel general de las nominadas. La estrella de la noche era el cine, pero el cine no está separado de lo que pasa en el país donde se produce. Y esto último, como se sabe, ha sido bastante.
Previstos e imprevistos
Entre las pruebas de fuego que prometía esta velada, estaba la del anfitrión, Jimmy Kimmel, quien irrumpió en escena pasadas las 22.30, hora chilena. Animador de late shows televisivos y de la pasada edición de los premios, poco dado al baile y al canto, trató de imponer su humor entre las actuaciones musicales y las referencias políticas.
La ceremonia, cual homenaje al revivido género musical, comenzó con una plano secuencia con el que Justin Timberlake invitó a todo el mundo a ingresar al Dolby Theater mientras interpretaba Can't stop the feeling, la pegajosa canción de la cinta animada Trolls, una que competía. Todos bailando, todos cantando. Comenzaba la fiesta.
Luego vino el turno de Kimmel y sus chistes. Partió hablando de un país divido que es odiado en el resto del mundo y que necesita estar unido, sin importar las opciones políticas. También siguieron las pullas a Trump, faltaría más, y a las medidas de su gobierno: así, bromeó con Isabelle Huppert y cómo fue que la dejaron a entrar a EE.UU.; a Matt Damon, con quien Kimmel se ha venido peleando por años, y por cierto a Meryl Streep -"sobrevalorada" según el Presidente-, que se ganó la primera ovación de la noche.
Y seguirían los aplausos y las ovaciones al iniciarse la entrega de los premios. El primero fue para el secundario masculino y la estatuilla llegó a manos de Mahershala Ali por su rol en Luz de Luna, la lírica y atmosférica cinta de Barry Jenkins. El intérprete afroamericano sería el primero en torcer la lógica de los #OscarsSoWhite, tan comentada en 2016, así como el primer musulmán en obtener el premio, según reportaron diversas fuentes. Eso sí, la religión no fue tema de su discurso.
El siguiente galardón, en principio menor, dio la ocasión para que un inmigrante italiano (Alessandro Bertolazzi, premiado por Mejor maquillaje gracias a Escuadrón suicida) celebrara a los inmigrantes que trabajan en Hollywood. Acto seguido, Jackie, de Pablo Larraín, fue derrotada por Animales fantásticos en Mejor vestuario, donde asomaba muy bien aspectada. Con las otras en las que competía (banda sonora y actriz protagónica) tampoco hubo suerte.
La irrupción de la no ficción, en tanto, tuvo como su esperable vedette a OJ: Made in America, la película con duración de serie a cargo de Ezra Edelman. El propio realizador describió su filme como "no tradicional", al tiempo que dedicó la estatuilla a las víctimas de la violencia policial y de las injusticias del sistema judicial.
Las categorías técnicas no fueron muy amables con la gran favorita, permitiendo de paso que cintas como La llegada y Hasta el último hombre tuvieron algo para llevarse a casa. Algo de sorpresa hubo en todo ello, no así en el Oscar a Mejor actriz de reparto para Viola Davis por Fences. Era la tercera nominación y la primera estatuilla para la afroamericana, que agradeció con ímpetu y con lágrimas: "Las películas tratan de la gente y del perdón", dijo, con especial gratitud a su director y compañero de reparto, Denzel Washington. No es de obviar tampoco, entre los números puestos de la noche, el triunfo de Zootopia entre los largos animados.
Y si alguien pensaba en el factor político, nada más claro que el Oscar a Mejor filme en lengua extranjera para El viajante, del iraní Asghar Farhadi. La película, un drama tenso y respetable que, sin embargo, pareció arrebatarle de las manos el premio a la extraordinaria Toni Erdmann tras el veto al ingreso a EE.UU. a ciudadanos de siete países de mayoría musulmana, incluido Irán. Farhadi, que ya había ganado un Oscar por Una separación, se negó a asistir a la ceremonia y éste fue un activo de la candidatura del filme. Su declaración de agradecimiento fue leída por Anousheh Ansari, la primera iraní en viajar al espacio: "Mi ausencia es por respeto a la gente de mi país y la de las otras seis naciones que han sido irrespetadas por una ley inhumana".
La política y el show
En una transmisión televisiva que apostó por la innovación y la ocurrencia, como cuando hizo participar a unos turistas que no podían creen que estaban rodeados de estrellas, la contingencia siguió siendo la protagonista. Y en especial el ocupante de la Casa Blanca.
"Quiero agradecer a Trump", dijo Kimmel en el arranque. "¿Recuerdan el año pasado cuando pensábamos que los #Oscar eran racistas?". Más adelante, pidió a los reporteros de CNN y el New York Times salieran del teatro por ser sinónimo de "noticias falsas". Otras cosas son los "bronceados falsos". Otro "cariñito" al Presidente", a quien incluso tuiteó en vivo.
Político, también, fue el rechazo de Gael García Bernal a la construcción de muros en su calidad de mexicano, latinoamericano y de trabajador migrante. Con todo, quien esperara un discurso incendiario, a la manera de Michael Moore por Bowling for Columbine, tuvo que quedarse esperando.
Ya en tierra derecha, comenzaron a llegar las estatuillas para La La Land, entre ellas las de Mejor banda sonora y Mejor canción original. Eso sí, no le dio para Mejor guión original, que fue a parar a Manchester junto al mar, dirigida y escrita por Kenneth Lonergan, que sumó a este premio el entregado a Casey Affleck como mejor actor. Una noche casi redonda para este drama duro y desolado. Pero por los palos, en guión adaptado, entraba Luz del Luna. Al recibir la estatuilla, el coguionista T. Alvin Mc Craney, envió un mensaje de fuerza y orgullo a la comunidad negra de EEUU.
Vino, entonces, el Oscar a Mejor director, que puso de vuelta en su carrera triunfal a Damien Chazelle. El realizador de 32 años, cuya juventud había sido objeto de una broma por parte de Kimmel, se convirtió en el benjamín de todos los ganadores de su categoría en casi nueve décadas. Le siguió, como se había dicho y predicho, la estatuilla para Emma Stone, quien agradeció el honor de competir con sus otras cuatro colegas.
Y la fiesta se cerró con el ya citado final, extraño y bochornoso. Tras ocurrido, dijo Kimmel que no no será anfitrión el próximo año. No es de extrañar.