LOS RESULTADOS de la prueba de alfabetismo financiero realizada en el contexto de las evaluaciones del test Pisa no debieran sorprender. Tal como en otras áreas de dicha prueba, Chile aparece -entre los 15 países evaluados- como el mejor latinoamericano, pero lejos del nivel que muestran los más desarrollados. Es una evidente debilidad de nuestro sistema escolar, carencia que en la etapa adulta se traduce en problemas para manejar adecuados niveles de endeudamiento personal o manejo de productos financieros.
Al igual como en los test de lectura, ciencias y matemáticas, los alumnos chilenos no salen bien parados cuando se comparan con sus compañeros provenientes de países pertenecientes a la Ocde. Más allá del tema académico, hay otras variables que influyen en los conocimientos financieros de los alumnos. Por ejemplo, los jóvenes chilenos son los que menos cuentan con tarjetas y cuentas bancarias, por lo que no es de extrañar que no estén familiarizados con estos conceptos. Por otra parte, en comparación con el resto de los 14 países participantes, muy pocos de los jóvenes chilenos tienen empleos ocasionales -durante las vacaciones u otras labores como jardinear o cuidar niños- por lo que, en general, tienen menos exposición al manejo de dinero con mayor formalidad.
En el pasado se ha propuesto integrar este tipo de asuntos como una asignatura adicional del ya extenso currículum escolar. Sin embargo, parece mejor tratar de cubrirlos en asignaturas complementarias, tal como se hará a partir de este año -gracias a las nuevas bases curriculares- en primero medio (en Historia, Geografía y Ciencias Sociales) y, por cierto, en Matemáticas. También es esencial que las instituciones financieras y sus reguladores faciliten a la población la comprensión de temas que de por sí son complejos.