Su nombre era el de una fina hierba, el romero, que, dicen, si se ingiere con frecuencia aumenta el flujo sanguíneo e incluso puede ayudar a precipitar la menstruación. A Rosemary Woodhouse, una joven dueña de casa que acababa de mudarse con su marido actor a un esplendoroso departamento estilo gótico en Manhattan, aquella denominación le deparaba un destino esquivo en términos de poder concebir descendencia. Entonces, cuando llegó su primer embarazo, el asunto se volvió una obsesión para ella y su esposo, pero sobre todo para un entrometido matrimonio vecino de ancianos sin hijos, cuyo afán por asegurar el nacimiento formaría parte de un plan siniestro.

El bebé de Rosemary nacía en el sexto mes de 1966 y el oscuro entramado de brujería que había detrás de esta película, estrenada con éxito dos años después de los eventos ficticios que retrataba, consagró el prestigio de Roman Polanski como el de un referente del cine hollywoodense. Tan fuerte ha sido su influencia que su estilo se ha vuelto un patrón a seguir por realizadores interesados en construir suspenso sicológico. El caso más reciente es el del estadounidense Darren Aronofsky (1969) en su último largometraje Madre!, que debuta este jueves en salas locales.

También protagonizada por una joven pareja, ella (Jennifer Lawrence) preocupada de manejar a la perfección las tareas del hogar, y él (Javier Bardem), un poeta atormentado por la condición misma de su arte, la acción transcurre al interior de la casona que ambos comparten, situada en medio de un bucólico prado rodeado de árboles, muy alejado de la civilización.

Su tranquila e intimista rutina se ve alterada con la llegada de una extraña pareja (Michelle Pfeiffer y Ed Harris) que amenaza con desequilibrar el status quo que Madre (Lawrence) y Hombre (Bardem) sostienen. Porque claro, antes que personajes los roles de esta dupla responden a arquetipos de personalidades demarcados en exceso, que exclaman su condición, y que irán trastornándose en la medida que los recién llegados se inmiscuyan cada vez más en sus vidas.

Si bien los asuntos de brujería presentes el filme de Polanski no se vislumbran aquí, sí se dejan en evidencia las consecuencias de cómo una irrupción ajena puede erosionar la convivencia en pareja. Será esta crisis la que arrojará lejos el tono real con que inicia el relato, volviendo la cinta en algo parecido a una fantasía paranoica sobre delirios maternos que bordean lo apocalíptico.

Consultado por la prensa acerca de las referencias que utilizó para dar vida al que es su séptimo largometraje, Aronofsky ha sido cauto en reconocerlas, desviando la atención hacia qué tipo de connotaciones esconde una trama que aparenta la sencillez de un thriller de suspenso en un primer vistazo. "Puedo decir que esencialmente este es un retrato del mundo en 2016. Surge de todas aquellas nuevas historias que aparecen constantemente, de esas continuas actualizaciones en tu celular, todas sin un buen propósito (…) Fuera de filmar, mi trabajo tiene que ver por entero con el medio ambiente, y en ese camino creo que no hemos progresado mucho. Hay un sentido del apocalipsis que sugiere que el fin ya está escrito para nosotros, pero quizá aun hay tiempo para despertar y encontrar otra vía", comentó el director en una reciente entrevista para la revista inglesa Sight & Sound.

Las imágenes promocionales de Madre! sugieren que Aronofksy en este regreso vuelve a plasmar aquellas ideas esotéricas de corte alarmista que han teñido buena parte de su trabajo, una noción que acompaña el evidente destino pesimista que ha deparado a muchos de sus personajes. En Pi, fe en el caos (1998) la infructuosa búsqueda de un matemático por dar con un número infinito que pudiera ordenar el universo era lo que frustraba al protagonista, y en Réquiem por un sueño (2000), la desesperanza surgía de un grupo de drogadictos cuyas ilusiones se hacían cenizas. Tras esas películas que lo encumbraron como un maestro del plano corto y la edición, el cineasta nacido en Brooklyn comenzó a poblar sus historias de cierta cosmovisión ambientalista, como en La fuente de la vida (2006), una fábula sobre reencarnaciones y viajes en el tiempo que crítica y taquilla sepultaron por completo, y Noé (2014), donde transformó el diluvio en un colapso ecológico.

Estrenada en Venecia y exhibida luego en Toronto, Madre! no ha dejado indiferente a la crítica y ha dividido opiniones. Para A. O. Scott de The New York Times, "por más provocativas y salvajes que puedan ser sus imágenes, falta algo, un elemento de extrañeza, de dificultad, del tipo de inspiración que sobrepasa la mera astucia". Por su lado, Justin Chang de LA Times destaca que "(Aronofsky) ha convertido efectivamente ese rasgo visceral de su filmografía anterior en un impulso hacia adentro, empujando sus demonios y delirios felizmente bajo el microscopio".