Cavando un pozo en las afueras de la ciudad de Xi'an, China, cuarenta años atrás, un campesino llegó a uno de los mayores descubrimientos arqueológicos del siglo pasado: el ejército de terracota. Enterradas a unos cuatro metros, cerca de ocho mil esculturas que protegen la tumba de Qin Shi Huang, el primer emperador de China. A simple vista, no hay dos caras iguales.
Sin escritos históricos sobre su construcción, los arqueólogos han realizado diversos análisis para determinar cómo fueron fabricados. El último está en proceso y es liderado por expertos del University College de Londres(UCL) y del Museo del Mausoleo del Emperador, en Lintong, China. El año pasado, a través de análisis químicos y morfométricos, ya determinaron que las armas (miles de ellas, reales, de bronce y aún afiladas) fueron fabricadas en pequeñas células de producción; de supervisión centralizada, pero realizadas en varios talleres pequeños y versátiles, trabajando en paralelo. "Eso les permitió fabricar tantas armas, tan estandarizadas y en poco tiempo, porque se podían adaptar mejor a las fluctuaciones del proyecto", explica a La Tercera Marcos Martinón-Torres, uno de los líderes de la investigación.
Ahora, la tarea es saber cómo lo hicieron con los soldados, porque hay varias hipótesis. Algunas señalan que se trató de una cadena de producción gigante que fabricó cada parte por separado (manos, cuerpo, piernas), las que fueron ensambladas como en la industria automotriz, en diferentes combinaciones. Pero la hipótesis del grupo es que pudo ser algo similar a lo que hicieron con las armas: varios talleres pequeños que prepararon su molde de soldado completo.
"Con los guerreros estamos haciendo lo mismo (que con las armas). Por una parte, empezando a hacer análisis químicos de las cerámicas para ver si determinamos cuáles son las fuentes de arcilla que empleaban, cuántas fuentes y si todos los trabajadores utilizaban las mismas materias", dice Martinón-Torres.
Para estudiar las formas, prueban una nueva técnica a partir de modelos 3D, porque bajar a la fosa a medir pone en riesgo la estabilidad de los guerreros. "Hemos empezado a construir modelos digitales tridimensionales, de manera de poder medirlos y compararlos, pero en un ordenador, sin tocarlos. La técnica permite realizar estos modelos 3D a partir de fotos digitales convencionales", indica.
La técnica requiere de gran cantidad de imágenes, con las que se puede hacer comparaciones. Empezaron a hacerlo con las orejas de los soldados, ya que funcionan como la huella digital: ninguna es igual a otra. "Es interesante estudiar las de los guerreros para ver si son todas diferentes, con lo que podríamos hablar de que quizás son retratos de personas reales o si, por el contrario, tenemos una serie de moldes de orejas", dice el arqueólogo.
Hasta ahora han analizado una muestra de 40 orejas (de cerca de 15.000) y todas resultaron ser distintas. "La mayor parte son muy parecidas y luego hay otras más extremas (abombada, muy grande o muy pequeña). Basándonos en esta muestra, es apresurado decir que es lo que cabría esperar en una población moderna, donde la mayor parte de las orejas son similares entre sí, pero ninguna es idéntica", dice. Para comprobar que cada soldado es un individuo tendrán que comparar además, la forma del cráneo, manos, pies y cuerpo, para estudiar distintas combinaciones.
"Queremos ver si tenemos un número limitado de combinaciones, si hay una cabeza que siempre va a estar asociada a un tipo de mano, de cuerpo y de pierna, eso nos diría que están saliendo del taller acabados, que cada taller tiene su molde y que luego mezclan con los de otros talleres. La otra cosa es que al final lo retoques, la barba, el pelo y ligeras diferencias para darles realismo. Probablemente lo hacían. Queremos ver ese detalle que nos causa la impresión de que todos son diferentes. Para eso necesitamos muchos modelos y análisis estadísticos. Si va bien, dentro de un año o dos podemos contar algo más concluyente", asegura.