Iraquíes celebran "zapatazo" a Bush y lo califican de "momento histórico"
Sólo el presidente de la organización iraquí para la libertad de prensa calificó el ataque como "poco profesional".
El periodista iraquí que ayer lanzó sus dos zapatos a George W. Bush como "despedida" durante una rueda de prensa en Bagdad, fue celebrado hoy por varios medios y representantes locales.
"Lo felicitamos por su valiente actuación", declaró la agencia de noticias iraquí INA, conocida por su posición crítica contra el gobierno.
El Consejo Sunita de Ulemas señaló por su parte que el acto había sido un "momento histórico", en el que se le mostró al Presidente saliente de Estados Unidos y a todo el mundo lo que "los iraquíes piensan de la ocupación".
Mountazer Al Zaidi, que trabaja para el canal iraquí Al Baghdadiya, le lanzó a Bush sus dos zapatos como señal de desprecio y lo llamó "perro". "Este tipo de hechos no me preocupan, quien los hace quiere llamar la atención", dijo ayer Bush tras recuperar la compostura.
Sólo el presidente de la organización iraquí para la libertad de prensa condenó el ataque del periodista como "poco profesional". En Irak, igual que en gran parte del mundo árabe, arrojar un zapato es una de las mayores ofensas que se pueden cometer contra una persona, al igual que llamarlo "perro".
"ACTO BARBARICO"
El Gobierno iraquí dijo que Al Zaidi había cometido un "acto barbárico e ignominioso" que no se correspondía con el rol de los medios.
"Al mismo tiempo que condenamos este acto ignominioso, pedimos al canal de televisión de este reportero que se disculpe públicamente por el incidente, que mancilla la reputación de todos los periodistas y la prensa iraquí en general", señaló el Gobierno.
El canal Al Baghdadiya demandó la liberación inmediata de Zaidi, "en concordancia con la era democrática y la libertad de expresión que las autoridades estadounidenses les prometieron a los iraquíes".
En noviembre del 2007 Zaidi pasó más de dos días con los ojos vendados, casi sin comer ni beber, después de que hombres armados lo forzaron a entrar en un auto cuando caminaba al trabajo.
El periodista nunca conoció la identidad de los secuestradores, que le hicieron preguntas sobre su trabajo y no demandaron recompensa por su liberación.
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