La historia es más o menos conocida: luego de escapar de la revolución bolchevique, la familia de la escritora Irène Némirovsky (judíos pertenecientes a la alta burguesía ucraniana) se estableció en París. Allí, desde bastante joven, Némirovsky desarrolló una carrera literaria ascendente. A su favor tenía la habilidad de manejar el idioma francés a la perfección, la solvencia que da una educación privilegiada y un talento innato para la observación psicológica punzante. Sus libros fueron aplaudidos durante el período de entreguerras, pero su buena estrella se extinguió pronto y trágicamente: en 1942 murió asesinada por los nazis en el campo de concentración de Auschwitz.
Como parte de un legado insospechable, sus hijas recibieron un baúl lleno de manuscritos, entre los cuales se encontraba la novela Suite francesa, obra que, tras ser publicada en 2004, arrasó en todas partes y resucitó el interés universal por la autora.
Suite francesa es una novela sorprendente, porque relata con un esmerado detallismo coral y bastante mordacidad cierto hecho histórico poco conocido: el escape alocado que protagonizaron muchos habitantes de París, luego de enterarse de la invasión nazi a Francia. El suceso queda testimoniado en las palabras de uno de los personajes de la novela: "Y pensar que nadie lo sabrá, que alrededor de esto se urdirá tal maraña de mentiras que aún acabarán convirtiéndolo en una página gloriosa de la historia de Francia. Removerán cielo y tierra para sacar a la luz actos de sacrificio, de heroísmo ¡Con lo que yo he visto, Dios mío! Puertas cerradas a las que se llamaba en vano para pedir un vaso de agua, refugiados saqueando casas. Y en todas partes, en lo más alto y lo más bajo, el caos, la cobardía, la vanidad, la ignorancia ¡Ah, qué grandes somos!".
La perturbación que produce Suite francesa se debe a que el lector conoce de antemano las circunstancias en que murió la autora; y el hecho de que la novela no esté acabada no ayuda a mitigar los efectos inquietantes de que el tema judío (la violencia en su contra por parte de los nazis) no se toca a lo largo de toda la trama. Es más: a juzgar por el trato que da Némirovsky a los soldados alemanes, cualquiera podría sentirse tentado a creer, como lo hace la vizcondesa de Montmort, un personaje importante del libro, que "lo que une o separa a los seres humanos no es el idioma, las leyes, las costumbres ni los principios, sino la manera de coger el cuchillo y el tenedor".
Por estos días se encuentra en librerías El maestro de almas, estupenda novela publicada por entregas en la revista Gringoire a lo largo de 1939, que trata con profundidad la situación de un extranjero de orígenes oscuros que nunca es totalmente aceptado por la sociedad bien de París, a pesar de que consigue dinero y fama. En este caso se trata de Dario Asfar, un médico levantino que, forzado por la miseria, se convierte en un charlatán de marca mayor: valiéndose de algunos postulados inciertos del sicoanálisis, Asfar, a punta de chapucerías y grandilocuencia, declara ser capaz de curar cualquier dolencia que afecte al espíritu de sus crédulos y ricos clientes.
NAZIS EDUCADOS
Asfar está casado con una judía de orígenes igualmente modestos, pero, curiosamente, la pareja engendra un hijo rubio que llegará a convertirse en un francesito educado y correcto. El desprecio sin tapujos que el retoño manifiesta hacia la figura envilecida de su padre no es suficiente como para que éste pierda el sentido, a veces brutal, de la realidad: la novela concluye con la desaparición del muchacho luego de la muerte de la madre, pero Asfar sabe que él volverá, pues siempre habrá una herencia que reclamar.
Desde que publicó su segunda novela (David Golder, 1929), se hizo conocida en los círculos literarios de París y, al mismo tiempo, su obra comenzó a despertar sospechas de antisemitismo. En aquel libro, el protagonista es un banquero judío similar al padre de la autora. El baile, la siguiente y genial novela de Némirovsky, tiene como tema central el arribismo desatado que manifiesta la señora Kampf, la esposa de un especulador que, de la noche a la mañana, se ve favorecido por la fortuna e inundado en millones de francos. En tono de sátira, la autora revela todas las inseguridades propias del siútico enriquecido con inusual rapidez. Para conseguir el ascenso, madame Kampf ha preparado un ágape fenomenal, un baile a la antigua, en el que espera recibir en los salones de su piso a lo más granado de la sociedad parisina. Pero la mujer no cuenta con la horrible venganza que en su contra ha preparado Antoinette, su celestial y permanentemente apocada hijita.
Nazis educados e inofensivos, judíos arribistas, banqueros semitas avariciosos y metecos que se pasan de listos. Estos son algunos de los personajes que deambulan por la obra de Némirovsky. Pero, ¿son ellos evidencia suficiente de antisemitismo? Al parecer, no. La autora casi siempre se encargó de ser bastante cruel con los protagonistas de sus novelas y, cuando hablaba de judíos y emigrantes, lo hacía porque los conocía de cerca. Los biógrafos de la escritora, Olivier Philipponnat y Patrick Lienhardt, aportan información de interés en el epílogo de El maestro de almas: "Némirovsky siempre se cuidó de no caer en la beatífica 'novela judía' ilustrada en los años 1920 por la serie de los 'judíos de hoy' de Jacob Lévy. Le repugnaba que su talento fuera sospechoso de empatía". Además, hay que tener en cuenta que muchos de los dardos más ponzoñosos que articuló la escritora están dirigidos en contra de aquel grupo social que abrazó el antisemitismo sin mayores cuestionamientos, la siempre detestable burguesía francesa.