La mayor masacre en su historia reciente ha colocado a Egipto al borde del conflicto civil, después de que los islamistas volvieron ayer a las calles para mantener vivas sus protestas, atacando edificios gubernamentales e iglesias cristianas. Mientras los familiares de las víctimas de la carga militar contra islamistas, ocurrida el miércoles, reclamaban sus cuerpos, desperdigados por hospitales y morgues improvisadas en El Cairo, el gobierno admitía una cifra aún provisional de fallecidos de 638, que los Hermanos Musulmanes decían que es mucho menor al número real de muertes que ellos han contado. Los heridos, según las autoridades, superan los 3.700.

Hasta la arremetida de las fuerzas egipcias del miércoles, las concentraciones islamistas habían sido relativamente pacíficas. Los líderes de la Hermandad habían pedido a sus seguidores que se limitaran a manifestarse contra el golpe del 3 de julio de forma cívica. Ayer, sin embargo, las protestas tomaron un cariz violento. Cientos de personas se tomaron e incendiaron un edifico del gobierno en El Cairo. En varios puntos del país ha habido ataques contra templos cristianos coptos, dando muestra de que el conflicto está tomando también tintes sectarios. A las puertas de la mezquita de Al Imam, la mayor morgue tras el ataque militar, los reunidos hablaban de guerra civil. Para hoy están convocadas más marchas, tras la oración del mediodía.

En sus primeras declaraciones sobre la situación en Egipto desde el golpe, el Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, condenó "enérgicamente" la matanza de islamistas.

"Deploramos la violencia contra civiles. Apoyamos los derechos universales a la dignidad humana, incluido el derecho a protestar de forma pacífica", dijo el mandatario estadounidense durante su retiro vacacional en Massachusetts. La Casa Blanca ha evitado calificar la deposición militar de Mohamed Morsi y su gobierno de golpe de Estado, porque eso obligaría a EE.UU. a congelar la ayuda militar que destina anualmente a Egipto, que asciende a US$ 1.300 millones.

Obama ha ordenado, además, la cancelación de una serie de ejercicios militares conjuntos, bienales, que Estados Unidos y Egipto iban a realizar en la península del Sinaí el próximo mes.

Tres han sido ya las grandes masacres de civiles desde el golpe de Estado, con numerosas víctimas mortales. La primera, frente al cuartel de la Guardia Republicana, días después del golpe. La segunda, a finales de julio, tras un ultimátum dado por el Ejército a los Hermanos Musulmanes para que desistieran de sus protestas y se integraran en el nuevo sistema político. La tercera ( la del miércoles) ha sido la mayor, y ha provocado condenas internacionales a un gobierno interino que ha quedado retratado como una mera fachada del control militar del país.

El Ministerio del Interior y la policía dijeron ayer que responderán con fuego a aquellos grupos de manifestantes que ataquen edificios gubernamentales.

Era una medida excepcional más dentro del estado de emergencia declarado por el Presidente interino, el juez Adli Mansur, el miércoles. El permiso a la policía para que haga lo que considere necesario para contener la amenaza islamista ha dejado al país en el mismo estado de ley marcial que imperó durante las tres décadas de régimen de Hosni Mubarak, depuesto en las revueltas de la Primavera Arabe de 2011. El toque de queda quedaba impuesto a las 19.00, aunque muchos islamistas lo desafiaron con marchas y concentraciones en varias mezquitas de El Cairo. Los bancos permanecían cerrados y muchos comercios también. El paso de Rafá, acceso a la Franja de Gaza por Egipto, quedó clausurado también por tiempo indefinido.

Tras meses de protestas, Ali Abdullá Saleh dejó el poder en noviembre de 2011. La reforma política ha sido dirigida por el actual gobernante, Abd al Rahman Rabbuh al Mansur al Hadi.

El pequeño reino fue escenario de una revuelta pro democracia en febrero de 2011, la que no logró sacar del trono al rey Hamad bin Isa al Jalifa.

La caída de Muammar Gaddafi se produjo tras una sangrienta rebelión interna que se extendió entre febrero y octubre de 2011. Sin embargo, actualmente reina la inestabilidad.

El levantamiento popular contra el régimen de Bashar Assad condujo a una guerra civil que les ha costado la vida a más de 100.000 personas desde su inicio, en marzo de 2011.

Ahí se gestó la Primavera Arabe tras el derrocamiento, en enero de 2011, del Presidente Zine El Abidine Ben Alí, que gobernaba desde 1987. La división política en el país ha impedido que se establezca una nueva Constitución.

Escritor y periodista peruano.