El fragmentado escenario político israelí garantiza que ninguno de los 25 partidos que se presentan a los comicios de hoy obtendrá la mayoría absoluta en el Parlamento (Knesset). Una constante que se ha dado desde la formación moderna de este Estado, en 1948. Por este motivo la mayor apuesta es cuál de las dos agrupaciones mayoritarias logrará formar una coalición -un verdadero mosaico de intereses y exigencias- que le dé estabilidad al futuro Ejecutivo.

Por eso las promesas que puedan hacer el primer ministro Benjamin Netanyahu, líder del Likud (derecha), y el laborista Isaac Herzog, cabeza de lista de la Unión Sionista (centrista), estarán finalmente determinadas por los eventuales socios con los que podrían formar gobierno.

De cualquier forma los partidos hacían ayer el último esfuerzo para captar el voto de los indecisos. Tanto Netanyahu como Herzog realizaron diversos actos electorales en los que apelaron, por un lado, a la unidad nacional y, por otro, a la necesidad de abrirse a todos los sectores sociales, sin exclusión.

En una visita que efectuó a Har Homa (un barrio judío en la zona oriental de Jerusalén), Netanyahu hizo hincapié en la necesidad de preservar la unidad de la ciudad y expresó su compromiso de "continuar trabajando" para evitar cualquier división. Además, en una entrevista con el periódico digital conservador NRG dijo que no permitirá la creación de un Estado palestino si continúa al frente del Ejecutivo. "Creo que cualquiera que dé pasos para establecer un Estado palestino y evacuar territorios (en alusión a los asentamientos judíos en Cisjordania) abona el terreno a los ataques de los islamistas radicales contra Israel", señaló Netanyahu.

Por su parte, en un encuentro con simpatizantes de su coalición en Tel Aviv, Herzog hizo un llamado a los votantes de centro para que apoyen a la Unión Sionista a fin de que no se disperse el voto de esa tendencia. El líder laborista expresó su compromiso en ser el primer ministro "de todos los israelíes", sin diferencias de grupos, credos o ideologías. "Lo prometo: seré el primer ministro de todos y para todos, para la derecha y la izquierda, para los ultraortodoxos y los laicos, para los árabes, los drusos, los circasianos. Seré el primer ministro del centro y de la periferia; de los estudiantes y de las personas de la tercera edad", recalcó.

Los últimos sondeos daban la victoria a la Unión Sionista, que obtendría 24 diputados, frente a los 20 ó 21 que recibiría el Likud. Como ya ha ocurrido en el pasado, el Likud sería el más beneficiado de la fragmentación del voto, pues en la Knesset habría más representación de fuerzas de derecha que de centro e izquierda.

Abraham Diskin, un analista político de la Universidad Hebrea de Jerusalén consultado por la agencia Reuters, dijo que posiblemente ni el bloque de derecha ni el de izquierda alcancen una mayoría para gobernar, por lo que los dos partidos centristas, el Yesh Atid del ex presentador de televisión Yair Lapid, y el Kulanu, del ex ministro de comunicaciones Moshe Kahlon, resulten cruciales durante la frenética búsqueda de coaliciones tras las elecciones. "En todas las elecciones anteriores hubo diferencias considerables entre predicciones y resultados", sostuvo Diskin.

Uno de los elementos más llamativos de estos comicios es la Lista Arabe Unida que, de acuerdo con las encuestas, podría transformarse en la tercera fuerza política del país y ser crucial en la conformación de un Ejecutivo de centroizquierda. Eso, si logra aunar el voto la población árabe que constituye el 15% del electorado.