Profesionalismo. Esa expresión podría resumir con cierta certeza el concierto que anoche ofreció el violinista Itzhak Perlman y la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de Praga. Con una extensa discografía dedicada a las bandas sonoras, los checos le dieron a sus interpretaciones el lustre del trabajo bien hecho.
El israelí Perlman demostró en las siete piezas que tocó una técnica y una sensibilidad fuera de toda duda, aunque su presentación fue una pequeña guinda de una gran torta. El músico tocó cerca de 30 minutos, entregando siempre una breve explicación de cada uno de los trozos musicales de las bandas sonoras escogidas.
El deseo lógico es que el violinista más importante del mundo se extendiera más allá del programa en mano y por esa razón su presentación tuvo aquel sabor de "de lo bueno, poco". Tal vez un público más cómplice con el show habría logrado que Perlman se saliera de libreto y fuera más lejos de La lista de Schindler con que finalizó su parte del espectáculo. Ayer, en el Parque Bicentenario, los medidos y pulcros aplausos tuvieron mucho de cortesía y poco de entrega.
El concierto, que reunió a cerca de 10 mil personas, comenzó a las 21 horas, con una primera parte dedicada a música de clásicos del cine. La popular Fanfarria de la Twentieth Century Fox dio inicio a la sesión, seguida del tema principal de Los siete magníficos, de Elmer Bernstein. Ya en este par de interpretaciones, la agrupación checa dirigida por Nic Raine mostró la entidad solo posible en conjuntos con años y años de música de películas en sus cuerpos.
En una solución que tendrá partidarios y detractores, los segmentos musicales fueron acompañados de escenas de las respectivas películas en una pantalla gigante ubicada en el centro del escenario.
Perlman atacó en la segunda etapa haciéndose cargo de un arreglo para violín y orquesta del tema principal de Africa mía. Se trata de una de las cumbres del compositor inglés John Barry y de seguro fue también uno de los pináculos de ayer. Cinema Paradiso, de Ennio Morricone, arremetió con un voltaje emocional similar y, como era previsible, en la interpretación de La lista de Schindler (John Williams) Perlman mostró sus mejores armas. El israelí siempre ha unido genio y figura, emoción y técnica, entrega y perfección. Esas cualidades tuvieron acá su plena expresión.
En la segunda parte del concierto, Williams fue el protagonista absoluto con E.T., La guerra de las galaxias, Superman e Indiana Jones. La orquesta aprovechó de rendir con todas sus familias instrumentales en estas piezas donde el dinamismo lo es todo.