Hoy más que antes, habitar las salas de los grandes museos o tener exposiciones individuales en exclusivas galerías de arte, no es suficiente para un artista contemporáneo que aspira a llegar con su trabajo a un público más masivo. Artistas de talla mundial como Anish Kapoor, Jeff Koons o Louise Bourgeois han instalado su sello en las calles, pero el desafío real es que las obras lleguen para quedarse, y así enfrentar la mirada diaria de los espectadores, haciéndose parte de la ciudad hasta convertirse en patrimonio de ella. No es fácil.
Por estos días, el chileno radicado en Nueva York, Iván Navarro (Santiago, 1972) se pone a prueba en las difíciles ligas del arte público luego de haber sido comisionado para dejar una de sus obras en una de las nuevas estaciones del metro de la Ciudad Luz, en el contexto del Grand Paris Express (GPE), uno de los proyectos urbanos de mayor envergadura en Europa, que contempla 200 km de nuevas líneas de metro y 68 futuras estaciones que se construirán de aquí al 2030. El chileno trabajará codo a codo con el arquitecto galo Dominique Perrault, para dejar una obra en la futura Estación de Villejuif - Instituto Gustave Roussy. Y así lo harán otros arquitectos prestigiosos como Kengo Kuma, Enric Miralles o Bordas+Peiro; junto a artistas internacionales de la trayectoria del italiano Michelangelo Pistoletto o la inglesa Ann Veronica Jansens.
Aunque es un proyecto a largo plazo, Navarro ya se ha reunido con Perrault para tirar las primeras líneas de lo que será su instalación permanente. "Ellos están muy interesados en mi trabajo con espejos y la idea es que elabore un diseño de unos 30 metros cuadrados. La obra estará ubicada en el área donde está el acceso al metro antes del andén", dice el artista.
El proyecto estrecha sin duda los lazos que Navarro ha entablado con París, desde que en 2005 la galería Daniel Templon lo fichara entre sus representados y donde por estos días exhibe Fanfarria, una muestra que revela el lado musical del artista, a través del despliegue de su colección de vinilos de música revolucionaria (o de resistencia frente a la opresión autoritaria) y de instalaciones sonoras y de luz, hechas en colaboración con su esposa, la artista Courtney Smith. "Claro que hay una conexión más sólida con París luego de exponer tantos años allá y ahora con el proyecto del metro es un indicio de una presencia más permanente. Mi mujer nació en París y por eso también tenemos una conexión muy fuerte, vamos todos los años y nos quedamos por lo menos un mes, porque su familia también vive allá por lo menos la mitad del tiempo, cuenta Navarro.
Claro que la de París no es su única obra pública. El año pasado inauguró en el subsuelo del edificio One World Trade Center, de 72 pisos y ubicado donde antiguamente estaban las Torres Gemelas en Nueva York, la pieza Unveiling, que reproduce la planta arquitectónica del nuevo edificio usando el efecto de espejos y luces para crear una ilusión de infinito. "La idea es proyectar con las luces y los espejos la altura de los rascacielos. En los últimos 20 años surgió un afán y una competencia entre países por tener la torre más grande. De alguna forma se transforman en monumento del poder de algunas ciudades o incluso de ciertas familias poderosas", explica Navarro. "En este caso lo divertido es que ellos se sienten honrados por tener esta obra que refleja su poderío, sin darse cuenta de que hay en ella un sentido irónico".
Más allá de los efectos ópticos de sus obras, Navarro utiliza los elementos visuales como metáforas políticas o sociales. En el pasado, por ejemplo, usó una silla hecha con tubos de neón para hablar sobre las torturas bajo el régimen de Pinochet. En el 2014 hizo tres réplicas de las tradicionales torres de agua que pueblan Nueva York, para simbolizar la gloria moderna y artesanal de la ciudad: las tres fueron compradas por un coleccionista privado y se exhiben de forma permanente en la ciudad de Dallas.
"Me interesa trabajar situaciones más sicológicas, de poder o de vigilancia, que políticamente panfletarias", dice Navarro y reconoce que aún no se ve afectado por el efecto Trump. "Creo que las obras que se han estado haciendo sobre Trump son superficiales todavía, son como caricaturas, pero hacer una crítica del capitalismo de Trump se va a demorar un tiempo".
Obra a prueba
Además de sus obras en espacios públicos de Nueva York y París, Navarro también trabaja en una instalación que estará de forma permanente en el Teatro Regional del Biobío, que se inaugurará a fines de este año. La obra del artista, que ocupará 400 m2, tendrá la función de iluminar el hall de entrada, aunque para el arquitecto que diseñó la obra, Smiljan Radic, se trata de mucho más. "Es utilitaria en el sentido que será la única iluminación de ese espacio, pero a mi juicio su función es crear una cierta atmósfera necesaria para completar ese lugar, como lo hacen por ejemplo de manera increíble las grandes lámparas de lágrimas en los hall de los teatros históricos desparramados por el mundo", comenta.
Para Navarro este tipo de proyectos le da la posibilidad de poner sus obras a prueba: un salto a la vida real de las obras. "En las galerías y los museos, las obras son más bien experimentos, como si estuviesen en un laboratorio, aisladas de la realidad y sólo están ahí uno o dos meses. En cambio, cuando logras sacar la obra de esos lugares y llevarla a un espacio público es cuando se ve si la obra funciona o no funciona. Son modelos de pensamiento que deben durar mucho más tiempo y ganan con el contacto con la gente", resume.