Avanzado ya el metraje de El Nuevo Nuevo Testamento, el último largo del belga Jaco Van Dormael (Ixelles, 1957), se ve a Dios, un señor muy mosqueado que busca por las calles de Bruselas a su hija de 10 años, quien ha tenido la ocurrencia de huir de casa para hacer felices a los seres humanos que su padre hace sufrir, reclutando nuevos apóstoles para este fin (incluida la legendaria Catherine Deneuve). Encarnado por Benoît Poelvoorde, el más internacional de los actores belgas, este Altísmo con malas pulgas encuentra finalmente a la pequeña y exclama, satisfecho: "¡Alabado sea yo mismo!", creyendo que la chica volverá a casa.
Pero las cosas no son tan fáciles ni evidentes en esta película poblada de fantasía, candidata a los Globos de Oro de 2016. Del mismo realizador de La vida es una eterna ilusión y El octavo día (ambas premiadas en Cannes), llega una comedia atípica que supone una reflexión acerca de la libertad, de la adultez y de las relaciones de género. También acerca de Dios, naturalmente, y del monoteísmo.
"No quise hacer una película contra la religión, ni una película que escandalice, o que no escandalice", plantea Van Dormael a La Tercera. "El tema de El Nuevo Nuevo Testamento es más bien la dominación. La relación de dominio que existe entre hombres y mujeres, en las familias, en la política, en la religión. En la película, Dios es alguien que dice, 'acá hay leyes y ustedes deben obedecerlas, o de lo contrario habrá un castigo'. La respuesta de su hija de 10 años es, 'no hay leyes, no hay que obedecer, no habrá castigo. Pueden hacer con sus vidas lo que les parezca'".
Y remata: "Tuve una educación católica y, de niño, me sorprendía que las mujeres en la Biblia y en el Nuevo Testamento no digan más que dos o tres frases, mientras que en casa mi mamá hablaba mucho y tomaba las decisiones. Fue muy divertido ponerle una esposa y una hija a Dios (una hija tan rebelde como lo fue Jesús), así como agregar apóstoles, hombres y mujeres. Y de repente aparecen las historias de amor. La mayoría de las religiones monoteístas se basan en historias escritas por hombres para hombres, donde las mujeres callan".
En una película en que Dios dice que odia al mundo que él mismo creó, ¿qué rol le cabe a la comedia?
La comedia es lo que permite ir más lejos, allí donde termina la tragedia, que hace mucho daño. En la comedia siempre hay una piedra que se mete al zapato. En todas mis películas hay momentos de comedia, pero creo que ésta se convirtió en una verdadera comedia porque la escribimos entre dos: con el coguionista, Thomas Gunzig, tratamos de hacernos reír.
¿Qué le pasa con los crímenes cometidos "en nombre de Dios" ( o de Alá), como ha pasado recientemente en Europa?
No entiendo y sigo sin entender. Entiendo a alguien que quiere el amor y no entiendo a alguien que quiere el Apocalipsis. La fe es buena cuando hace buena a la gente y es el infierno cuando la hace intolerante. Hay que ser extremadamente narcisista para sembrar el miedo y hacer borrón y cuenta nueva. Y hoy es todavía peor: Trump también quiere el Apocalipsis.
Tiempo al tiempo
Van Dormael, que ha estado dos veces en Chile presentando un espectáculo de "cine efímero" (Kiss & Cry), no es lo que se dice un cineasta prolífico. Su debut (La vida…, 1991) le tomó una década de trabajo y el largo anterior al que llegó esta semana al Cine Alameda (Mr. Nobody, 2009), es una fábula futurista hablada en inglés y protagonizada por Jared Leto: fue un fracaso comercial, pero el realizador la considera "mi mayor logro". Y así, sigue adelante con sus cinvicciones.
"Hacer una película toma tiempo y creo que el tiempo, la maduración y el trabajo pueden verse", afirma. "La escritura es lo que me toma más tiempo. Cuando el guión es bueno, todo se facilita. Si han quedado problemas en el guión, uno se los encuentra en el rodaje y luego en el montaje. Para mí, la escritura es una disciplina. Escribo tres horas, todos los días, durante varios meses e inclusos varios años. Lo cotidiano de un guionista es no llegar nunca a la meta... sólo a último momento el guión queda bien. Pero nunca sé cuánto tiempo me va a tomar. Lo que busco es el momento en que puedo decir, 'está bonito', aunque no sepa por qué está bonito. Es como enamorarse: no sé por qué estoy enamorado, pero sé que lo estoy.
Hay mucha inventiva visual en su cine, pero también un aspecto que podría llamarse literario, incluso uno operático. ¿Necesita de todo eso para crear un mundo?
El cine que me gusta se cuenta por medio de imágenes. Esto permite agregar diálogos, monólogos, sonido y música que cuentan otra cosa. Hay algo de polifónico ahí. Me gusta cuando el cine tiene la libertad de la literatura, que a través de asociaciones permite pasar de una época a otra, de un espacio a otro. El cine es, junto a la literatura, el arte que mejor puede describir los mecanismos del pensamiento. Desconfío del cine que pretende reproducir lo real: nunca he sabido qué es lo real. Pero conseguir entrar en los mecanismos de pensamiento de alguien, de un personaje, es algo que amplía nuestra capacidad de sentir.
La fantasía, ¿le parece una vía más interesante?
Desde los comienzos del cine, estuvieron los hermanos Lumière y Georges Méliès. Los Lumière decían, "créannos, ésta es la realidad. El tren realmente entra en la estación"; y Méliès decía, "no me crean: estamos en la luna, en el imaginario". Lo que me interesa es la franja entre las dos: no es la realidad, pero tampoco el imaginario. Es la percepción de eso que pensamos que es la realidad. Yo trato de reproducir esta percepción que tienen los personajes.
Ha trabajado con otros lenguajes y formatos. ¿Le han propuesto hacer series?
Nunca me han propuesto hacer series, pero estoy tentado. He hecho teatro, o más bien cine efímero en escena, con mi pareja y nuestra agrupación. Hemos estado en Santiago con nuestro primer espectáculo, que mezcla cine, danza y teatro. Hemos actuado 300 veces en nueve idiomas. También he hecho ópera y ahora preparo un cómic.