El presidente electo de Sudáfrica, Jacob Zuma, tomó posesión hoy como jefe de estado de su país por otros cinco años, en una ceremonia celebrada en la sede del Gobierno en Pretoria a la que acudieron más de 40 líderes mundiales.
Al frente del gobierno desde 2009, Zuma juró por su cargo tras imponerse su partido, el oficialista Congreso Nacional Africano (CNA), en las elecciones generales del pasado 7 de mayo con un 62,15% de los votos.
El Parlamento sudafricano designó esta semana presidente a Zuma, que comienza hoy oficialmente su segundo y último mandato.
"Prometo sincera y solemnemente hacer todo lo que haga avanzar a la República y oponerme a todo lo que pueda dañarla", declaró en la ceremonia.
El presidente electo juró su cargo ante el juez del Tribunal Constitucional, Mogoeng Mogoeng, después de la lectura del preámbulo de la Constitución sudafricana, y de que tres helicópteros del Ejército sudafricano hicieran ondear en el cielo la bandera del país.
Durante una ceremonia en Pretoria, con aires de fiesta nacional y de show diplomático, ante un amplio abanico de jefes de Estado africanos, Zuma, de 72 años, prestó juramento y prometió respetar la Constitución instaurada en 1996, tras el fin del régimen racista del apartheid.
"Con la ayuda de Dios", dijo, repitiendo solemnemente las palabras del presidente de la Corte Constitucional.
Varias escuadras de la fuerza aérea sobrevolaron luego la imponente sede del gobierno sudafricano, el Union Buildings, que data de la era colonial y donde se congregaron unos 40 jefes de Estado y de gobierno para participar en la celebración, entre unas 4.500 personalidades invitadas.
Zuma, presidente desde 2009, fue confirmado en su puesto el miércoles por los diputados, tras la victoria de su partido, el Congreso Nacional Africano (ANC), en las legislativas del 7 de mayo con el 62,15% de los votos.
Zuma debe anunciar su nuevo gobierno el domingo.
"Hemos finalizado con éxito la primera fase de nuestra transformación. Hoy es el inicio de la segunda fase de nuestra transición del apartheid hacia la democracia", declaró en su discurso de investidura, transmitido por varios canales de televisión.
"Esta segunda fase implicará la realización de transformaciones socioeconómicas radicales", añadió, dejando augurar una mayor intervención del Estado en la economía y medidas de promoción más radicales a favor de la mayoría negra.
Algo desgastados después de 20 años en el poder, el ANC y sus aliados sindicales están perdiendo terreno ante formaciones con propuestas más radicales para permitir a la mayoría de los sudafricanos salir de la miseria heredera de la colonización y del apartheid.
Este debate económico de fondo quedó relegado por la reconciliación de los años Mandela con la minoría blanca, la igualdad de los derechos que permitió la emergencia de una burguesía negra y el giro liberal tomado por el ANC a su llegada al poder.
Hay menos pobreza que hace veinte años, entre otros gracias a la ayuda social, fuente de ingresos indispensable para un gran número de hogares pobres.
Pero las desigualdades heredadas del pasado, sinónimo de exclusión sistemática para la mayoría negra, siguen entre las más elevadas del mundo, según la agencia estadística oficial.
El ANC sigue siendo el partido que encarna el fin de la opresión racista. Pero muchos reclaman hoy más que el derecho al voto logrado en 1994.
Una huelga de mineros por los salarios paraliza desde enero los principales productores mundiales de platino, un metal del que Sudáfrica es el primer exportador.
El tribuno Julius Malema, excluido del ANC por sus repetidos llamamientos a nacionalizar compañías mineras y la expropriación de los granjeros blancos, logró el 7 de mayo más de un millón de votos con su partido de los Combatientes por la Libertad Económica.