Desde hace siete días, el mundo no es el mismo para James Taylor (69). La semana pasada empezó una gira sudamericana por recintos con capacidad para más de 10 mil personas, una audiencia que desborda sus marcas más tradicionales, casi siempre habituado a teatros con la mitad de ese público.

"Mi música es íntima, pero creo que funciona en esos contextos, porque incluso hemos tocado en estadios. Mi número ideal en un show es 4 mil a 5 mil espectadores, pero lo más importante es que, aunque haya muchos más, todos lo estén pasando genial", repasa el artista al teléfono desde Sao Paulo, donde cantó el jueves, en la previa a su arribo de este lunes 10 al Movistar Arena.

En ese concierto, tal como en toda su agenda continental, antecederá la presentación de Elton John, el contemporáneo con el que sale de tour por primera vez, con ambos ya embarcados hace rato en la adultez de sus trayectorias. "Lo conozco hace años y hemos trabajado varias veces juntos, pero principalmente en eventos benéficos. Lo admiro mucho, su música es la más sofisticada y apasionada del pop. Siempre pensé que era una muy buena combinación salir en un tour, nuestros mánagers son amigos, a ellos se les ocurrió la idea y nosotros dijimos 'claro, ¿por qué no?'. Empezamos en la misma época, quizás él unos seis meses antes, pero ambos estábamos editando nuestros discos en Londres a fines de los 60, por lo que se podría decir que nos graduamos de la misma clase".

Aunque quizás uno de los cambios más súbitos enfrentados por el autor sucedió cuando ayer en la mañana despertó y se enteró que el presidente de su país, Donald Trump, había decidido bombardear Siria, determinación que confirma todos los fantasmas incubados por un militante de las campañas de Obama y Hillary como él. "(Trump) no debe saber mucho de estrategias militares. Yo me acuerdo cuando Kennedy fue asesorado por los militares sobre atacar Rusia con bombas nucleares y agradecí que tuviéramos a alguien con esa sabiduría para negarse. Creo que todo esto es desastroso, yo sólo rezo todos los días para que podamos sobrevivir a su terrible período en el poder".

Taylor, un baby boomer, el cantautor sensible e intimista que sobrevivió a la Guerra Fría, las adicciones, la muerte de sus amigos Dennis Wilson y John Belushi, y las amenazas de olvido definitivo por parte del público, suena genuinamente alarmado, casi afligido. Pese a ello, el mayor giro de su carrera en este siglo no llegó ni con Sudamérica ni menos con Trump, sino que con Before this world (2015), el disco que se transformó en su primer número uno en Billboard y que revalidó un catálogo que reposa en la fragilidad acústica, gracias a hits como Fire and rain (1970) o su cover para You've got a friend, original de Carole King.

"Es una gran inyección de energía cuando vuelves a ser reconocido después de una etapa de ausencia. Yo fui muy conocido en los 70, pero esa exposición llevó mi música a algo muy marketero, fue algo muy disruptivo en mi persona, porque por mucho tiempo fui un artista más celoso de la privacidad, pero después me convertí en algo icónico. Fue muy fuerte, nunca estuve interesado en los premios o en las listas de Rolling Stone tipo 'los 100 artistas más influyentes de nuestra generación'. Esto no es competencia, yo sólo quise lograr el reconocimiento para después vivir tranquilo. Puedo sin problemas ir al supermercado, salir a comer o tomar un vuelo, pero al mismo tiempo mis fans siempre me apoyan".

Usted en sus shows canta Carolina in my mind, que en 1968 grabó para Apple, el sello de The Beatles. ¿Se sintió afortunado en ese momento o fue una carga?

No, no, para mí los Beatles siempre serán los músicos que mejor hicieron las cosas. Cuando me fui a Londres buscando una oportunidad logré audicionar para ellos, específicamente para McCartney y Harrison. Les canté mi tema Something in the way she moves, que estaba inspirado en ellos, y no sólo les gustó, sino que George tomó esas líneas para el clásico que hizo un año después. Me sentí muy honrado con eso.

Fire and rain habla de su adicción a las drogas, del siquiátrico y del suicidio de una amiga. ¿Por qué se atrevió a cantar de eso en un momento en que eran temas tabúes?

No fue difícil cantar de eso. Las canciones son la forma más simple de lidiar con las emociones complejas y es la forma que siempre ha tenido la gente para enfrentar las dificultades. Mi idea no era escribir un ensayo de lo que me pasaba, sino que sólo demostrar mis sentimientos, fluir, lo hacía para sentirme mejor. No quería entregar información acerca de la depresión o las drogas.

¿Eran más honestos los autores de su generación?

Escribimos de lo que nos tocó vivir, el mundo irrepetible de los 60. Eramos idealistas y fuimos un reflejo de eso. Lo que yo hacía era folk y había tantos haciendo lo mismo, por lo que no me puedo considerar el primero o el iniciador de nada. Pero me gustan varios nombres actuales, como Taylor Swift y Ed Sheeran. Ambos no solamente son buenos cantantes. Y sé que ellos se criaron escuchándonos.

¿Qué le parece que Bob Dylan haya ganado el Nobel?

Es una victoria para toda nuestra generación de cantautores. Me siento muy orgulloso de él, porque sus letras son pura literatura. Es un premio absolutamente merecido.

¿Recuerda su debut en Chile en 1994, con Sting y en un show que se atrasó horas por asuntos técnicos?

Claro, recuerdo lo tarde que comenzó, el lugar, la excelente acogida del público, lo animados que estaban. ¿Es el mismo sitio donde tocaremos ahora?

No, eso fue en un estadio llamado San Carlos de Apoquindo, lo de ahora es un arena más pequeño.

Entonces será perfecto, porque me encanta tocar en espacios así. Voy con una banda genial, ahí verán lo buenos que son.