SIMPLEMENTE INSPIRADOR
En la hacienda Lo Fontecilla de Los Dominicos, una imponente puerta colonial da cuenta de lo que se viene. Una vez abierta es algo realmente impactante, por decir lo menos. En una primera etapa un antejardín que tiene impregnada la pátina del tiempo con una gran variedad de plantas, árboles y flores; pero es sólo el aperitivo de lo que llega después. Accedemos por un pequeño túnel que evidencia lo extensa de la antigua construcción colonial, de adobe, blanca y con tejas, que data de 1680, y que está envuelta en una espectacular trepadora.
Seguimos nuestro recorrido y ahora el panorama es realmente sobrecogedor. Se trata del antejardín compuesto por una serie de parterres que van formando verdaderos laberintos de boj del año 1900, al estilo de los más lindos jardines franceses; estos a su vez son el entorno de la variedad y colorido de diversas especies de arbustos, como rosas y delphinium. Ellas además se ubicaron entre caminos de piedras grises que invitan a recorrer la extensión del paisaje hasta desembocar en columnas de piedra roída por el tiempo y que han sido soporte de la flor de la pluma, protagonista del lugar durante la primavera.
En una de las terrazas nos detuvimos a admirar. El espectáculo floral se daba entre macetas, plantaciones de peonías, floripondios y lavandas que derrochan elegancia y desembocan en un gran parque con árboles centenarios y una plantación de tulipanes.
PARA DISFRUTAR EN FAMILIA
Fue Marta Viveros quien proyectó este espectacular jardín hace cuarenta años, y durante todo este tiempo la dueña de casa ha sabido mantener con mucho trabajo y dedicación este magnífico lugar. Ubicado en Los Dominicos, un acceso con plantas y árboles rústicos nos indica el camino hacia la casa. A la derecha una gran huerta con variadas especies da cuenta de la enorme importancia que tiene la naturaleza para esta familia. Al entrar la mirada se desvía bruscamente al patio central, rodeado por corredores, el marco perfecto para este tesoro natural.
Una combinación de flores y plantas acoge una gran escultura de Mario Irarrázaval, cuyo motivo no es otro que la familia. Esta escultura en medio del agua y rodeada de flores y plantas es el punto central desde donde avanzan todos los recorridos. Una mesa construida de mosaicos y lámparas colgantes que acompañan la ambientación dejan en evidencia la conexión con la cultura marroquí.
Aparte, una pradera central rodeada por árboles convoca a los nietos de los dueños de casa, y más de algún juguete de niño aporta también el espíritu con que la familia vive este magnífico entorno.
CHILENO RUSTICO
El arquitecto Raúl Irarrázaval consideró un jardín rústico como entorno vegetal para su casa, por lo que no parece raro olvidarse de que estamos en el barrio de Los Dominicos, y es que la construcción, proyectada por el propio arquitecto, tiene claras reminiscencias de una original casa chilena de campo, aunque esta vez en versión contemporánea.
Es así como el jardín quedó formado por un espacio amplio con grandes árboles y caminos que han generado verdaderos túneles verdes, con rincones que sorprenden, y un gran parrón, escenario emblemático de historias y momentos familiares. De esta manera, este espacio acoge el proyecto familiar que considera seis casas para sus hijos, muy bien emplazadas y con una arquitectura que hace que la convivencia entre ellas sea armónica. Para estas casas blancas de líneas contemporáneas y que están inspiradas en la casa original de los padres, se proyectó un espacio común con mucha variedad de especies naturales privilegiando el color y logrando un efecto muy especial desde la entrada.