Javier Moro, escritor español: "No escribo sobre nada que uno no pueda identificarse"
El autor madrileño, Premio Planeta 2011, presentó el jueves pasado su última novela A flor de piel.

Una madre soltera, un doctor, su ayudante y 22 niños zarpan el 30 de noviembre de 1803 en la corbeta María Pita desde el puerto de La Coruña, rumbo a América. ¿La misión? Llevar la recién descubierta vacuna contra la viruela al nuevo mundo. Esos son los hechos, pero Javier Moro (1955) no se queda en una simple narración histórica.
Y es que el Premio Planeta 2011 por El imperio eres tú, donde narra la vida del emperador de Brasil, Pedro I, se mueve tranquilo en las aguas de la novela histórica. Comenzó trabajando con su tío, el autor francés Dominque Lapierre, con quien publicó su primer libro, Senderos de libertad, en 1992. Desde ahí no ha parado. Tres años después, en El pie de Jaipur, Moro se traslada a Asia para narrar la historia de un estudiante francés gravemente herido y un camboyano sobreviviente de la época de los jemeres. Le siguió Las montañas de Buda (1998), que se desarrolla en el Tibet; Era medianoche en Bhopal (2001), que retrata la catástrofe química ocurrida allí; Pasión india (2005) y El sari rojo (2008), obras que dan luces sobre la relación del majarás de Kapurthala y la cantante Anita Delgado, y sobre la familia Gandhi, respectivamente.
¿Por qué se interesó por novelar la historia?
Siempre me interesó la historia, pero los libros de historia son muy áridos. La novela histórica permite que la gente se acerque más. Incluso los libros más de actualidad que hice también se puede decir que son de novela histórica.
Pero en A flor de piel vuelve bien al pasado, a 1803, para ser precisos.
Me fui alejando de la actualidad porque me daba tantos problemas todos los personajes sobre los que escribía: Sonia Gandhi persiguiéndome por El Sari Rojo, el nieto del maharajá de Kapurthala también insultándome porque había escrito la historia de su abuelo con Anita Delgado en Pasión India. Era tanta mala barra que me fui yendo hacia historias que no tuvieran abogados ni personajes vivos que se pudieran molestar.
¿Cómo influyó en su interés literario su tío Dominique Lapierre?
Influyó bastante en que yo escriba ahora. Él me dio trabajo cuando nadie me daba trabajo en la universidad. Luego investigué con él para para varios libros suyos, y escribí mi primer libro, sobre la historia del activista brasileño Chico Mendes y del asesino contratado para matarle.
¿Qué aprendió de esos años?
Con él aprendí mucho del método de investigación y sobre todo qué hacer cuando tienes una gran cantidad de datos. Porque una cosa es acumularlos y luego otra es recordar dónde está cada cosa. No puedes estar mirando todo cada vez de principio al final porque si no, no avanzas nunca. Tienes que tener una manera de indexarlos y tu propio orden, para que te sirva ese banco de información. No hay que contarlo todo tampoco. Ese es un consejo que me dieron al principio. Porque uno está tan enamorado de su propia investigación que dices bueno, con lo que me ha costado llegar hasta aquí y conseguir esta información, esto lo tengo que usar. Pero eso es una mala idea, que te puede llevar por derroteros que no van a ninguna parte. El enamoramiento puede ser una trampa que hace las cosas más largas o te desvíes por un mal camino.
Sus libros se han traducido a varios idiomas y han vendido muy bien. ¿A qué cree que se deba ese éxito?
Creo que procuro mantener una prosa clara y entendible para el lector. Además cuento historias que de alguna manera conectan con la gente porque los personajes conectan con la gente. Se trata siempre de historias y conflictos eternos: de celos profesionales, e historias de amor imposibles. No escribo sobre nada que uno no pueda identificarse.
¿Cómo surge el interés por plasmar la historia de la Expedición Balmis?
Me enteré por casualidad de la existencia de esta expedición. Fui a hacer una entrevista al Jardín Botánico y hablando con el director me contó que ahí se guardaban todos los documentos de las expediciones españolas y me habló precisamente de esta expedición humanitaria y me chocó que hubiese habido una justo cuando el imperio se iba al garete, con 22 niños, todas las cuestiones éticas que eso levantaba; una expedición con muy pocos medios, pero con la ambición desmesurada de salvar el mundo. Me pareció todo tan descabellado, tan español en el sentido quijotesco de la palabra, que me interesó muchísimo. Nadie la conocía y fue una expedición importante, que no solo llevó la vacuna a América, sino que instauró un método de vacunación sistemático que luego se utilizó en España y que fue el germen de la medicina pública en América. Consiguieron importantísimas cosas con muy pocos medios y muy a la española: todo improvisado.
Escribes novela, guiones, ensayos. ¿Dónde te sientes más a gusto?
A mí me gusta la novela. Los guiones los hago cuando no hay más remedio. No me gustan nada. El guión es una cosa muy seca, pura estructura. Lo acabas y luego hacen la película. ¿Y quién lo puede leer? Ni tu novia. La novela permite disgresiones, hay una especie de enamoramiento que se produce con los personajes, cosa que en un guión es muy difícil. Es como pensar qué te gustaría más: un edificio terminado o solo la estructura de hormigón. A mí me gusta más el edificio terminado.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
3.
4.
¿Vas a seguir leyendo a medias?
Todo el contenido, sin restriccionesNUEVO PLAN DIGITAL $1.990/mes SUSCRÍBETE