Cuando se le pregunta a Javier Urrutia cuál es su mayor orgullo en los casi siete años que ha estado al mando de La Red, él, sentado en el que será su escritorio hasta el 30 de mayo, pide mirar las pantallas que tiene en su oficina con cada canal nacional y sus ratings. Es la hora del matinal Mujeres primero en la señal de Quilín, que en ese momento marca 3 puntos , un número con el que la estación ya se hace sustentable. TVN marca 4 y el que lidera en ese momento, Mega, está en 8.

"Marcar la mitad de audiencia, con nuestros presupuestos, ser capaces de competir y con un contenido muy propio, eso me da orgullo", dice Urrutia, quien esta semana anunció que deja la señal del mexicano Angel González, con quien el abogado además trabajó otros cinco años en el extranjero. "Mi mayor satisfacción es la línea editorial del canal, haber dado libertad para trabajar".

Desde su llegada en 2010, Urrutia introdujo más contenido nacional, con éxitos como Mentiras verdaderas, ya una marca establecida de las noches televisivas, o su matinal. Hubo aventuras como Vigilantes, o momentos duros, como el cierre del área de prensa. Además, La Red pasó de su hogar por décadas, un arriendo en Manquehue, a un edificio propio y a la medida en Quilín, donde hoy el ejecutivo comienza a arreglar su partida, para entregarle el mando, por el momento interino, a la gerente general, Isabel Boegeholz.

¿Por qué renuncia?

Nunca hay una única razón, más allá del convencimiento personal de que hay ciclos que se cumplen. Lo que me propuse cuando llegué, siento que se ha hecho y es el momento de dar un paso al lado. Después de siete años, y casi 12 trabajando para esta compañía, me empiezo a repetir y no tengo la frescura de antes. Hay mucha gente que me ha dicho cómo se te ocurre renunciar, y no, yo quiero mucho a este canal, y le tengo gran respeto al accionista; hay que ser honesto y leal con ellos hasta el final, y si no estás dando el 100 %, es el deber dar un paso al lado.

¿Y por qué ahora?

Sentí en diciembre que era un buen momento, pero me convencieron de esperar a que se mostraran los resultados financieros, y decir mira, este es el canal que menos dinero perdió en Chile. Y con algunas otras consideraciones, La Red no habría perdido dinero el año pasado. Es bueno irse con la sensación de la misión cumplida. Había que darle tiempo al equipo y al accionista para prepararse, y eso hemos hecho los últimos tres meses.

El canal en 2016 perdió cerca de 700 millones de pesos, en parte por el fallido proyecto de noticias con radio ADN. ¿Fue un detonante para su salida?

Yo me voy de acá muy contento con un montón de cosas que logramos, y que mostramos se podían hacer en un canal que es el que más hace con menos. Uno que pese a ser privado tiene una profunda vocación pública. Pero al mismo tiempo, para mí es una gran frustración no haber vuelto a hacer un proyecto de prensa, como creo que este canal puede y se merece. Es una deuda que La Red tiene, una derrota personal mía, pero no es relevante para mi salida. Por supuesto el haber tenido un equipo contratado, trabajando sin haber emitido nunca un noticiario, aumentó o casi explica las pérdidas del año pasado. Si no es por eso, habría ganado plata en 2016. Si de mí hubiese dependido, habríamos estado al aire. Yo asumo los éxitos pequeños, medianos o grandes que hemos tenido gracias el estupendo equipo del canal, que es tan bueno que permanentemente nos levantan gente, porque aquí se aprende a trabajar de manera creativa y con poco. Y de los fracasos que hemos tenido me hago cargo.

¿Por qué se dio la crisis que hoy vive la TV?

Yo no creo que la TV esté en crisis, creo que la industria está con problemas. Distingo a la TV como formato, de la industria como negocio. Las horas que la gente ve TV son muchísimas, y ya no ve solo la pantalla, sino que cualquier dispositivo que te permite una interacción con los contenidos. Eso hoy está más sano que nunca. Eso ha redefinido el modelo de negocios y cómo los canales podemos monetizar estos contenidos. Con esa salvedad, hace años dije -y me criticaron durísimamente en el canal y los colegas de otros medios- que venía una crisis y había que mirarla. Esa es quizás una de las ventajas de los canales más pequeños, percibimos las cosas un poco antes y tenemos flexibilidad para movernos. Hicimos los ajustes y navegamos relativamente bien. Pero esta crisis tiene que ver con problemas que en la propia industria nos generamos. Hay todavía una suerte de ceguera para ver que la estructura de costos es muy relevante, y seguir haciendo esta TV ochentera en términos de costos, pesada, no tiene sentido. Si eso no cambia, esta va a seguir siendo la industria deficitaria que ha venido siendo.

En los últimos tres años, sólo Mega no es deficitario.

Incluso tomando en cuenta el canal líder, esta industria pierde más de lo que gana. Y reconociendo el liderazgo a Mega, y sus éxitos, siguen siendo resultados, a la luz de sus inversiones, marginales.

¿Se cansó de la industria televisiva?

No, yo le debo todo a los medios. Estoy renunciando a un trabajo puntual donde creo que di todo lo que podía dar. Me encantaría seguir ligado a esta industria, porque es lo que he venido haciendo los últimos 15 años. Entré a dar lo mejor de mí, con un montón de costos personales y creo que ese capítulo se está cerrando. Debo sentarme en mi casa, mirar TV de otra manera, leer y luego volver.

Tiene dos ex empleados, Beatriz Sánchez y Alejandro Guillier, en la carrera presidencial. ¿Se va a trabajar con alguno de ellos?

Para nada. Un hombre sabio conoce sus limitaciones, y las mías, que son muchas, son menos evidentes en el mundo de los medios y la TV. Es lo que me gusta hacer, lo que sé hacer. He trabajado en diarios, radios y TV, esto me motiva, desde ahí puedo hacer mi aporte. No tengo madera de político. Recojo el comentario en la parte simpática: tuvimos el ojo de tener a dos personajes que en ese momento no estaban en la primera línea. Jamás esperé que se transformaran en candidatos, pero ciertamente era gente con un talento y capacidad comunicacional que no se estaba aprovechando.