Cuando las fuerzas insurgentes del norte de Irak se abrieron paso en Mosul, algunos residentes sunitas las recibían como "libertadoras". En menos de una semana, los milicianos del Estado Islámico de Irak y Siria (Isis) lograron tomar el control durante tres días de la provincia de Nínive, con su capital, Mosul (la segunda ciudad iraquí), y sectores de las provincias de Salahuddin, Kirkuk y Diyala. Por temor a una eventual toma de Bagdad -que las milicias mantienen rodeada-, las fuerzas gubernamentales anunciaron ayer un despliegue militar en la capital de forma "preventiva".

Pero a pesar de la sorpresa que fue para Bagdad y Washington el avance de los insurgentes sunitas en las regiones al norte de Irak, este habría sido el resultado de una estrategia de ocho años. "Lo que vemos hoy en Irak es la culminación de lo que el ISI (Estado Islámico de Irak, precedente del Isis) ha tratado de conseguir desde su fundación en 2006", señaló Brian Fishman, experto en contraterrorismo de la Fundación Nueva América, al diario estadounidense The New York Times.

El perfil del conflicto actual data desde el momento en que Estados Unidos invadió Irak, en 2003. A esto se sumaron las elecciones de gobierno que llevaron al poder a los chiitas. Esto llevó a que los sunitas se armaran para combatir a quienes consideraban los ocupantes de Washington y a los de Bagdad.

En 2007, el grupo publicó un panfleto donde se daban a conocer sus lineamientos y proyectos para Irak, donde la religión islámica constituía la base del proyecto para el país. Además, se dejaba por escrito una de las tareas más importantes para el grupo: la liberación de los sunitas de prisión. "Cuando vuelves atrás y lo lees, está todo ahí. Finalmente están poniendo su acto en orden", agregó Fishman. De acuerdo con The New York Times, un reporte anual publicado por el Isis en marzo pasado detallaba cada uno de los logros de la milicia a través de ataques suicidas, autos bombas y asesinatos.

Si lo que busca el grupo jihadista Isis es inculcar el temor en sus enemigos, hasta ahora lo ha logrado. El gobierno de Nuri Al Maliki teme perder el control de su capital, mientras que el Presidente de Irán, Hassan Rouhani, evalúa una alianza con su enemigo ideológico, Estados Unidos, para ayudar a Irak.

Ayer, los insurgentes se atribuyeron la autoría del que sería el peor ataque hasta la fecha. A través de una cuenta de Twitter asociada al grupo (que ya fue cerrada), anunciaron la ejecución de 1.700 soldados iraquíes. Posteriormente, lo documentaron a través de fotos divulgadas por las agencias AP y France Presse. Hasta ayer, la veracidad de este hecho no fue verificada, pues en las fotos sólo se mostraba una hilera de decenas de personas a la espera del fuego de los jihadistas. "Este es el destino que aguarda a los chiitas que Nuri (Al Maliki) ha traído para luchar contra los sunitas", leía uno de los pies de fotos de una de las imágenes.

De confirmarse la veracidad de la declaración, esta masacre constituiría la peor atrocidad de los últimos años en Siria e Irak, superando incluso el desastre químico que les costó la vida a 1.400 personas en Damasco, en agosto del año pasado.  

El general Qasin al Musaui, portavoz del Ejército iraquí, confirmó a la agencia AP que conocía de la existencia de casos de asesinatos en masa de soldados.

Estos hechos sólo acrecientan la incertidumbre sobre cuál será el rol que asumirá Estados Unidos en la crisis de Irak. El viernes, el Presidente Barack Obama se negó a enviar tropas, luego de que en 2010 ordenara el retiro total de los soldados estadounidenses de tierra iraquí. Pero las críticas en su contra no se han hecho esperar.

Ayer, el senador republicano Lindsey Graham criticó en la cadena ABC la respuesta que ha tenido el jefe de la Casa Blanca.

"Si Bagdad cae, si el gobierno central cae, nos espera un desastre de proporciones monumentales", sentenció el senador. "Este presidente terco, que cree que entiende mejor que todos, que retira las tropas y expone al país a lo inevitable, necesita cambiar sus políticas rápidamente", dijo.