"Lo único que espero es que esta vez tengamos un concierto sin tanta controversia. Aunque se trata de mí, así que algo de eso habrá". Se trata de ella: Joan Baez, cantautora estadounidense, 72 años y punta de lanza de una generación que -mirando hacia la tradición folk- movió la frontera de la música pop hacia terrenos acústicos y de conciencia social. Baez, que en 1959 debutó en el legendario festival de Newport, el mismo certamen donde Bob Dylan -su pareja de entonces- enchufó su guitarra y electrificó el destino de la música popular.
Ella, en cambio, decidió vivir otras revoluciones. Con la Guerra de Vietnam de fondo, consiguió el mote de "la reina de la canción protesta". En 1981 emprendió una gira latinoamericana por Brasil, Argentina y Chile, donde su defensa por los derechos humanos en el mundo era vista con celo. Su visita a Santiago fue legendaria: tocó para unos cuantos cientos de personas en el salón de la parroquia de Santa Gemita. No alcanzó a estar un día. A casi 30 años, vuelve al país: tocará el 14 y 15 de marzo en el Teatro Caupolicán.
¿Por qué pasó tanto tiempo entre esa visita y su regreso?
No lo sé, pero, definitivamente, es tiempo de volver. La verdad es que ni siquiera me permitieron hacer mi show la vez anterior, así que esta vez, para variar un poco, vamos a poder cantar. Estoy ansiosa.
¿Existe algún interés suyo por hacer un guiño a su historia con Chile, tras tantos años sin venir aquí?
No sé todavía. No sé cuánto tiempo tendremos en el país, pero toda la gente en mi banda, los dos músicos y mis técnicos, son todos gente que disfruta de caminar. Aparte de tocar, iremos a ver lo que haya que ver. Pero respecto a la música, será diferente a lo que normalmente hacemos. Seguramente, incluiré varias canciones en español. No he estado allá en tanto tiempo y durante todos estos años yo no he parado de hacer música: podrán escuchar canciones nuevas, algunas que quizás no hayan escuchado, las que esperan escuchar y unas favoritas.
¿Qué recuerdos guarda de su concierto en 1981?
Fue uno de los momentos más extraordinarios de mi vida. A veces, las cosas pasan porque todo lo permite: porque determinado dictador está en el poder, por la gente que fue exiliada, por los que fueron desaparecidos, detenidos o arrestados en su casa. De algún modo, por algún milagro, metimos tanta gente en esa iglesia. Pudimos tocar nuestra música y ver nuestras caras. Fue impresionante, también, porque el concierto fue básicamente subterráneo, de boca en boca. Un momento tan especial.
¿Estuvo bajo peligro? ¿Alguna interacción con las fuerzas de seguridad?
Sólo más tarde, cuando ya nos habíamos ido, nos enteramos de cómo esta iglesia estaba rodeada entera por policías y seguridad. Me acuerdo de alguien que al principio me advirtió: "Simplemente, no cantes No nos moverán ni We shall overcome (en español: Venceremos) y los dejaremos tranquilos". Lo clandestino iba y venía, la verdad: a ratos, mi gente y yo pensábamos que era muy peligroso y tratábamos de ser cuidadosos. Pero cuando vienes de aquí, de California, incluso aunque me haya adentrado en el sur más profundo, nunca tuve un sentido real del peligro, porque no vivía allí. Entonces, sin haber vivido esa situación, no puedo decir que sentí el peligro -el peligro real- durante mis visitas a Chile, Argentina y Brasil.
Pero incluso vino antes: al año siguiente al Golpe de Estado, en 1974. ¿Qué pretendía con esa visita, qué siente que logró?
La verdad, no recuerdo ese viaje en particular, aunque sé que sí ocurrió. Lo único que recuerdo es que ese fue el año y el viaje en que Mercedes Sosa me salvó la vida. Estaba en un concierto y tenía en frente un público lleno de estudiantes que estaban enojados conmigo, porque yo estaba hablando sobre la "no violencia". Me empezaron a gritar, a abuchear. Ella salió y les gritó, básicamente, que se callen. Y ahí los hizo cantar (Baez reproduce en español, imitando el vozarrón de la argentina): "¡No nos moverán!, ¡más fuerte, canten!", y lo arregló. Fui muy cercana a ella. Fui parte de una bella ceremonia de despedida, cuando falleció, que hicimos en Nueva York.
GRACIAS A LA VIDA
Junto a Mercedes Sosa, Baez llevó varios himnos del Canto Nuevo latinoamericano a una esfera internacional. En 1974 grabó Gracias a la vida, un álbum en español donde recoge canciones de Violeta Parra y Víctor Jara. Baez, al igual que la comunidad folk norteamericana, sufrió y denunció el asesinato de Jara. Y mientras su música crecía hacia lados más experimentales (su álbum en español fue seguido por el multiventas Diamond & rust, centrado en sus propias canciones), su militancia la llevaba a puntos críticos del mundo, como Hanoi, Vietnam, donde pasó 11 días bajo un bombardeo norteamericano.
"Es algo con lo que permanezco involucrada, nunca me he desinteresado por esos asuntos", explica. "Sin embargo, no he estado al tanto de los últimos acontecimientos sobre Víctor Jara", dice, antes de mostrarse curiosa sobre el teniente Pedro Barrientos, imputado por el asesinato del autor de Te recuerdo Amanda que vive en Estados Unidos. "Me encantaría que me manden información. Espero también enterarme cuando vaya hasta allí. Pero también he estado pintando en mi estudio, es Navidad, y no sé nada sobre lo que está pasando en el mundo", ríe.
¿Piensa en realizar alguna reunión de carácter político fuera de su concierto?
La verdad no me gustaría prometer algo que después no pueda cumplir, para lo que no tenga tiempo. Cuando era joven, iba, tocaba, no tenía que ensayar. Más bien, no tenía que pensar en nada. Ahora es diferente, porque para mí requiere mucho trabajo preservar bien mi voz. Necesito ejercitarla mucho y cuidarla si es que vamos a hacer un buen concierto.
¿Cómo está su español?
Terrible. Lo hablé alguna vez. Lo dejé, y ahora, sinceramente, no hablo español. Canto en español, porque puedo imitar lo que sea.
Contemporáneos suyos, como Bob Dylan o Joni Mitchell, hacen música por distintos caminos estilísticos. ¿Siente que su legado en esa escena ha sido suficientemente reconocido?
Es que fueron años tan creativos, la década de los años 60. La gente ha tratado de recrearlos, pero no creo que sea posible. En todo caso, yo tuve la oportunidad de inspirar gente, y creo que esa música aún puede seguir haciéndolo. Y mientras tanto, claro, seguiremos cantando sus canciones, las mías y las de ellos, para el mundo.
Hay bandas actuales, como Mumford & Sons o Fleet Foxes, que hoy miran a esos años, a su obra. ¿Qué le parece el folk actual?
Bueno, acabo de terminar un show en Nueva York donde sólo había bandas jóvenes. Todas, bandas que no son comerciales. Y debo decir que se sintió tal como cuando yo era joven y comencé tocando en el Festival de Newport.
¿Cómo era eso?
¿Yo, cuando joven? Bueno, pienso que era una chica brillante (ríe). En serio: era una joven muy talentosa y también con mucha suerte. Era, además, un tiempo impresionante en la música. Teníamos grupos como ellos, cantando con mandolinas... ya sabes. Ese concierto en Nueva York fue parte de la promoción de una película, Inside Llewyn Davis, que se inspira en la escena folk de los tempranos 60. Y compartí con gente como Oscar Isaac, por ejemplo, que cantó una canción y fue hermoso. Es tan refrescante que esto esté pasando, algo divertido, lleno de talento, bien facturado.
Su último disco, Day after tomorrow, es de 2009. ¿Está trabajando en su sucesor?
No quiero hacer más discos si no tengo las canciones o la gente indicada. Tienes que hacer algo que me mantenga a mí y a mi audiencia interesada. Toma más planificación que hacer una gira. Y ahora disfruto mucho más viajar que cuando era joven. Cuando te vuelves mayor, aprendes a rodearte de las personas exactas y mi vida se ha vuelto tanto más fácil. Hago dos o tres tours al año, que no son muchos. Pero lo amo.