Joaquín Fermandois: "Avanzar hacia la sociedad socialista tenía que crear una crisis"
El académico de la UC publica La revolución inconclusa, un voluminoso estudio de la izquierda chilena y el gobierno de la Unidad Popular.
Entre los libros que pueblan la oficina de Joaquín Fermandois (1948), en el Campus San Joaquín de la UC, asoma una foto enmarcada. La imagen es de 2008, corresponde a una conmemoración del centenario de Salvador Allende y lo muestra en un grupo junto a la entonces Presidenta Michelle Bachelet, a Gabriel Salazar, a Eugenio Tironi y a las hijas del líder socialista.
Mezcla de liberal y conservador, es probable que Fermandois haya sido convocado para ampliar el abanico ideológico de la ceremonia. Pero también porque ha investigado, reflexionado y escrito sobre el Chile del siglo XX y sobre el papel que en él jugó la izquierda. La última y más contundente muestra de ello es La revolución inconclusa. La izquierda chilena y el gobierno de la Unidad Popular.
Publicado por el Centro de Estudios Públicos, este opus de 850 páginas es algo así como una historia general de Chile bajo la UP, y en menor medida de la izquierda a lo largo del siglo pasado. Y su aparición coincide con la edición y reedición de incontables volúmenes asociados a los 40 años del "11". Eso sí, aclara el autor de Mundo y fin de mundo, "el enfoque es nuevo".
¿En qué sentido es la suya una historia de "la lectura de lo crítico de la sociedad"?
Se ha planteado que la UP fue respuesta a una crisis profunda. Mi tesis es que esa crisis no era tan profunda. La mayor parte del lenguaje de la política moderna consiste en mirar las cosas como crisis, pero no siempre las hay. En el Chile de los 60 hay frustraciones, hay problemas, pero no una crisis terminal: no se justificaba un cambio tan radical. Este cambio era querido por muchos, porque se habían identificado con un lenguaje universal, una ideología que hacía ver y creer que la historia marchaba en tal dirección. Pero es cuestionable.
¿A qué apunta con el "triunfo simbólico" de Allende?
Allende quedó como un héroe y no sólo para la izquierda. El lenguaje de la izquierda es muy atractivo: reúne ciencia, pasión, hermosura literaria, empezando por Marx, aun si no es Marx quien funda la izquierda. Allende representa una tradición del marxismo y un lenguaje muy hermoso para definir la realidad. El "11" ha quedado como algo satánico, o ésa es más o menos la idea, y Allende ha quedado como un héroe. Por la imagen, por la atención del mundo sobre él, por su lenguaje, porque indudablemente había un elemento de valor. El suicidio puede ser un acto cuestionable, pero reconozco que se requiere una cuota de valor y él lo combina con la palabra de ese discurso final, que no es estrechamente ideológica, es más universal y lo identifica con una gran mayoría del país, especialmente con los más pobres. Desconfío de ese lenguaje, pero es efectivo.
¿Qué parecer tiene sobre las "dos vías" de la izquierda para llegar al poder?
La estrategia que tienen es constitucional y pueden vivir con eso, pero la meta es revolucionaria. O sea, "vamos a usar la vía constitucional para cambiar todo". Y, después de ese cambio, ¿va a haber democracia? Se decía que sí, porque habría una democracia muy superior, la de los países socialistas, pero eso no era muy tranquilizador para el que no creyera en eso. Y hubo también una retórica de la vía violenta que domina una parte de la izquierda. Es retórica, es cierto, pero la gente termina creyendo lo que dice. Y hubo además aparatos clandestinos, no armados, que se organizan para la vida clandestina con el argumento de que ya han sido puestos fuera de la ley una vez. Yo creo que la izquierda chilena, sobre todo el PC, podía actuar constitucional y democráticamente mientras estaba en la oposición, pero una vez en el gobierno estaba condenada a avanzar hacia la sociedad socialista y eso tenía que crear una crisis. Y está lo paramilitar en la política, que la oposición empieza a imitar.
¿Ve, entonces, una incompatibilidad de la izquierda con el sistema democrático?
Hay una incompatibilidad entre la meta de una sociedad revolucionaria y la vía constitucional. Lo que ha pasado históricamente es que los revolucionarios moderan sus metas. Transforman al sistema, pero moderan sus metas, pasan a ser parte del sistema. Para la izquierda eso era la traición absoluta, era el reformismo. Yo estoy de acuerdo que el hacer es una parte importante, y Allende tenía una práctica tradicional de hombre riguroso en los procedimientos, pero, ¿adónde iba?
Tras el proyecto revolucionario de la UP y la "revolución en libertad" de Frei Montalva, vino lo que Ud. llama la "contrarrevolución anti-utopista" de Pinochet y que también ha sido descrita como la única que triunfó…
No diría que es revolución en el sentido tradicional de la palabra. Ahora, los cambios económicos fueron impuestos por una dictadura -es el pecado original de la experiencia chilena- y era difícil pensar la radicalidad de los cambios sin esa dictadura. Y es cierto que el liberalismo económico a ultranza tiene un elemento nihilista que tienen las revoluciones: que no quede nada, todo está mal. Hay una falta de respeto por la tradición histórica y uno la respiraba en la época: los del pasado no entienden nada y en las universidades no hacen nada y tú qué haces, qué produces, cuánto vales, véndete mejor. Es un cambio radical, por supuesto, pero no un modelo de revolución.
¿Qué piensa del plebiscito de Allende?
Soy escéptico de ese plebiscito. A lo mejor se tejió esa posibilidad, pero el plebiscito podría haberse convocado desde febrero de 1972. ¿Por qué iba a ser justo el día "11"? Los líderes de oposición, por otro lado, ya no creían ni en las elecciones. Además, había una urgencia por terminar todo, porque el país se está derrumbando y muchas cosas en torno al plebiscito habrían demorado meses. ¿Se podía aguantar meses así? Un plebiscito no vinculante, en tanto, era dar otro argumento para legitimar un Golpe.
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