No sabe hablar con el manejo de las emociones de un diplomático. Tampoco está interesado en dar respuestas cortas y, por el contrario, es un torbellino de verbos. No busca esquivar temas espinudos: los enfrenta, recibe la pregunta jugando, y si en el acto cae, se para de nuevo. Así habla Joaquin Phoenix a La Tercera, y así fue como a fines del año pasado dijo a la revista Interview que los premios Oscar eran "una mierda".
Aquella expresión probablemente le costará a la larga ganarse la estatuilla al Mejor Actor, categoría en la que está nominado por el filme The master. A una semana de la entrega de los galardones, Daniel Day-Lews (dos veces ganador del galardón) se ve como el más seguro triunfador por su rol protagónico en Lincoln. El británico es algo así como la némesis fílmica de Phoenix en aquella cinta. Si Day-Lewis se calza los zapatos y el traje de un héroe -el presidente más brillante, bueno y astuto de Estados Unidos-, Phoenix hace de un pobre diablo sin vuelta, desorientado veterano de la Segunda Guerra Mundial que carga con heridas espirituales y físicas. Sin amigos ni familia, es un antisocial perfecto.
Su única salvación puede ser el encuentro con Lancaster Dodd, un charlatán que tiene una secta y que se ha inspirado evidentemente en L. Ron Hubbard, el fundador de la Cienciología. Dodd adopta primero a Freddie Quell (Joaquin Phoenix) como a un hijo y luego lo hace su ayudante en la propagación de su doctrina. Aquello significa una suerte de evangelización en la América profunda de los 40 y 50, de pueblo en pueblo, atrayendo a incautos a sesiones de autoconocimiento y ayuda, que tienen como única teoría lo que se le ocurra a Dodd. El profeta Dodd es un intelectualoide con conocimientos de psicología que ve en el deshumanizado Freddie Quell a un seguidor privilegiado, a la perfecta alma en pena que podría salvarse a través de sus enseñanzas.
A pesar de que esta película escrita y dirigida por Paul Thomas Anderson (Petróleo sangriento, Magnolia) guarda una evidente conexión con el personaje real de L. Ron Hubbard, Joaquin Phoenix (Gladiador, Johnny y June) cree que antes que nada es otra cosa. "Es una de amor", dice al teléfono desde Los Angeles.
¿Entre dos hombres?
Diría que trasciende los géneros. No es una historia de amor sexual, es el tipo de amor en el que tú sientes que conoces a esa persona antes: en mi interior, yo sé que conozco ese espíritu, me atrae, pero también me repele, por alguna razón que no se puede entender. Es esa persona que tiene algo magnético y único, y uno dice "yo te conozco desde antes". Es una cosa muy poderosa, especialmente para alguien como Freddy, quien probablemente siempre ha sido insignificante. Probablemente nunca tuvo a alguien que le dijera "te conozco, me importas y eres valioso".
Por The master, no sólo es Phoenix quien postula al Oscar. También van en carrera Philip Seymour Hoffman como Mejor Actor Secundario y Amy Adams como Mejor Actriz Secundaria. A diferencia de Phoenix, que podría haber sido favorito si no hubiera dicho lo que dijo sobre la Academia, Adams sí va arriba en las apuestas.
¿Da la impresión de que a usted no le importan mucho los premios ni el mundo del Oscar?
Sabes, nunca fui bueno en los deportes, nunca hubo trofeos en mi casa, y hay una parte de mí que cree que esto es cómico, porque no sé cómo se puede calificar a las personas en algo tan subjetivo como el cine o cualquier trabajo creativo. Si tú pones a tres personas en una pista y una de ellas llega antes a la meta, entonces puedes decir que indudablemente esa persona, en ese momento, era la más rápida, y si quieres les puedes reconocer el triunfo, pero la actuación es algo tan subjetivo que me parece raro que hagamos lo mismo y le hagamos reverencia. Por otro lado, claro, el Oscar ha puesto en el mapa a través de la historia a actores y filmes que quizás de otra forma no hubieran tenido reconocimiento. ¡Han ganado tipos como Marlon Brando o Robert de Niro! Créeme que yo no me puedo comparar con ellos. Pero, en fin, también hay un montón de lobby y dinero de por medio en todos los premios.
¿Pero cree merecer la nominación por esta película?
No lo sé. Me da risa un poco aquella reverencia que existe por el actor, por la estrella de Hollywood. Finalmente, las películas las hacen los directores en la sala de montaje. Ellos son los auténticos maestros: puedes estar seguro de que en todas mis películas, incluidas las mejores como The master, he tenido las peores actuaciones de mi vida. Lo que sucede es que el director arregla todo en la edición. Es lo que hizo acá Paul Thomas Anderson.
¿Como fue su relación con Philip Seymour Hoffman en la cinta?
Maravilloso. Soy fanático de él. Phil siempre me apoyó mucho, siempre amable y ofreciéndome consejos. Yo creo que todos los que estamos en el mundo de la actuación diríamos que Philip Seymour Hoffman es uno de los grandes actores, y tener la oportunidad de trabajar con alguien así fue increíble: Terminamos siendo amigos.