Como cualquier capítulo de relevancia en los relatos de Joaquín Sabina (65), sucedió cuando las luces se diluían. Entre viejos camaradas y circunstancias poco precisas: "Una noche, de casualidad, como pasan las cosas en la vida y por no sé qué, alguien puso ese disco, lo estuve escuchando y me di cuenta que era el único donde consideré que todas las canciones estaban vivas, como si hubieran sido escritas ayer, por lo que me apeteció cantarlas mañana".
Un mañana que será hoy en una gira latina donde precisamente revivirá de manera íntegra 19 días y 500 noches (1999), su álbum más popular, colmado de escenas autobiográficas en temas como Una canción para la Magdalena o Cerrado por derribo, y que amplificó a nivel continental su figura como trovador capaz de arrojar historias al borde de la barra. Salvo en Chile, donde el arribo de su cancionero fue más paulatino que en otros epicentros regionales de su suceso, con shows masivos que recién llegaron en 2006 y que llevaron a que el propio cantautor calificara al país como "el único lugar donde soy un artista de culto".
"No lo dije peyorativamente, porque no estoy muy a favor de los cultos, sino que más bien del público en general. Lo de culto me parecía elitista y nunca me he sentido así ni deseoso de ser consumido por sólo unos poquitos cultos. Pero mi relación con Chile ha ido mejorando, en el sentido de relacionarme más con todo tipo de público. No soy sociólogo ni historiador como para explicarlo, pero creo que ha sido por insistencia, por ir demostrándoles a los chilenos que no quería tirar la toalla", apuesta Sabina, al teléfono desde España y ante una nueva oportunidad para reflotar su vida chilena, con shows para el 27 de agosto, en el Movistar Arena, y el 29, en el Centro de Eventos Suractivo de Concepción.
Estas giras basadas en discos pasados son miradas como actos de nostalgia. ¿Le gusta ese concepto?
Aquí no hay una gota de nostalgia o revisionismo. La crítica y el público tienen todo el derecho a pensar que es una operación de marketing o un gesto de nostalgia. Para mí es mucho más simple: mirando hacia atrás, me puse a pensar cuál era mi álbum favorito, porque nunca lo había reflexionado. Y de pronto pensé que nunca me he subido a un escenario a cantar todos los temas de un disco, por lo que, si alguna vez lo hubiera hecho, tenía que ser con éste. Entonces, ahí vino esta noche en que alguien puso 19 días..., y no fui yo, porque no escucho mis discos, y dije: 'Coño, de verdad esto de revisitar un álbum antiguo con nuevos arreglos no lo he hecho nunca'.
¿Por qué no escucha sus discos?
Porque hay muy buena música por el mundo para perder el tiempo oyendo mis canciones.
19 días... también ayudó a perpetuar su imagen de creador asociado a las mujeres y la bohemia. A sus 65 años, ¿lo aburre esa caricatura?
Yo he sido culpable de esa caricatura que sí, me ha cansado, pero también soy responsable en la medida en que nunca me escondí, que así era mi vida en realidad: escribía en los bares, dormía poco y andaba con las no más recomendables compañías. Así fue justo hasta ese disco, porque siempre cuento que conseguí alargar mi loca juventud hasta los 50 años. Ese álbum está hecho justo con esa edad, lo que también tiene que ver con haberlo elegido para revisitarlo.
¿Hoy lleva una vida distinta?
Sí, un poco, aunque lo que estoy consiguiendo es algo que deseé desde mi juventud: envejecer sin dignidad y conseguir ser un viejo verde. Y lo estoy consiguiendo.
¿No le importa la dignidad?
(Se ríe) Es una palabra muy mayúscula y muy solemne, y a mí me gustan las minúsculas y las faltas de solemnidad.
¿Y cómo lleva a la práctica lo de "viejo verde"?
Bueno, hoy me gustan las mismas cosas, disparates, desobediencias y la misma forma de no atenerse a las reglas de juego.
Pese a ello, hace unos años dijo que su vida doméstica se asemejaba a la de un monje o un fraile. ¿Es así?
No te fíes mucho de lo que escriben los periodistas. Nunca he sido un monje y ahora tampoco lo soy. Más tranquilo sí, porque no quiero morirme, quiero seguir cantando, seguir respirando, seguir viviendo, seguir disfrutando de los amigos y de las hermosas cosas de la vida. Pero monje, eso sí que no.
Es cierto que es muy difícil imaginar al hombre de Y nos dieron las 10 en una reclusión monacal. Pero hay otro encierro que detesta aún más: el de los estudios de grabación. En parte, esa alergia explica la pausa desde su última entrega, Vinagre y rosas (2009), hasta hoy, el período de mayor silencio discográfico de toda su trayectoria. Eso sí, el paréntesis estuvo animado por dos exitosas giras con Joan Manuel Serrat y un reciente libro titulado Muy personal, repleto de dibujos y comentarios en torno a la crisis que tumbó a España. Además, aprovechó de componer canciones para un álbum que estrenará en 2015 y del que presentará un par de temas en Chile.
En este último tiempo, ¿le ha cansado hacer discos?
Nunca he sido amante ni de los estudios de grabación ni de los discos. Los álbumes son una instantánea, una foto de un momento, tu creatividad congelada y disecada. Y no he disfrutado nunca de los estudios, sino que me gusta estar en casa escribiendo, haciendo maquetas y tal. Eso lo sigo haciendo, pero en el ritmo de las giras no hay mucho tiempo para meterse un mes a una sala de grabación, que no es lugar de mis sueños.
¿Nunca pensó en dejar de sacar discos y optar por otros formatos?
No sé, nunca he planeado eso que llamas 'mi carrera', que yo desde luego no la llamaría así. Nunca he tenido planes, sigo sin tenerlos, escribo canciones y de vez en cuando las grabo.
Sus nuevos temas, ¿abordarán la crisis española?
La crisis está presente incluso en el título de esta gira, que es '500 noches para una crisis'. Sí, la sufrimos, la sufre la gente a mi alrededor, yo no vivo en una torre de marfil, salgo a la calle y veo lo que pasa. Como todos mis discos, este tema se va a filtrar en las letras, pero ni siquiera podría definir cómo será.
¿Qué opinión le merece la abdicación de Juan Carlos I?
La monarquía me parece un anacronismo, una cosa medieval, un déficit democrático de los españoles.
¿No guarda esperanzas en Felipe VI?
Tengo esperanzas en otras cosas, no en la monarquía.
Y esas esperanzas, ¿terminaron con España fuera del Mundial?
Yo puse mis esperanzas en Chile, ¡pero también los eliminaron! Pero habéis hecho un gran Mundial. España estuvo francamente mal, fue un final de ciclo demasiado amargo.