Más conocido localmente como escritor, tarotista y gurú, Alejandro Jodorowsky (1929) se concentró en años recientes en volver al cine, después de dos décadas, y de hacerlo adaptando su propio libro de memorias: La danza de la realidad. Un viaje a la semilla por donde se le mire.

La cinta homónima, rodada en su natal Tocopilla, se parece poco y nada a otras películas que no sean las suyas. Aborda, con imaginación, simbolismo, humor y arquetipos, los años de infancia junto a sus padres, judíos ucranianos que instalaron un almacén en el mencionado puerto nortino. Habla de un severo papá estalinista que trata a su hijo con mano de hierro y de una madre que habla como quien canta ópera. Ofrece también, como en otras de sus cintas, números circenses, episodios de sanguinolencia y la irrupción de personajes mutilados o condenados a la muerte, para no hablar de Carlos Ibáñez del Campo y del mismísimo director, mirando al espectador y perorando acerca del dinero, la vida y la muerte.

A. O. Scott, crítico de The New York Times, celebró "la obra de un anarquista altamente disciplinado, cuya imaginación es su principal arma contra la autoridad". No todos estuvieron de acuerdo cuando se presentó en Cannes 2013, pero nadie que la haya visto podría confundirla con otra. U olvidarla. Es una de las gracias del cine de Jodorowsky, que hoy está de vuelta tras una larga travesía por el desierto.

MIDNIGHT MOVIES

En su crónica Moteros tranquilos, toros salvajes, cuenta Peter Biskind que a comienzos de los 70 "no había en Hollywood ni en ninguna otra parte un lugar más en la onda" que BBS. La productora que parió Busco mi destino tenía una sala de cine, y sentarse ahí a ver El Topo y fumarse un pito junto a Dennis Hopper y Jack Nicholson "era lo más in".

Instalado en México tras vivir en París, Jodorowsky había rodado en 1968 su primer largometraje, Fando y Lis, que algo agitó las aguas con su mix de surrealismo y absurdo. Pero eso fue poca cosa al lado del impacto generado por El Topo, que escribió, dirigió y protagonizó.

Descrita por The San Francisco Chronicle como repulsiva, monstruosa y brutal, este western lisérgico tiene a su director como un vaquero místico vestido de negro y acompañado de su hijo (Brontis Jodorowsky, el padre estalinista en La danza...), que hace justicia y cabalga el delirio. Programada en funciones de medianoche en la sala The Elgin, de Nueva York, esta midnight movie desfiló en la pantalla junto a cintas como La sangre de un poeta, impresionando a un público joven y a críticos como Pauline Kael, que calificó a la cinta como obra maestra y a Jodorowsky como "un director para quien las ideas son entidades sensuales".

Otro que se impresionó fue John Lennon, quien ayudó a distribuir El Topo en EE.UU. y convenció a su manager, Allen Klein, de conseguir US$ 1 millón para el siguiente proyecto del cineasta. Más desmadrada que la anterior, si es posible, y también más ambiciosa, La montaña sagrada es una "odisea psicodélica", como la llamó The Guardian, que sumerge al espectador en la búsqueda de la inmortalidad por parte de un personaje llamado El Ladrón. El filme se presentó en Cannes 1973 y consolidó a Jodorowsky como autor de cult movies.

Y pudo el hombre seguir pulsando esa tecla de no mediar una disputa con Klein, quien le pidió que llevara al cine la novela sobre masoquismo femenino La historia de O. Pero el tocopillano no quiso y Klein, haciendo uso de sus derechos sobre El Topo y La montaña sagrada, hizo que ambas fueran prácticamente inconseguibles por más de tres décadas. Lo menos que dijo de él Jodorowsky fue que era un "buitre".

La historia que siguió no fue buscada, pero consolidó el estatus del cineasta. Tras un largo proceso para adaptar Duna, la novela de ciencia ficción de Frank Herbert, el proyecto le fue arrebatado y entregado más tarde a David Lynch. Obviando una cinta rodada en India y de pobrísima distribución -Tusk, 1978-, sólo volvería a enrielarse en el cine con Santa sangre (1989), que la revista británica Empire incluyó entre las 500 mejores películas de la historia y que el crítico Roger Ebert situó entre los mejores filmes de horror que llegó a ver.

Después del malogrado Ladrón del arcoíris (1990, con Omar Sharif y Peter O'Toole), Jodorowsky no había vuelto a presentar un largo hasta La danza de la realidad. En medio, sin embargo, sus clásicos inencontrables fueron finalmente "liberados" y lujosamente reeditados en DVD para una nueva generación de espectadores y de críticos que se sobaría las manos en Cannes 2013, donde no sólo se presentó la cinta que el próximo jueves llega a las salas chilenas. También lo hizo Jodorowsky's Dune, documental de Frank Pavich que pasa revista al fallido intento del chileno por adaptar la novela de Herbert. Celebrada por la crítica, Variety la llamó "una película de culto de las que te vuelan la cabeza". Parece que no podía ser de otra manera.